martes, 6 de diciembre de 2016

Los experimentos de Bryukhonenko



Desde 1920 hasta 1950, un científico soviético llamado Sergei S. Bryukhonenko pasó incontables horas trabajando como un esclavo en su laboratorio. En su tierra natal, era conocido como un investigador respetado por sus ideas influyentes en la transfusión de sangre. No contento con sus logros anteriores, Bryukhonenko quería llevar su labor hasta el límite de lo posible. Es entonces cuando su investigación se centra en la macabra posibilidad de sostener la vida por medios artificiales. Su laboratorio fue el hogar de todo tipo de extraños experimentos y sucesos. Su personal rápidamente se acostumbró a la vista de las cabezas sin cuerpos y cadáveres de animales disecados. Tan incómodo y horrible como era, sus hallazgos podrían resultar influyente para muchos procedimientos médicos modernos.

La intención de Bryukhonenko era crear la primera máquina corazón-pulmón de funcionamiento pleno en la historia. En esencia, se trataba de un dispositivo que pudiera entregar al cuerpo sangre oxigenada, que de otra forma el paciente por sí mismo no podría hacerlo. Esto podría ser por una variedad de razones, más notablemente, en la cirugía para un trasplante de corazón o de derivación. Es extremadamente difícil de operar en un corazón latiendo, por lo que estos artefactos son necesarios para mantener al paciente con vida durante la cirugía cardíaca invasiva. Comenzó su trabajo en 1920, para 1925 el autojector de Bryukhonenko ya estaba siendo mostrado al público en general. Consistía de bombas automáticas, un depósito para almacenar sangre y dos tubos para inyección y extracción de la sangre, es una peligrosa máquina de apariencia primitiva para los estándares de hoy. Sin embargo, a fin de cuentas, resulto fiable y llevó a cabo su trabajo adecuadamente.

No contento con su éxito inicial, Bryukhonenko se puso a trabajar en un nuevo proyecto, uno que tomaría un giro mucho más inquietante. Decidido a aprender todo lo que pudo de su autojector, comenzó a experimentar en perros. En una verdadera moda revolucionaria, los primeros experimentos Bryukhonenko se centraron en la liberación de los órganos y apéndices caninos de las cadenas opresoras de sus privilegiados cuerpos burgueses. Sus científicos lograron mantener un corazón latiendo y un pulmón funcionando independiente de sus cuerpos. Podían mantener una cabeza cortada consciente durante períodos cortos e incluso pudieron regresar a uno de estos perros del mundo de los muertos. Por increíble que parezca, estas afirmaciones son apoyadas por decenas de testigos oculares, así como documentación fiable.

Todos estos logros pueden constatados en “Experiments in the Revival of Organisms” una película de 1940 llena de adustas enfermeras rusas y caninos en varias etapas de muerte. La parte más sorprendente e inquietante de una película, ya de por si sorprendente e inquietante, es la presentación de la famosa “cabeza de perro“. En ella, los técnicos colocan la cabeza de un perro recién cortada sobre una pequeña mesa. La criatura entonces es alimentada por un suministro de aire y sangre usando el sistema de Dr. Bryukhonenko de tubos, bombas y cuencas. Como prueba del éxito del experimento, la cabeza fue sometida a toda clase de estímulos en un esfuerzo por mostrar que el miembro estaba en pleno control de sus facultades, mientras se mantenía conectado a la máquina. Sus pupilas se ajustaban cuando eran expuestas a la luz, su boca aceptaba y tragaba dulces e incluso se lamia el hocico para limpiarse cuando este se cubría de cítricos. Sus ojos lagrimeaban cuando un agente irritante era introducido e incluso reaccionaba con el sonido de un martillo de ser golpeado en las cercanías.

Como si una cabeza cortada con signos de conciencia no fuera suficiente, Bryukhonenko termina su película con la resurrección de un perro de la muerte. El proceso implica drenar la sangre de un perro vivo y dejarlo en ese estado durante aproximadamente diez minutos. El técnico entonces conectado al perro al autojector, bombea la sangre de nuevo, y espera un tiempo corto para que el corazón comience a trabajar de nuevo. Según el narrador, estos perros fueron resucitados y llevaron una vida normal después de su terrible experiencia en la mesa de operaciones. Por desgracia, las cosas no siempre son lo que parecen.

“Experiments in the Revival of Organisms” no deja de tener sus detractores. Muchos argumentan que la película es, en el mejor de los casos propaganda soviética exagerada, o en el peor una falsificación. Al ver la película en sí, está claro que no hay manera de probar muchas de las cosas que se muestran. Debido a que las escenas son muy ajustadas, cambian con frecuencia, y la propia cámara nunca se mueve, que obstinadamente se resiste a cualquier intento de análisis científico. Por sí mismo, “Experiments in the Revival of Organisms” nunca terminaría de satisfacer a una persona a menos, claro, que esté predispuesta a creer en la cinta.

Indagando un poco más en los detalles de la investigación de Bryukhonenko, dos omisiones poco estratégicas se hacen evidentes. La cabeza cortada sólo sobrevivió durante unos minutos con la circulación artificial, a diferencia de las horas que argumentó el narrador. Los perros resucitados resultaron con el cerebro dañado y por lo general no vivieron más que unos pocos días, en lugar de los años de felicidad y virilidad que los sujetos de prueba de la película habían experimentado. Todo esto, sin embargo, debe ser sopesado contra el hecho de que la investigación de Bryukhonenko directamente contribuyo a grandes avances en el campo de la vida artificial, de apoyo y en el trasplante de órganos. Sus experimentos fueron un gran éxito, pero al parecer no lo suficientemente exitosos como para llegar al público en general sin un montón de aderezo y fantasía. Por sus contribuciones a la medicina soviética, se le concedió a título póstumo el Premio Lenin.

Por desgracia para el mejor amigo del hombre, los soviéticos no terminaron del todo con sus experimentos. No mucho tiempo después del trabajo de Bryukhonenko, Vladimir Demikhov decidió que la experimentación sobre la cabeza de un perro no era suficiente. Demikhov ya era un científico famoso por su trabajo anterior en los trasplantes de órganos caninos, su investigación fue parte integrante en demostrar que los trasplantes de órganos en los seres humanos eran una posibilidad realista. Por eso, en 1954, sorprendiendo al mundo dio a conocer el primer perro de dos cabezas creado quirúrgicamente. Se trataba de injertar la cabeza de un cachorro, y a veces partes de su cuerpo superior, a una raza de perro grande totalmente adulto. De alguna manera logrando eliminar lo “raro” de los experimentos de Bryukhonenko, Demikhov ofreció algunas imágenes convincentes para apoyar sus afirmaciones científicas. A diferencia de “Experiments in the Revival of Organisms“, las imágenes de los perros de dos cabezas eran filmadas a menudo en lugares públicos, e incluían más escenas sin cortar. Estos factores prestan a las películas de Demikhov un poco más de legitimidad, aunque el engaño sin duda sigue siendo posible.

Para no ser menos que sus rivales al otro lado del oceano, los Estados Unidos emprendieron sus propios experimentos que implicaban conectar o intercambiar partes del cuerpo. Un contemporáneo de Bryukhonenko llamado Robert E. Cornish hizo su propia investigación y ganó su propio tipo de fama en el área de resucitar perros muertos. Él utilizó una técnica que consiste en mezclas químicas y un mecanismo de mucho menos tecnología para la circulación artificial. Al momento que cortaba los cuerpos, y para mantener la circulación de la sangre, Cornish inyectaba a los perros con una mezcla anticoagulante y adrenalina. Aunque sus primeros dos experimentos fracasaron, finalmente logró revivir los perros asfixiados. Cornish, ya sea por humor o arrogancia, llamó a cada uno de sus perros de prueba “Lázaro”. Al igual que Bryukhonenko, los perros Lázaros fueron severamente dañados del cerebro y resultaron ciegos. Vivieron durante meses con Cornish. A diferencia de Bryukhonenko, Cornish no era considerado como un héroe por sus compañeros. De hecho, finalmente se vio obligado a dimitir de su cargo en la investigación de la UC Berkeley, probablemente debido al cuestionable mérito de crear perros zombis y el medio favorable que cubría su trabajo.

En la década de 1960 y de los 70, Robert J. White de Cleveland, Ohio se puso en el mapa del mundo científico con su investigación sobre el éxito del trasplante de órganos y partes del cuerpo. En la década de 1960 creó un perro de dos cerebros, para demostrar que el cerebro era un órgano “inmunológicamente sano”. A diferencia del corazón o el riñón, el cerebro puede ser transplantado con poca probabilidad de que el órgano sea rechazado por el cuerpo. En la continuación de esta investigación, en 1970 White y su equipo lograron trasplantar con éxito la cabeza de un mono al cuerpo de otro. Con la incapacidad de los científicos para volver a colocar los nervios seccionados del animal, este quedo paralizado del cuello para abajo. Es comprensible el enojó del mono al despertar, la primera acción del primate fue un intento de morder al científico que trabaja cerca de él. Pronto quedó claro que el mono de prueba mantuvo el control total sobre todo por encima del cuello, y fue capaz de parpadear, comer y mover sus músculos faciales. En la medida en que su cabeza estaba concinete, era como si la operación no hubiera existido.

Es difícil de imaginar que experimentos como estos se lleven a cabo en el siglo XXI. Con la llegada de los derechos de los animales y la creciente preocupación por la situación de los mamíferos como sujetos de prueba, un mundo que toleraban tales experimentos éticamente ambiguos se está convirtiendo rápidamente en una cosa del pasado. Sin embargo, el trabajo de estos científicos “locos”, aunque tal vez poco atractivo para la mayoría de nosotros, en realidad ha hecho mucho por el mundo médico. El Autojector de Bryukhonenko allanó el camino para nuestras modernas máquinas de soporte de vida artificial, y los experimentos de White de trasplantes de órganos ayudaron a entender mejor la capacidad fisiológica del organismo para adaptarse. Junto con el trabajo de otros pioneros médicos, este trabajo condujo en última instancia a la creación y el éxito continuo de las cirugías que damos por sentado hoy en día. Sin estos hombres, la conjetura de la vida artificial o el trasplante de corazón hubieran quedado solamente en un supuesto. Uno debe preguntarse qué avances médicos se vislumbran en el horizonte, y cuáles valen las vidas perdidas para descubrirlos.

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