martes, 31 de mayo de 2016

El milagro del cojo de Calanda



Muy cerca del templo de la actual Parroquia de San Vicente Ferrer de Castellón, en el año 1637, ocurrió un accidente como consecuencia del cual el jover Miguel Juan Pellicer iba a perder una pierna, que le fue amputada poco después. Miguel Juan, de veinte años de edad, y natural de Calanda, había venido a Castellón, a la casa de su tío Jaime Blasco, para ayudarlo en las taréas agrícolas. En uno de los caminos rurales cercanos a Castellón, Miguel Juan cayó del carro y una de las ruedas le pasó sobre la pierna derecha. Así comenzó el que luego fue conocido como el milagro del Cojo de Calanda.


En el pueblo aragonés de Calanda, entre las diez y las once de la noche del 29 de marzo de 1640, sucedió un hecho extraordinario. Por intercesión de Nuestra Señora del Pilar, al joven campesino Miguel Juan Pellicer le fue restituida de modo repentino la pierna derecha, que le había sido amputada hacía ya más de dos años y que estaba enterrada en el cementerio de un hospital. Vamos a explicar a continuación este hecho tan asombroso, que muy bien ha podido ser calificado por el conocido escritor italiano Vittorio Messori como "el gran milagro".


Según resulta de los libros de la parroquia de Calanda, Miguel Juan Pellicer fue bautizado el 25 de marzo de 1617, fecha que, seguramente, corresponde también a la fecha de su nacimiento. Miguel Juan fue el segundo de ocho hermanos de una familia de labradores modestos. Su educación debió reducirse a una catequesis oral, porque fue analfabeto toda su vida.

Cuando Miguel Juan Pellicer cumplió diecinueve años dejó por su propia voluntad la casa paterna y se trasladó a Castellón de la Plana, a la casa de su tío materno, Jaime Blasco.


El accidente a raíz del cual Miguel Juan Pellicer perdería su pierna ocurrió el año 1637. Miguel Juan, que contaba entonces veinte años, volvía a la casa de su tío conduciendo un carro de dos ruedas tirado por dos mulas cargado de trigo. En un momento determinado el joven cayó y una de las ruedas del carro le pasó sobre la pierna derecha, por debajo de la rodilla, fracturándole la tibia en su parte central.

Miguel Juan fue llevado por su tío Jaime Blasco primero a Castellón, pero a la vista de la gravedad de la herida, fue llevado luego al Hospital Real de Valencia. En los registros del Hospital Real de Valencia consta que fue ingresado el 3 de agosto de 1637 y que permaneció en el mismo cinco días, en los cuales, según los archivos "le aplicaron algunos remedios que no aprovecharon".


Al no poder curar sus heridas, Miguel Juan Pellicer decidió volver a Zaragoza para que su pierna fuera examinada en el hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia, el cual tenía mucha fama. El viaje desde Valencia a Zaragoza duró más de cincuenta días y debió ser muy penoso, a causa de la pierna fracturada.

Miguel Juan llegó finalmente a Zaragoza a principios de octubre de 1637. Previamente había recorrido el camino real que pasaba por Teruel, evitando pasar por Calanda, pues le daba vergüenza que su familia lo viera en tan lamentable estado.


Cuando llegó a Zaragoza Miguel Juan primero pasó por el santuario del Pilar, donde confesó y comulgó, y luego consiguió ser admitido en el Real Hospital de Nuestra Señora de Gracia. En el hospital los médicos determinaron que dado el avanzado estado de la gangrena y la ineficacia de los tratamientos aplicados, el único medio para salvarle la vida era amputarle la pierna.

En su posterior declaración ante los jueces, los cirujanos que practicaron la amputación señalaron que la pierna estaba muy flemorizada y gangrenada, hasta el extremo de que parecía negra. A la vista de ello, se reunieron en consulta los cirujanos del hospital, entre ellos el director de la sección Juan de Estanga y los médicos Diego Millaruelo y Miguel Beltrán (que luego declararían en el proceso del milagro), y se decidió que procedía amputar la pierna. A mediados de octubre, fueron los doctores Estanga y Millaruelo los que practicaron la amputación, cortando la pierna derecha cuatro dedos mas abajo de la rodilla y procedieron inmediatamente a la cauterización. La operación se realizó con una sierra y un cincel, para a continuación aplicar un hierro candente. En el transcurso de la operación, según relataron luego los testigos, el paciente estuvo encomendándose a la Virgen del Pilar.


Realizada la amputación, el joven practicante Juan Lorenzo García recogió del suelo la pierna y la depositó en la capilla donde se colocaban los cadáveres, desde donde, luego, y ayudado por un compañero, el practicante enterró la pierna en el lugar del cementerio del hospital habilitado para ese menester.

Tras unos meses de estancia en el hospital, Miguel Juan, arrastrándose con los codos, se acercó al santuario del Pilar para dar las gracias a la Virgen por haberse salvado la vida.

Después varios meses de convalecencia en el hospital, en la primavera de 1638 Miguel Juan Pellicer salió de allí de forma definitiva. Para ganarse el sustento, tuvo que hacerse mendigo, consiguiendo para ello el necesario permiso del Cabildo de canónigos de Santuario del Pilar. Así, Miguel Juan se hizo muy popular en el santuario del Pilar, por pedir limosna de modo habitual en la puerta del templo que daba al Ebro.


Miguel Juan tenía la llaga al descubierto y cada mañana, después de asistir a misa con devoción, conseguía un poco de aceite de las lámparas de la capilla y con él se restregaba el muñón de la pierna.

En la primavera de 1640, Miguel Juan Pellicer decidió volver a Calanda junto a sus padres. Esta decisión la tomó luego de que lo reconocieran, mientras pedía limosna, varios de sus paisanos, en concreto dos sacerdotes de su parroquia.

En la primera semana de marzo de 1640 Miguel Juan inició el viaje hacia Calanda, donde llegó poco después. Acogido de nuevo en el seno de su familia, Migual Juan siguió pidiendo limosna por los pueblos de alrededor, pues esa era la única ocupación posible para un lisiado como él.


El 29 de marzo de 1640 Miguel Juan Pellicer no fue a pedir limosna, sino que se quedó a ayudar en casa. En concreto, estuvo cargando estiércol a lomos de un animal. Al atardecer regresó a casa. Dos compañías de caballería del ejército real habían llegado ese día al pueblo de Calanda, de paso hacia la frontera de Francia. Tal y como era habitual en aquella época, las distintas familias del pueblo tenían que alojar de modo forzoso a estos soldados. De este modo, la casa de los Pellicer tuvo que alojar a un soldado de caballeria. Por tal motivo, Miguel Juan tuvo que ceder su habitación a este soldado, y su madre preparó un camastro en el suelo, junto a la cama de matrimonio.

A las 10 de la noche del día 29 de marzo de 1640, después de cenar, Miguel Juan se fue a dormir, despidiéndose del resto de familiares y vecinos que estaban de tertulia en el comedor. Antes de irse a dormir el tullido se quejó más de lo habitual del dolor que le ocasionaba el muñón.


Poco antes de las once de la noche la madre de Miguel Juan entró con un candil en la mano en la habitación de matrimonio. Fue entonces cuando observó extrañada que no sobresalían un pie sino dos debajo de la manta en la que se cubría su hijo. La madre llamó al resto de personas que estaban en la casa, los cuales pudieron comprobar con sorpresa que a Miguel Juan la había vuelto a crecer la pierna derecha que le habían amputado unos años antes en Zaragoza.


Según afirmaron el proceso posterior los testigos presenciales, Miguel Juan no dudó en atribuir su curación a la intercesión de la Virgen del Pilar. Testigos inmediatos de la curación fueron, además de sus padres y hermanos, el soldado que estaba alojado en la casa y los vecinos de la casa Miguel Barrachina y Úrsula Means. A las pocas horas, extendida la noticia por toda Calanda, se presentaron en la casa las personas más destacadas de la localidad (el alcalde y el juez, entre otros), así como los dos cirujanos del pueblo, Juan de Ribera y Jusepe Nebot, que certificaron el hecho como médicos. Luego se organizó el joven Pellicer fue acompañado por todo el pueblo a la iglesia parroquial donde, según los documentos del proceso de reconocimiento del milagro, los vecinos "se admiraron de verlo con la pierna derecho por haberlo visto el día antecedente y otros muchos sin ella".


El día 30 de marzo de 1640 los soldados que habían permanecido alojados en Calanda continuaron su marcha, abandonando el pueblo. Por donde pasaron estos soldados fueron contando lo que había pasado con la pierna amputada de Miguel Juan. Fue así como la noticia llegó a Mazaleón, una localidad situada al este de Calanda. El párroco de Mazaleón, al oír lo que le contaban no se lo pensó dos veces y decidió personarse en Calanda acompañado de su vicario de del notario real de Mazaleón, el doctor Miguel Andreu. Esta comisión llegó a Calanda el 1 de abril de 1640 y allí el notario procedió a levantar acta sobre lo sucedido. Nunca ningún milagro ha tenido un testimonio tan elocuente como el de un acta notarial levantada el día siguiente de los hechos.


Fue tan espectacular este milagro que en mucho tiempo en España entera no se habló de otra cosa. La Iglesia abrió un exhaustivo procedimiento para investigar los hechos, en el que declararon una larga lista de testigos cualificados, entre ellos los cirujanos que le amputaron la pierna, todos los cuales declararon bajo juramento. Tras este proceso, el 27 de abril de 1641 el arzobispo de Zaragoza dictó una sentencia declarando milagrosa la restitución súbita a Miguel Juan Pellicer de su pierna derecha amputada.

El Rey Felipe IV fue inmediatamente informado de este espectacular milagro. No solo eso. Tiempo después el joven Pellicer fue recibido por el Rey en audiencia. El Rey de postró ante la pierna del hasta hacía poco pobre mendigo y en señal de veneración la besó.


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lunes, 30 de mayo de 2016

La horrenda historia de Ilse Koch



Decía el Marques de Sade que la crueldad, lejos de ser un vicio, es el primer sentimiento que imprime en nosotros la naturaleza. Son la educación y el adiestramiento lo que nos hace racionalmente bondadosos. Alguien dejó en el baúl de sus obligaciones la instrucción completa de la señora Ilse Koch, compendio humano de maldad e iniquidad infinita, que regentó -consorte y sádicamente- el campo de concentración de Burchenwald al tiempo que daba rienda a sus pasiones: la colección de tatuajes descuajados y objetos fabricados con despojos humanos.


Poco se sabe de la infancia y adolescencia de este infame personaje; alimentado a posteriori por falsas películas y leyendas del movimiento sádico y fantasioso, propias de fábulas adolescentes. Sin embargo, sí hay datos tan objetivos como oficiales fruto de la documentación escrita y fotográfica de los procesos jurídicos que cerraron el holocausto y de los testimonios de sus protagonistas. La ‘pesca ecuánime’ no ha sido fácil, pero sí ayudará a descifrar la verdadera y cruel pasión de la señorita Koch.


Ilse Koch (1906-1967) nació en el seno de una familia de clase media en el Dresde de principios del siglo XX. No hay datos para barruntar una educación privilegiada en la Universidad de la Tortura. Simplemente era una chica normal que se curtió en la Alemania de la posguerra y tropezó con el mal cuando sólo pretendía salir de la pobreza.


A los 15 años, después de estudiar contabilidad, comenzó a regentar los nichos nacionalsocialistas para vestirse de secretaria y poner a prueba su formación. Y digo ‘vestirse’ porque la belleza de la señorita Koch cautivó el conciliábulo de más de un oficial de las SS, atajando en el atroz destino de ‘La pelirroja de Buchewand‘. En uno de esos encuentros programados, la señorita Korch (nacida Ilse Köhler), encontró su horma en la crueldad más vehemente. Era 1934 cuando conoció a Karl Otto Koch, sanguinario coronel y posteriormente primer comandante del campo de concentración de Buchenwald, con quien se casaría dos años después pasando rápidamente del ‘campesinado’ al ‘burguesismo’ de primera fila.

Comenzó de secretaria en las oficinas del campo para pronto participar en sus primeros escarceos sádico-monstruosos. Evidentemente adiestrado por la ‘sutileza’ de su maestro y coronel en placeres terrenales.


” […] Era una mujer muy hermosa de largos y rojos cabellos, pero con la suficiente sangre fría como para disparar a cualquier preso en cualquier momento. Tenía en mente fabricar una pequeña lámpara de piel humana, y un día en el ‘Appellplatz’ se nos ordenó a todos desnudarnos hasta la cintura. Los que tenían tatuajes interesantes fueron llevados ante ella, para escoger los que le gustaban. Esos presos murieron y con sus pieles se hicieron lámparas para ella. También utilizaron pulgares momificados como interruptores […] ” Kurt Glass, preso jardinero de los Koch y testigo en los juicios de Dachau de 1947


El tema de la lámparas de piel humana es uno de los más controvertidos del extraño currículo de ‘La Bruja de Buchewand‘ o ‘Zorra de Buchewand’, como la bautizaron sus sometidos. Si bien aparece en las fotos de los objetos incautados a los Koch durante el desahucio y liberación del campo, las pruebas del informe forense que se hizo para verificar y confirmar el origen ‘humano’ de las pieles como peritaje judicial en los procesos de Dachau, sólo incluyeron tres trozos de uno de los tatuajes descuajados más famosos; por lo que no hay evidencias científicas (si visuales y de aspecto) que valorasen las morbosas ‘pantallas’. Pero de ahí a desmontar por completo el sangriento historial de los Koch mediante el ‘negacionismo radical’ de todo atisbo de realidad demuestra la coexistencia eterna del carácter conspiranoico del sector antisemita. Durante la liberación del campo el propio director Billy Wilder realizó un documental sobre el estado y los objetos encontrados en el campo. La imagen de la mesa con los tatuajes, las cabezas disecadas y la ‘supuesta’ lámpara dio la vuelta al mundo y se convirtió en símbolo de la barbarie.


La señora Koch acostumbraba a despojarse de su crueldad adobando su crudo cuerpo ‘ario’ en obscenos baños diarios de vino importado de Madeira, mientras a escasos metros sus ‘esclavos’ sobrevivían hundiendo sus afilados omóplatos en los catres podridos. Pero pronto descubrió que era el ejercicio de su sádica jerarquía lo que la hacía subjetivamente más ‘bella’. Todo los días se mezclaba por sorpresa entre los escuálidos prisioneros para azotar a mano-látigo y burlarse de su aspecto físico mientras dilataba pupilas y aceleraba involuntariamente el pulso. Koch tenía a su cargo a 22 mujeres de las SS y a más de 500 prisioneras de confianza que colaboraban en el control de sus rutinas. Muchos de los reclusos ofrecieron testimonios escalofriantes sobre la opresión sistemática en el campo:

“[…] Me llamó el Dr. Konrad Morgen, que por entonces dirigía una investigación, para que declarara como testigo. Por supuesto evité hacer una declaración incriminatoria porque sabía que si lo hacía se me condenaría irremediablemente a muerte. En particular, se me preguntó si Koch había satisfecho sus perversos deseos conmigo (usaba un pequeño palo para golpearle en el pene al prisionero al que ordenaba que se lo mostrara); pude contestar que no en buena conciencia […]” Kurt Dietz en “El mozo de Koch”


Además de su eterna fascinación por el cuero humano, que la hacía coleccionar retales enmarcados con los mejores diseños arrancados tras una inyección de fenol a sus esclavos; según los testimonios, la señora Koch disfrutaba azuzando a los perros para que atosigaran a las reclusas embarazadas por el placer de verlas gritar y correr con dificultad. Además le encantaba dirigir orgías lésbicas con las esposas de todos los oficiales del campo convirtiendo el placer y el dolor en hábitos dominantes de su ajetreada existencia.

La mejor evidencia que demuestra los atrofiados comportamientos de los Koch es un documento interno de las SS dirigido a la enfermería del campo para frenar la publicidad de los abusos, atrocidades y excesos que se cometían en los procesos de confesión y extorsión de los internos. El corazón mismo de la barbarie pedía clemencia y prudencia a sus propios soldados de doctrina. Suplicando que no exhibieran también los ‘trofeos’ de piel humana.


Durante los juicios de Nuremberg de 1945 se presentaron como evidencias dos ‘cabezas reducidas’ (ver vídeo y fotos) confiscadas en la dirección del campo de Buchenwald. Otra de las atrocidades auspiciada por la familia Koch y ejecutada por la dirección del departamento de ‘Patología’ a las órdenes del Dr. Erich Wagner. Falso científico y oficial de las SS encargado de las sucias labores de despojos y carnicerías.

Pero ya antes, en 1941, el matrimonio Koch tuvo que rendir cuentas ante un tribunal de las SS – dirigido por el Dr. Konrad Morgen– por crueldad excesiva y deshonor. El propio Karl fue condenado, más tarde, por fraude en la administración de fondos del Tercer Reich al desviar el dinero confiscado a los prisioneros a sus propias cuentas. Se demostró también que el coronel mandó asesinar al médico y a su asistente para evitar que divulgaran el diagnóstico de su indigno padecimiento: Sífilis. El Tercer Reich podía aceptar antes la ponzoña del sadismo pero no la malversación de sus propias riquezas y el ejercicio de la justicia subjetiva. Fue ejecutado el 5 de Abril de 1945 una semana antes de que los aliados liberaran el campo. La señora Koch se libró y fue exonerada por jerarquía. De momento.


Tras la liberación del campo, ‘La bruja pelirroja’ fue juzgada y condenada a cadena perpetua en el proceso de Dachau por un tribunal americano. Su pena fue conmutada en 1948 por el general Lucius D. Clay a 4 años de prisión por no existir pruebas contundentes que relacionaran los objetos encontrados con su conducta enfermiza, provocando un escándalo internacional. Tampoco se confió en primera instancia en el valor de los testimonios aportados por los reclusos ni en el famoso diario forrado con piel judía desaparecido. Nunca se encontró.

“Comenzó a dar caminatas entre los prisioneros y a disfrutar azotándolos ella misma. Trataba peor a quienes consideraba más feos. Era la esposa del comandante y nadie la objetaba. Con el tiempo optó por fabricar abrigos, lamparás o billeteras con la pieles humanas de sus víctimas […]“ Fiscal del juicio contra Ilse Koch. 1951


Sólo cuatro días más tarde del excarcelamiento el senado norteamericano inició una nueva investigación y proceso de nuevo a Ilse Koch, condenándola a cadena perpetua en 1951. En 1967 la ‘Zorra de Buchewand’ se suicida colgándose de unas sábanas anudadas en la cárcel bávara de Aichach sin mostrar arrepentimiento alguno y después de escribir:

“No hay otra salida para mí, la muerte es la única liberación”

Cinco piezas de piel tatuada provenientes de Buchenwald se conservan hoy en el “National Museum of Health and Medicine” de Washington. Tres han sido identificadas como ‘muestras humanas’ y la otra está pendiente de revisión. Otra pieza que se conserva en el ‘Archivo Nacional’ fue catalogada como parte de una lámpara por el patrón de corte y los agujeros equidistantes de sus bordes. Pero no hay pruebas fidedignas de que ese fuera su cruel destino.


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domingo, 29 de mayo de 2016

La extraña historia de la familia Perron



Andrea Perron tenía tan sólo once años cuando se mudó a la granja, conocida como la finca de Arnold, con sus padres y sus cuatro hermanas menores. Ella fue la responsable de escribir un libro sobre las experiencias paranormales aterradoras de su familia en la casa, desde 1970 hasta 1980 llamada “Casa de la Oscuridad, Casa de la Luz: La verdadera historia”. Andrea guardó todas las experiencias durante tres décadas, hasta que finalmente se decidió publicar su primer trabajo, que marca el primer libro de una serie de tres partes que narra la terrible historia de su familia, viviendo en una casa llena de espíritus en el solitario paisaje de Rhode Island.


Roger y Carolyn Perron compraron la casa de sus sueños en los meses de invierno de 1970. Lo que no sabían es que esta casa tenía tras de sí una larga historia de muertes, ya que dos antiguos residentes de la casa se ahorcaron ellos mismos de una de las vigas del granero. Como muchos jóvenes matrimonios, estaban muy ilusionados con la nueva adquisición y mudanza a la nueva casa. Sin embargo, una vez que la familia Perron empezó a vivir en la casa, comenzaron a ocurrir situaciones más allá de lo comprensible.


“Era un lugar extraordinario. Empezamos a ver espíritus, tan pronto como nos mudamos a la casa. La mayoría de ellos eran benignos, incluso algunos de ellos ni siquiera parecía darse cuenta de que estábamos allí, pero la verdad es que ocho generaciones de familias vivieron y murieron en esa casa antes de nuestra llegada, y algunos de ellos nunca se fueron”, según explico Andrea.


Al principio muchos de ellos parecían ser inofensivos, entre ellos se encontraba una mujer que se dedicaba a oler las flores y frutas de los árboles del jardín, otro que por las noches se inclinaba sobre las niñas para darles un beso de buenas noches o el que cogía una escoba y se dedicaba a barrer el suelo de la cocina. Todos los fenómenos paranormales que pueden producirse en una casa parecían estar sucediendo en la de la familia Perron, como objetos que se movían por su cuenta, misteriosos golpes en las puertas, o extraños susurros durante toda la noche. Según explicó la familia, probablemente el fenómeno más aterrador, era el sonido de algo que tenía la costumbre de golpear la puerta principal de la casa por la noche, despertando a toda la familia.


“Uno de los espíritus se llamaba ‘Manny’, él era un alma compasiva. Creemos que en realidad era Johnny Arnold, que se suicidó en el granero de la casa en el 1800. Vigilaba la casa y cuidaba de nosotros. Siempre se aparecía en el mismo lugar, en el pasillo del frente entre el comedor y la cocina. La aparición fantasmal siempre se apoyaba contra la puerta y ponía una sonrisa torcida como si él se estuviera divirtiendo con los niños. Tan pronto como lo veíamos e hacíamos contacto visual, él desparecía.”


Pero no fueron los únicos en experimentar todo estos fenómenos, porque la familia que vivió en la casa antes de los Perron también compartieron fenómenos ciertamente aterradores, como relata Andrea Perron en su libro: “Todos los que han vivido en la casa que conocemos han experimentado algún tipo de fenómenos sobrenaturales”, dijo Perron. “Algunos incluso han salido gritando y corriendo temiendo por sus vidas. Un hombre que se acercó para comenzar la restauración de la casa salió gritando, sin su coche, sin sus herramientas, sin su ropa. Nunca regresó a la casa a por nada”


En la actualidad, Los Perron recuerdan perfectamente las características de las entidades que veían. A veces, los espíritus parecían opacos, entidades aparentemente sólidas, y otras veces eran translúcidos o en forma de niebla. También afirmaron que los espíritus se comunicaban con los miembros de la familia, pero no era a través del habla, sino con la telepatía. Cindy, una de las hermanas de Andrea, lo describió como estar “en una burbuja”. El aire se comprimía y de repente se quedaban sin poder moverse o hablar, solamente escuchaban lo que el espíritu estaba tratando de decir.


Después de sufrir todo estos episodios, que en algunos casos eran violentos, Roger y Carolyn Perron se pusieron en contacto Ed y Lorraine Warren, unos investigadores paranormales. Ed Warren fue un notable demonólogo, autor y escritor. 


Su mujer, Lorraine Warren es una clarividente profesional y médium que trabajaba junto a su marido. Los Warren fundaron en 1952 la Sociedad de Investigación Psíquica de Nueva Inglaterra (New England Society for Psychic Research) y abrieron el Museo del Ocultismo. 


Ambos son autores de numerosos libros especializados en lo paranormal y en sus investigaciones privadas han alegado haber investigado cerca de 10.000 casos de fenómenos paranormales durante toda su carrera. Entre sus casos destacan su investigación en Amityville, siendo de los primeros investigadores que pisaron la casa.


Los Warren hicieron una investigación de la actividad sobrenatural en la casa mientras la familia vivía allí, en un intento de ayudar a los Perron. 


Durante una sesión de espiritismo, algo salió ciertamente mal, despertando y evocando una terrible presencia, que la señora Warren tenía la creencia de que se trataba de Bathsheba, a la que describió como un “alma olvidada de Dios”, y de quien se sospechaba practicaba brujería en los alrededores, cien años antes de que los Perron se mudaran a la granja.


Bathsheba quería el control sobre Carolyn Perron, ya que el espíritu se creía la dueña legítima de la casa. Pero el espíritu deseaba a Roger el padre de familia y codiciaba a los cinco hijos. 


Carolyn explico que el espíritu se le acercaba por la noche y la describía como un ser con una cara espantosa, deforme y con el cuello roto. Según la leyenda local y el folclore, Bathsheba era sospechosa de ser una bruja practicante y fue acusada de sacrificar a un niño lactante como una ofrenda a Dovahkiin, el diablo encarnado. 


Más de dos docenas de muertes misteriosas y trágicas ocurrieron en la propiedad, pero a pesar de que fue absuelta de toda culpa en una sala de justicia ella siempre fue culpable ante la opinión pública.


 Bathsheba vivió una vida miserable y murió anciana en 1.885 de una extraña forma de parálisis, que según el médico forense que la examinó dijo que era “impresionante y completamente inexplicable”.


Los Perron se quedaron en la casa durante diez años más antes de poder marcharse definitivamente, pero los horribles fenómenos que ocurrieron dentro de las paredes de la casa se quedaron con ellos para siempre.


La última incursión del conocido director James Wan (Saw, Insidious) en el campo de lo paranormal le lleva directamente a su última película “Expediente Warren: The Conjuring”, basada en la historia real de la investigación llevada a cabo por los parapsicólogos Lorraine y Ed Warren a principios de 1970 en la granja familiar de la familia Perron en Harrisville, Rhode Island.


La casa real y el granero siguen en pie, llamada “Old Brook Farm”. La propiedad se encuentra en 1677 Round Top Rd, Harrisiville, Rhode Island. Los actuales propietarios de “Old Brook Farm” aseguran ser testigos de experiencias menos intensas como regulares “portazos”, pisadas o el sonido de personas hablando en otras habitaciones. 


 Lorraine Warren, investigadora del caso de la familia, actualmente tiene 86 años de edad y asistió en la producción de la película, aportando detalles y memorias de su experiencia personal hace 40 años.


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