lunes, 30 de octubre de 2017

Leyenda del auto de James Dean



La muerte de Dean, el 30 de septiembre de 1955, dejó a EEUU huérfano de uno de sus ídolos más venerados, un actor que con solo tres películas conquistó la inmortalidad, Al este del Edén, Rebelde sin causa y Gigante (las dos últimas estrenadas a título póstumo).

Dean tenía 24 años y se convirtió en la primera estrella trágica del Hollywood clásico. El impacto de su muerte se tradujo en un ataque de histeria colectiva entre los jóvenes, para quienes James era, más que un actor, una forma de entender la vida. El cóctel de fama, juventud, carácter rebelde, polémico e inconformista, y una muerte tan precoz dieron como resultado el nacimiento de un mito. Con su trágico final, se había cumplido una de las frases que se le atribuyen: "Vive rápido, muere joven y deja un hermoso cadáver". La leyenda del coche en el que murió forma parte del folclore de Hollywood y pudo haber sido alimentada por George Barris, el "tuneador" del famoso Porsche.

La muerte de James fue el resultado de un cúmulo de coincidencias. De hecho, el famoso Porsche no era el coche que él deseaba. James había encargado un Lotus MK X, cuya entrega se retrasó. La impaciencia del actor por regresar al mundo de las carreras –quería participar en una que se celebraba al cabo de unos días en Paso de Robles, cerca de Salinas, California– tras haber finalizado el rodaje de Gigante le llevó a quedarse con el Porsche 550 Spyder, del que se habían fabricado sólo 90 unidades, que le ofrecieron mientras duraba la espera.

El Spyder, un vehículo de aluminio, que apenas pesaba 600 kilos y podía alcanzar sin dificultad los 220 kilómetros por hora, fue tuneado por su amigo George Barris, el creador del primer Batmóvil de la historia, que, siguiendo los deseos de la estrella, le puso asientos de tela escocesa y le pintó el número 130 en la carrocería y dos franjas rojas en la parte trasera del auto, sobre las ruedas. James Dean bautizó a aquella joya de las carreras Little Bastard (Pequeño Bastardo) por la dificultad que suponía conducirlo. Y aún así…

VIAJE HACIA LA MUERTE

Dean estrenó su flamante Spyder el 21 de septiembre de 1955 y dos días más tarde, al coincidir con Alec Guinness en un restaurante, le enseñó su nueva adquisición. El británico, muy visionario, le dijo que aquel biplaza le parecía algo «siniestro», y que no debería conducirlo, porque podría acabar muerto en una semana (que es exactamente lo que ocurrió). No fue el único que notó algo extraño en el Porsche. Ursula Andress ni siquiera se atrevió a subirse y Eartha Kitt comentó que aquel automóvil le transmitía muy malas sensaciones. El 30 de septiembre, James puso rumbo a paso de Robles, para participar en una carrera. Viajaba en compañía de su amigo Bill Hickman, conduciendo una ranchera que remolcaba el Porsche 550, mientras que su mecánico, Rolf Wuetherich, y el fotógrafo Sandford Roth, iban en otro auto. Pero, de nuevo, la impaciencia de Dean le hizo cambiar de planes. Se bajó de la ranchera y se puso al volante de Little Bastard con la excusa de irse acostumbrando a su conducción antes de la carrera. Rolf subió con él.

A pesar de la advertencia de un policía de tráfico que les paró por exceso de velocidad dos horas antes del siniestro, James apenas levantó el pie del acelerador hasta el cruce de la Ruta 41 con la 466. Allí el Ford Custom Tudor que conducía el joven estudiante Donald Turnupspeed chocó con el Porsche, que en aquel momento iba a una velocidad de 89 kilómetros por hora. James no pudo frenar y Little Bastard se estrelló contra un poste quedando convertido en un amasijo de metal. El actor murió camino del hospital; Rolf Wuetherich salió disparado del Spyder y sufrió varias lesiones (moriría en 1981 en un accidente de circulación en Alemania), pero ninguna de gravedad, y el estudiante sufrió heridas leves.

LA LEYENDA NEGRA DE LITTLE BASTARD: ¿INVENCIÓN O REALIDAD?

Little Bastard comenzó entonces un largo y maldito viaje que, según la leyenda, acabó dejando una estela de cadáveres y heridos entre 1956 y 1960, momento en el que se perdió el rastro sobre su paradero. Cuenta Warren Beath, archivista y autor, que la maldición de Little Bastard fue una invención de George Barris, que se quedó los restos del coche de su amigo y tenía un interés obvio en alimentar aquel sortilegio con la intención de aumentar el valor de aquella ruina automovilística. Por otro lado, el historiador de Porsche Lee Raskin, autor de los libros James Dean, on the road to Salinas y James Dean: at speed, ha asegurado que gran parte de lo que se ha escrito sobre esta maldición tiene su origen en el libro del propio Barris Cars os the stars, que publicó en 1974. Así que, aunque la maldición está viva en el folclore, tenemos que acercarnos a ella como si fuera un "divertimento pop" capaz de inspirar una película del peor director de todos los tiempos, Ed Wood.

Pero… basta ya de punto muerto. Veamos qué hemos encontrado acerca del mito y la maldición de Little Bastard. Cuenta la leyenda que después de que George Barris comprara lo que quedaba del Porsche por 2.500 dólares, éste fue trasladado a su taller y, al bajarlo, las cuerdas que lo sostenían se rompieron. El deportivo cayó sobre uno de los mecánicos de Barris y le rompió las dos piernas.

Tras el susto, George lo desguazó y empezó a vender las piezas por separado: el motor, a Troy McHenry; el chasis, a William Eschrid, los dos, apasionados de las carreras, y las ruedas, a un joven de Nueva York. El 21 de octubre de 1956, McHenry y Eschrid participaron en una carrera con las piezas de Little Bastard en sus respectivo coches. El primero perdió el control de su vehículo, chocó contra un árbol y perdió la vida allí mismo, mientras que Eschrid resultó gravemente herido tras sufrir un accidente en una curva del circuito. Cuentan, además, que el joven que adquirió las ruedas tuvo un extraño percance cuando se le reventaron las dos a la vez y acabó en una cuneta.

Tampoco los ladrones se salvaron de esta supuesta maldición. Mientras el coche estaba en el garaje de Barris en Fresno, un hombre perdió uno de sus brazos al intentar robar el volante y, cuando el dueño del auto, cansado de tantas desgracias, decidió aceptar la propuesta de la policía de tráfico de California, que se lo pidió para una exposición ambulante sobre los riesgos del exceso de velocidad, se produjo un incendio en su garaje. Todos los coches quedaron carbonizados. ¿Todos? No. Sólo uno sobrevivió: Little Bastard. Poco después y estando expuesto en un instituto de Sacramento, el que fue adecuadamente rebautizado como el Porsche del Averno, se desplomó de su pedestal rompiéndole la cadera a un estudiante. No hay foto ni datos del joven.

Y no acaba aquí la literatura sobre Little Bastard. En 1958, mientras un camión que lo transportaba estaba aparcado en una colina de Oregón, un inesperado fallo de los frenos hizo que se precipitara contra otro vehículo que había aparcado y, en 1959, cuando estaba en una exposición en Nueva Orleans, el Porsche, sin causa aparente, se desmoronó y se partió en 11 piezas. Y aquí viene lo mejor: cuando Barris recuperó el vehículo y contrató a una agencia de transporte para que se lo llevaran a su casa, el coche, según el propio Barris, desapareció. Jamás llegó a su destino.

Tan hondo ha calado este mito, que hay quien ha seguido las pistas del Porsche 550 hasta el Volvo Auto Museum de Illinois, donde, en una exhibición que coincidía con el 50 aniversario de la muerte de Dean, hallaron la que sería una de las puertas de Little Bastard. Se dice también que algunas piezas del coche están en poder de un familiar del actor –nadie sabe quién, ni dónde, ni cómo se hizo con ellas– y que, además, algunas se han vendido en ese agujero negro de memorabilias varias que es Ebay.

¿Mito? ¿Maldición? No importa si es real o es ficción. Nos ha servido de pretexto para recordar a uno de los mitos malditos del cine: un joven llamado James Dean.

jueves, 26 de octubre de 2017

Leyenda de la mujer colgada



En el pequeño pueblo de la Espiga, la vida era muy placentera, la mayoría de las personas se dedicaban a la alfarería, y recibían turistas de cuando en cuando, no solo llamados por la práctica de esta profesión, sino también por apreciar un poco el paisaje y las pintorescas casitas. A pesar de la gran disposición de que se tenía para atender a los visitantes, extrañamente no se les permitía quedarse en el pueblo después del atardecer, tenían que abandonar las calles, dormir en áreas vecinas y volver al siguiente día muy temprano.

Por supuesto algunas personas sentían curiosidad por este hecho, sin embargo, los pobladores alegaban que era por tradición, y los fuereños no insistían más, aunque no faltan aquellos irreverentes que rompen las reglas solo para salirse con la suya. En esa ocasión, se trataba de un grupo de cuatro jóvenes, quienes, aprovechando un momento de distracción, fueron a esconderse muy bien, antes de que se empezara la despedida de los visitantes.

Los jóvenes, permanecieron ahí después del atardecer, notando que, para entonces, las calles estaban completamente vacías, reinaba solamente el silencio, como si el lugar estuviera inhabitado. Así que vieron la oportunidad perfecta de hacer desmanes. Jugaron unos momentos en el parque, después intentaron entrar a los comercios del pueblo, pero todo estaba cerrado casi a piedra y lodo. En realidad, no tenían mucho por hacer, más que acabarse las bebidas que llevaban en sus mochilas, las suficientes para ponerse ebrios antes de la media noche, empezando una escandalera.

Los habitantes del pueblo les escuchaban, pero lejos de parecer molesto, lucían angustiados, tallándose las manos, sobándose la cabeza, luchando contra la necesidad de abrir la puerta, cuando alguien se acercaba a las aldabas, siempre había algún otro que tocaba su hombro e hiciera negativas con la cabeza o una firme mirada. La escena se volvía más angustiante para las personas encerradas, sobre todo cuando los gritos de festejo de los chicos, cambió el tono.

Podía percibirse en sus notas un terror profundo, tanto que terminaron arañando las puertas rogando que las abrieran, pero nadie atendió aquellas suplicas. Eso pasa cuando se desobedecen las reglas, aunque en ocasiones parezcan tontas o innecesarias, tienen su razón de ser, y estas en particular, estaban hechas para proteger a las personas de un terrible espectro vengativo, que salía cada noche en búsqueda de víctimas. La mujer ahorcada le nombraron los pobladores, porque en sus primeras apariciones, la vieron colgando de un árbol, con semblante de disgusto y la lengua de fuera. Después, empezó a recorrer las calles noche tras noche, llevaba la cuerda en sus manos, buscando poner dentro de ella algún cuello distinto al suyo.

No se sabe de dónde vino, ni se tiene idea de quien pueda ser o su relación con el pueblo, solo apareció ahí un día, raptando gente para colgarla en un árbol donde todos pudieran ver el cuerpo el día siguiente. Afortunadamente para los muchachos, incluso ese feo espectro actúa bajo reglas, y se lleva solamente una víctima, porque tiene solamente una cuerda.



lunes, 23 de octubre de 2017

Blind Maiden – La Doncella Ciega




La leyenda de Blind Maiden es una muestra de las capacidades del horror para expandir sus tentáculos y seguir generando leyendas urbanas incluso en nuestros días. Nacida en el ámbito de la era digital, esta leyenda cuenta con multitud de personas que afirman haberla vivido. Pero, ¿en qué consiste?

Se dice que existe un sitio llamado www.blindmaiden.com (Blind Maiden significa Doncella Ciega), un sitio en el que sólo puedes ingresar si cumples con los siguientes requisitos: 1) debes estar completamente solo, 2) deben ser las doce de la noche en punto y no debe haber luna, y 3) las luces de tu casa deben estar apagadas. Según he averiguado existirían también otros requisitos adicionales que no todos han oído de la leyenda conocen: 4) no deben haber artículos religiosos (crucifijos, estatuillas, rosarios) cerca, 5) debe ser un jueves 23, sea del mes que sea., 6) otras personas dicen que el sitio no es www.blindmaiden.com sino www.blaindmadelaine.com

Quienes han entrado cuentan que lo que primero aparece es un enorme flujo de imágenes perturbadoras, imágenes que en algunos casos son tan horrendas y fuera de lo habitual que, según afirman los testigos, es imposible describirlas con palabras. Pero lo más preocupante (aunque no sea lo visualmente más insoportable) es el archivo de víctimas: una serie de personas sin ojos que aparecen arrastrándose en catacumbas, en cámaras de torturas, incluso en lugares llenos de sombras que se cruzan fugazmente y emiten espantosos alaridos…

Dicen que después de aquello surge una esta pregunta: “¿Te gustaría participar en una experiencia de horror absoluto?”. Si osas acceder observarás atónito y congelado por el espanto como una macabra silueta se mueve por tu propia casa: primero en los lugares más distantes de aquel en el que estás; luego, progresivamente, irás viendo como el espectro se acerca hacia tu habitación. Una vez que entre estarás perdido pues te verás a ti mismo de espaldas en el monitor e irás sintiendo cada vez más la cercanía de aquel espíritu maldito hasta que la situación se vuelva insoportable y tú gires para ver qué hay detrás de ti…Será entonces el final de tu vida aunque en un principio no la parezca ya que lo que primero verás será el fantasma de una hermosa mujer ciega; mas luego, cuando se te acerque lo suficiente, su rostro se transformará de forma espantosa: su mandíbula se alargará y mostrará hileras de filosos colmillos ensangrentados, sus ojos primeramente blanquecinos se transformarán en dos fosas vacías y oscuras, su nariz respingada desaparecerá para dejar su lugar a dos pequeños hoyos; y sus manos se llenarán de largas garras e irán directo hacia ti para arrancarte los ojos, para condenarte a ser otro ciego atormentado en el archivo de víctimas, otro curioso que murió sin dejar más rastro que su imagen en el escurridizo registro digital de los asesinados por la Dama Ciega.

Y bueno, qué dicen: ¿se atreven a probarlo? Ya saben: nada de luces encendidas, hacerlo acompañado o crucifijos en la pared…

viernes, 20 de octubre de 2017

El diablo en el espejo


Unos amigos se reunieron aprovechando las fiestas navideñas para compartir una noche de alcohol y risas en mitad de un descampado. Como es habitual en este tipo de reuniones sin saber como empezaron a contar historias de terror y leyendas que conocían. Un par de ellos escuchaban asustados las escalofriantes historias que se contaban, pero la mayoría que ya llevaba un par de copas de mas, aprovechaban para bromear y tratar de asustar con un grito o saltando sobre los amigos cada vez que la narración hacía un silencio.

Sin embargo cuando Alberto comenzó a contar su leyenda todos se quedaron como petrificados:

“En Nochebuena, justamente a las 12 de la noche, el Diablo hace la inspección en la Tierra, la única en el año, así que si queremos verle tiene que ser ese mismo día a esa misma hora. Vete al baño, puesto que es el lugar más propicio para realizar el evento, y cierra la puerta. Enciende 12 velas, a poder ser negras, apaga la luz y sitúate enfrente del espejo. Cuando quede poco para que sean las 12, cierra los ojos y mantenlos cerrados hasta que quede sólo una campanada de las doce que deben sonar. En ese momento el Diablo se aparecerá en el espejo sólo durante un segundo”

Tras terminar su historia nadie sabía que decir, los envalentonados muchachos estaban realmente asustados porque sabían que con las fuerzas del más allá no se debe bromear y la figura del Diablo siempre ha sido una de las más temidas desde el comienzo de la humanidad.

Pero para Pablo era el momento perfecto para hacerse el machito, siempre había sido un segundón en el grupo y nadie le tomaba en cuenta por lo que era el momento perfecto para hacerse el valiente: “¡Eso es mentira y yo lo puedo demostrar cuando quieras!”

Todos se giraron a mirarle y rápidamente Alberto contestó: – ¿Si tan valiente eres por qué no lo probamos? Dentro de un par de días será Nochebuena, yo mismo pongo las velas. Pero si te echas atrás te tendrás que comer las doce velitas delante de todo el grupo en año nuevo.

-Ok, pero si lo hago y te demuestro lo contrario ¡Quien se comerá las velas serás tú por bocazas!

El grupo se rió y pasados unos minutos todo parecía haber quedado olvidado, pero para Alberto eso había sido un desafío a su autoridad como el líder del grupo y no iba a quedar así. Por lo que un par de días después se presentó en la casa de Pablo con una bolsa que contenía doce velas negras, una biblia satánica que le había prestado un amigo gótico de su hermana, un pentagrama con la cabeza de un carnero y una cámara capaz de grabar en la oscuridad que su padre guardaba en uno de los armarios como si fuera de oro. Su intención era que cuando Pablo viera lo “completo” de su ritual de invocación se echara atrás y le pidiera disculpas pero lo que no se podía esperar es que el chico reafirmado en su intención de hacerle comerse las velas frente a todos en la fiesta de Año Nuevo bromeara sobre el tamaño de estas:

– ¿Qué pasa Alberto que no las había más grandes? ¿Tanto miedo te da tragártelas delante del grupo que has ido a comprar velas de cumpleaños?

– Tú tranquilo Pablito que cuando te cagues del susto al menos las llamas de las velas ocultarán el olor.

Alberto entró en la casa de Pablo y sin dirigirle ni una mirada mas pasó al baño de su habitación.

Tal y como había visto en varias páginas de invocaciones que había encontrado en Internet colocó cinco de las velas en cada una de las puntas del pentagrama, cuatro de ellas a los lados del espejo y las tres restantes junto a la biblia satánica que intencionadamente dejó abierta por una página en la que había una especie de invocación o ritual. La escena del cuarto de baño con el pentagrama iluminado únicamente por la luz de las velas era digno de una película de terror y Pablo a pesar de tener que hacerse el valiente sintió como se le encogía el estómago al pensar que tenía que entrar solo para realizar la invocación.

– Bueno chaval hasta aquí puedo estar yo en el baño- dijo Alberto con voz socarrona – por si te echas atrás en el último momento y abres los ojos antes de tiempo te he colocado una cámara de vídeo ¡Mucha suerte, espero que la leyenda no sea cierta porque de lo contrario no creo que lo cuentes! – dijo intentando darle aún más miedo – Yo te espero aquí fuera para que no te de por salir corriendo.

Pablo se encontraba dentro del baño con la luz apagada, faltaba menos de un minuto y ya sentía como las gotas de sudor le caían por la frente. Una cosa es hacerse el chulito delante de todo el mundo pero otra era encontrarse con ese escenario aterrador y disponerse a invocar al mismo Diablo por una apuesta. Sin embargo reunió todas sus fuerzas para no salir corriendo y cuando Alberto le avisó cerró los ojos.

Pocos segundos después escuchó la primera campanada del reloj que tenían sus padres en el salón, el miedo que tenía y el silencio era tal que cada una de ellas parecían sonar cada vez más lentas. Al tener los ojos cerrados no percibió que con cada campanada se apagaba una vela, como si el mismo Diablo estuviera consumiendo cada una de ellas al ritmo necesario para que se apagaran simultáneamente a cada uno de los “clang” del reloj. Al sonar la campanada número once, tal y como le había indicado Alberto, Pablo abrió los ojos…

Alberto al otro lado de la puerta del baño esperaba que Pablo se echara atrás y saliera en cualquier momento, pero tras sonar la última campanada todo quedó en silencio. Llamó a su “amigo” pero no obtenía respuesta, ya había transcurrido más de un minuto y Pablo no salía así que decidió abrir la puerta. Al abrirla todo estaba a oscuras y sólo se escuchaba una respiración ahogada en el suelo, un fuerte olor a azufre inundaba el lugar y Alberto sintió que algo iba mal. Encendió la luz del baño y se encontró al otro chico con la cara desencajada del miedo mientras se llevaba fuertemente la mano al pecho.

De puro terror había sufrido un ataque al corazón y lo único que alcazaba a decir era:

“Lo he visto, lo he visto”

Al llegar al hospital los médicos no salían de su asombro, el corazón parecía estar bien y perfectamente recuperado, no obstante el chico se encontraba en una especie de shock y no hablaba con nadie, salvo para repetir una y otra vez que “lo había visto”.

Días después salió del hospital perfectamente recuperado, al menos físicamente ya que nunca volvió a ser el mismo, se convirtió en una persona asustadiza y retraída que frecuentemente se quedaba pensativo y en silencio a mitad de una conversación.

Alberto por su parte nunca se atrevió a ver lo que contenía la cinta y decidió tirarla a la basura junto a los objetos que se habían usado en la invocación. Quien sabe si algún día alguien la encontrará y podrá presenciar que fue lo que vio Pablo antes de que se apagara la última vela. Por su parte Pablo sabe que volverá a ver al Diablo el día que muera, ya que éste vendrá a reclamar su alma en persona.

lunes, 16 de octubre de 2017

La fábrica del demonio



Las linternas proyectaban su haz de luz en la nave desierta. Los dos vigilantes escudriñaban el rincón donde uno de ellos había escuchado un ruido.
—¿Ves algo?
—No, nada. Creo que empiezas a estar obsesionado.
—Es porque tú eres nuevo, Marcos, seguramente si supieras lo mismo que sé yo…
—¡Cuenta, cuenta! —le apremió el novato.

Enrique bajó el tono de voz y le informó a su compañero:
—¿Sabías que llevamos, entre los que hacemos esta ronda, más de seis bajas por depresión? Marcos puso tal rostro de sorpresa, que su compañero comprendió que no debía estar al corriente de la situación.
Enrique prosiguió relatando la historia…

—Antonio, por ejemplo, me comentó que padecía estrés debido a los ruidos que se oían por la noche; parecían los lamentos de un hombre que, a veces, derivaban en silbido… Pero lo más traumático llegó cuando escuchó la respiración de una persona muy cerca de su oído y hasta llegó a sentir el calor de su aliento.
—¡Joder, Enrique!… ¡Es para acojonarse! Pero bueno, ¡sigue!, ¡sigue! —Marcos estaba cada vez más inquieto. —¿Tú sabías que en esta fábrica estuvieron mucho tiempo sin sufrir ningún robo? Lo más curioso es que siendo uno de los barrios más peligrosos, no tenían a nadie para protegerla. Según una leyenda que circula desde hace tiempo, el dueño de la fábrica hizo un pacto con el diablo nada menos, para que no ocurriese nada en estas naves. 

Al parecer, Lucifer aceptó el trato y envió un perro horrible, con las fauces de un monstruo y la envergadura de un ca- ballo que arrastraba sus mugrientas garras por cada rincón de este horrible lugar. El trato no fue gratuito. A cambio, Lucifer exigió el alma de un vigilante al año. Cada doce meses el propietario de la fábrica contrataba a un guarda nocturno y a los pocos días… ¡Lo encontraban muerto!
—Lo único que me dijeron al respecto es que la empresa ha cambiado de dueño… ¿Es verdad? —preguntó Marcos intrigado.
—Sí, en efecto, y por eso hace dos años que no encuentran el cadáver de uno de los nuestros, pero lo cierto es que los extraños sonidos se siguen escuchando.

Un nuevo ruido alertó a Enrique que, automáticamente, dirigió hacia ese punto el foco de luz de la linterna intentando descubrir de dónde provenía. Se acercó al rincón iluminado pero no advirtió nada anómalo. El silencio reinante comenzó a inquietarle.

—¿Marcos? ¿Estás ahí?
Nadie le respondía. Enrique enfocó un bulto en el suelo, justo en el lugar donde estuvieron unos segundos antes. Al acercarse descubrió con horror que los ojos de su compañero miraban al vacío. Le cogió la muñeca derecha para comprobar el pulso. No cabía duda. ¡Marcos estaba muerto! Lo que más impresionó a Enrique es que su compañero estaba cubierto de rasguños y rasgaduras. Era como si una enorme bestia lo hubiera atacado con sus afiladas garras.


sábado, 14 de octubre de 2017

Hanako-San - La niña del baño




Hanako-San es una niña fantasma (adolescente en algunas versiones) que acecha en los baños de las escuelas japonesas. Los japoneses la llaman “Toire no Hanako-San”, que literalmente significa “Hanako del baño”.

Ella tiene el pelo ligeramente corto, negro y lacio, usa una falda roja y su mirada, según cuentan, es capaz de helarle la sangre al más valiente.

Habita el tercer cubículo de los baños del tercer piso; en otras versiones de la leyenda, el cuarto cubículo; ya que, en Japón, el 4 es considerado un número maldito por su semejanza fonética con la palabra ‘shi’ (muerte). Su espíritu generalmente pena en los baños de mujeres, pero no son pocos los casos de chicos que han salido despavoridos por encontrársela en medio del mal olor, la humedad y la penumbra, ya que ella suele preferir los baños descuidados y poco iluminados, por lo cual los profesores, aprovechándose del miedo que inspira Hanako-San, recomiendan a sus alumnos mantener limpios los baño.

El riesgo de encontrarte con Hanako-San es mucho mayor si estás solo o sola: entonces, ni pienses en abrir la tercera o cuarta puerta, porque allí la vas a encontrar, y la mirada que te dedique rondará tus pesadillas por el resto de tu vida, puesto que la habrás hecho enfurecer al irrumpir su privacidad (eso si consigues sobrevivir)…

Por otra parte, cuentan que, si no abres la puerta tres o cuatro pero sientes una presencia en el baño, muy probablemente se trata de Hanako-San. ¿Existe forma de averiguarlo? Por supuesto, provocándola, incitándola a manifestarse, para lo cual puedes tocar la puerta tres veces, llamarla por su nombre, o hacer la pregunta clave: “¿Hanako, estás allí?”… No es seguro que te responda, aunque si lo hace, la mayoría de versiones cuentan que dirá con voz baja y calmada: “Sí, estoy aquí”. Una vez que sepas que está allí, realmente tendrías que tener agallas para abrir la puerta, pues estará aún más enfadada que en los casos de quienes abren la puerta sin haber preguntado. No obstante, si tienes un examen en el que hayas obtenido la máxima nota, puedes estar tranquilo pues se dice que Hanako-San se calma y desaparece (desvaneciéndose) cuando ve que eres un gran estudiante… Sin embargo, una versión afirma que ella, tengas o no el examen, desaparecerá metiéndose en el inodoro y accionando la válvula…

Ahora bien, hasta ahora solo se ha presentado la visión más extendida de la leyenda, ya que existen conocidas variaciones en las que Hanako-San se manifiesta de formas sencillamente aterradoras:

• En la prefectura de Yamagata, cuentan que Hanako-San no siempre responde con voz calmada: puede responder con voz ronca, como de poseída por el Diablo, y entonces, aunque no mueras, podría atacarte o asumir un aspecto tan monstruoso que necesites varias visitas al psicólogo… O bien, según otra creencia de Yamagata, es mejor que jamás abras la puerta pues Hanako no es una niña sino un demonio que emplea voz de niña para que los curiosos caigan y se queden helados al ver que en realidad se trata de un engendro con tres metros de altura y tres asquerosas y viscosas cabezas de lagarto.

• En cierta escuela de la ciudad de Kurosawajiri, cuentan que, si te metes al cuarto cubículo y dices tres veces “ichibanme hanako-san, nibanme hanako-san, sanbanme Hanako-san” (primera Hanako, segunda Hanako, tercera Hanako), una mano blanquecina aparecerá por encima de la puerta del baño, resplandeciendo espectralmente con su luz de ultratumba…

• En una escuela de la ciudad de Yokohama, los alumnos creen que, si vas al cuarto cubículo del baño de los chicos y le das vueltas al inodoro unas tres veces o más mientras insultas a Hanako-San, una mano ensangrentada ascenderá desde el hueco del inodoro e intentará atraparte.

• Diferente a las anteriores, en muchas escuelas de Japón existe la superstición de que, si te raspas la rodilla en el patio de la escuela, te podría salir el temido “Hongo Hanako”, el cual es como una mancha blanquecina que, según cuentan, de alguna u otra forma te transmite Hanako-San desde su costra, puesto que ésta está llena de ese tipo de hongo.

Probablemente te preguntarás cuál es el origen de Hanako-San, y desde cuándo empezó a hablarse de ella. La verdad es que ésta chica fantasma ha estado en boca de los japoneses desde la década de los ochenta, ya que en ese entonces emergió como leyenda propia de la cultura popular urbana. No obstante hay quienes dicen que ya en los años cincuenta se hablaba de Hanako-San, aunque mucho menos. En cuanto a su origen, se han planteado las siguientes versiones:

• Durante la Segunda Guerra Mundial, Hanako-San estaba jugando a las escondidas cuando ella y los demás alumnos fueron sorprendidos por una alarma de bombardeo, y entonces ella se escondió en el baño y allí murió cuando las bombas enemigas la volaron en pedazos…

• El padre de Hanako-San era un sujeto abusivo, violento, pervertido y medio loco, que cierto día enfurecido la persiguió para matarla, dándole muerte en un baño después de que ésta se escondiera allí.

• Hanako-San murió en un accidente. Unas versiones (en Fukushima) dicen que se cayó por la ventana de la biblioteca de la escuela; otras, más coherentes, que se cayó por la ventana del baño.

• Parecida a la del padre, una versión cuenta que la madre de Hanako tenía problemas mentales y estaba perdiendo progresivamente la cordura, hasta que un día perdió la razón e intentó matar a su hija, dándole muerte en el baño, lugar en el que Hanako se había escondido.

• La más siniestra de las versiones, cuenta que la escuela (muy probablemente un internado) de Hanako estaba en un área boscosa, y Hanako había salido a dar un paseo entre los árboles, cuando de pronto se percata de que un hombre (con un hacha en la mano) la estaba mirando en forma perversa y malintencionada, ante lo cual ella se asustó y echo a correr rumbo a la escuela (que al parecer estaba casi vacía en esos momentos), ocultándose en un salón, donde estuvo agazapada hasta que, ante la proximidad de las amenazantes pisadas, corrió rápidamente al baño, donde se ocultó en el cuarto cubículo, cerrando la puerta con picaporte. Sin embargo el hombre escuchó el ruido de la puerta y sabiendo donde se escondía dijo en voz alta: “”hanako-san asobimashou” (¡Vamos a jugar, Hanako!)… Y entonces comenzó a fingir que la buscaba, hasta que llegó al baño y a hachazos, destrozó la puerta del baño y el despedazó a Hanako…

• Por último, algunos creen que Hanako se suicidó en el baño, cosa que sí es creíble puesto que Japón tiene uno de los mayores índices de suicidios, incluyendo casos de adolescentes y niños, los cuales algunas veces se han matado por la presión social en torno a la obtención de buenas notas, tales como las que hacen que Hanako se desvanezca… ¿será por coincidencia?…

miércoles, 11 de octubre de 2017

La chica del asiento de atrás



Julián acababa de terminar su turno de noche, únicamente debía dejar el autobús en la cochera antes de regresar a casa, un trayecto de unos 25 minutos (saliendo de la ciudad) que siempre se le hacían eternos.

Mientras transportaba pasajeros su trabajo era entretenido, siempre podía escuchar las conversaciones de los demás o entretenerse mirando la minifalda de alguna jovencita por el espejo retrovisor; pero, con el autobús completamente vacío, los minutos se volvían horas. Además estaba especialmente cansado, ya que la noche anterior apenas había dormido cuatro horas.

Mientras conducía, el sueño le iba venciendo y sin querer pegaba algún pequeño cabezazo.Se durmió apenas unas décimas de segundo, tiempo suficiente para perder el control del autobús y pegarse el susto de su vida al encontrarse en mitad de la calzada a una chica que asustada trataba de esquivar el pesado vehículo. Todo fue en vano: la velocidad a la que iba el vehículo, unida al estado de aletargamiento del conductor, provocaron que, incluso pisando el freno hasta su tope, el autobús arrollara a la joven.
El sonido de las ruedas destrozando los huesos de su delicado cuerpo mientras el trasporte saltaba como si acabara de pasar un obstáculo, estremeció a Julián y lo dejó helado.Estaba bloqueado, sin duda había sido su culpa, la chica estaba muerta, de eso no había duda. Mirando por el espejo una vez detenido el autobús, se podía ver como el cuerpo boca abajo estaba destrozado. No había nadie cerca que hubiese visto el accidente y miles de ideas se agolparon en su cabeza.

Se imaginó en la cárcel y sin nadie que pudiera llevar el pan a la mesa de sus dos hijos. En el mejor de los casos perdería su trabajo ya que había excedido las horas legales en que podía conducir un trasporte. Seguro que su jefe, cuando se iniciara una investigación, le echaría a la calle antes de buscarse problemas él mismo.

Asustado y aún confuso pegó un acelerón comprobando que no hubiera nadie cerca que pudiera identificarle, escapó de allí sin tan siquiera bajarse del autobús y en su huída no respetaba señales de tráfico ni los límites de velocidad. Una fuerte culpa le oprimía el pecho y como por instinto miró por el espejo interior del vehículo, no había nadie en los asientos pero sentía como dos ojos le punzaban en la nuca, como si alguien le mirara fijamente.

Entonces la vio… en el último asiento había una chica sentada que no dejaba de mirarle, giró su cuerpo para revisar la parte de atrás sin usar el espejo, pero no había nadie. Temblando y con el cuerpo casi agarrotado por el miedo, regresó su mirada a la carretera, pero casi involuntariamente volvió a mirar por el espejo. La chica se levantó y comenzó a avanzar hacia él, de nuevo se giró y no pudo ver a nadie.

Un nuevo escalofrío le recorrió la espalda, estaba tan asustado que quería bajarse del autobús y salir corriendo pero incluso para eso era demasiado cobarde.Julián se giraba una y otra vez a mirar la parte trasera del autobús, no había nadie, pero él sabía que estaba ahí, podía sentir su mirada clavándose en él. No se atrevía a mirar ese espejo que parecía tener algún extraño vínculo con el mundo de los muertos. Pero como la polilla que se acerca demasiado a la llama y acaba quemándose por no poder controlar sus instintos, Julián miró una vez más por el espejo.

La chica no se había movido desde la última vez, estaba en el mismo lugar, como congelada, pero al regresar la mirada de Julián al espejo fue como si se reactivara, avanzó inexorablemente hasta el asiento del piloto ―mientras Julián, paralizado, no podía apartar la mirada de la joven que se le acercaba―, extendió su mano y agarró el hombro del conductor.

Julián sintió como el frío más intenso que jamás pudo imaginar le quemaba el hombro, justo una fracción de segundo después una fuerte luz le alertó de que debía mirar de nuevo hacia la carretera: allí, un camión que circulaba por su carril le avisaba con sus luces de que estaban a punto de colisionar. Julián giró bruscamente el volante y el autobús perdió el control precipitándose por una ladera, el viaje terminó tan bruscamente como comenzó al impactar de frente contra un enorme árbol que igualmente se doblegó ante varias toneladas de acero.

Julián despertó un día después en el hospital, la mirada incriminatoria de una enfermera le alertó de que algo iba mal, deseaba que todo fuera tan sólo un sueño, o mejor dicho una pesadilla. Pero una pareja de policías que habían estado esperando en la puerta de su habitación apareció tras que la enfermera les comunicó que él había recobrado la consciencia.

-Buenas tardes, señor, estamos aquí porque existen indicios de que el autobús que usted conducía atropelló a una joven la noche del viernes, se han encontrado restos de sangre que coinciden con los de la víctima y un fuerte impacto en su carrocería.¿Reconoce usted a la chica de esta foto?

Julián palideció al instante al reconocer al fantasma que vio en el espejo e inmediatamente sintió de nuevo un frío desgarrador en el hombro: la chica aún seguía con él, esperando que cometiera el error de mirar de nuevo a un espejo.

La quemadura con la marca de sus dedos en su hombro estaría ahí siempre para recordárselo.