domingo, 21 de agosto de 2016

La leyenda de los Huipas



Una leyenda muy poco conocida sobre un grupo de indigenas que causo terror a mediadios de los años cincuenta el Huatabampo una ciudad de Mexico.

Marcó a Huatabampo la historia de cuatro sujetos que en 1949 castraban y asesinaban a sus enemigos. Mezcla de crueldad excesiva, realidad insólita y el mundo místico de los indígenas mayos, la historia de los Huipas se ha convertido entre los huatabampenses en toda una leyenda. La hazaña de cuatro sujetos que a finales de los años cuarenta se dedicaron aquí a asesinar y castrar a sus víctimas trasciende más allá de la geografía regional. La simple frase “cuidado con los Huipas” marca una época de terror, de zozobra, dado lo inexplicable del origen de los crímenes descubiertos. Sea por morbo o curiosidad, en Huatabampo la gente sigue hablando con interés agudo del intrigante caso a casi cincuenta años de ocurrido. Al margen de la tragedia que enlutó a muchas familias, esta historia suscitada en el poblado Bacapaco constituye muestra de una de tantas crónicas locales.


Lo que fue meramente un hecho criminal concluido con la detención por parte de la Policía de los autores materiales e intelectuales, trastocó por un tiempo la vida de todo un municipio. A algunos huatabampenses dejó verguenza, desengaño e incredulidad, mientras que a otros el repudio a la cultura de la violencia que segó vidas inocentes. Pese a los años transcurridos, en la comunidad indígena de Bacapaco nadie quiere hablar del tema… la mayoría de quienes lo vivieron rehuyen preguntas.

Familiares lejanos de la célebre banda de delincuentes niegan hasta sus nombres, con un simple “no sé” encubren el pasado indeseable, la afrenta. “¿Es usted Pánfila Huipas?”, y el cuestionamiento a la diminuta anciana queda en el aire, sólo da la espalda y con una escoba de varas responde “no la conozco”, pero ella es.

Bacapaco, ubicado a cinco kilómetros al sureste de Huatabampo, simboliza a los tradicionales pueblos mayos, con pequeñas casas de adobe, cercos de madera y en el patio una hornilla. Los huertos de mango, naranja, limón y toronjas rodean la comunidad, además de canales de riego y sembradíos donde los jornaleros dejan a diario su vida.

La marginación social no ha disminuido mucho desde la época de los cuarenta cuando quedó al descubierto el mundo oculto de cuatro “yoremes” o indios. De la vivienda en la que el cuarteto indígena celebró sus rituales y crímenes nada queda, sólo un baldío enmontado a donde muchos prefieren ni voltear…


Yoremes extraños. Los protagonistas de la historia que conmocionó el Sur de la entidad fueron Adelaido Huipas Quijano, Eusebio Yocupicio Soto, Leonardo Yocupicio Huipas y Basilio Humo Valenzuela.Todos ellos indígenas puros, definidos por quienes los conocieron como los clásicos yoremes, desconfiados, serios y recelosos hacia los hombres blancos o “yoris”.

Alguien que conoció a por lo menos dos de ellos es Héctor Galaviz Rubio, conocido comerciante del poblado Etchoropo e hijo del agricultor dueño de los sembradíos donde trabajaron estas personas. Galaviz Rubio narró que los asesinatos cometidos por los cuatro indígenas sucedieron en el transcurso de 1949. Ninguno de ellos era casado por lo que corrían rumores de que tenían tendencias homosexuales, indicó cosa que jamás pudo comprobarse.

“Acostumbraban a reunirse en la casa de Eusebio (Chevo), ahí acordaban quién era el próximo al que matarían en venganza por haberlos ofendido o porque les cayera mal”. Se llegó a decir que practicaban la magia negra en una especie de secta, comentó, cuando los atraparon encontraron en la vivienda libros de hechichería. De pronto, de los bailes o poblados cercanos a Bacapaco comenzaron a desaparecer personas, hombres y mujeres, luego encontrados mutilados. “Les cortaban los órganos sexuales, los disecaban y guardaban en una canasta, hacían con ello una especie de bolsas que colgaban en el interior de la vivienda a donde nadie más que ellos entraban”, detalló.

Ni siquiera a los indígenas respetaron por ser de su raza, señaló, pues los dos últimos fueron dos hombres mayos, Lorenzo Bamapa y “Marcos”. Galaviz Rubio dijo que conocía bien a Lorenzo y Marcos, el primero era mayordomo de los campos de su padre y el otro amigo de juegos. La sospecha surgió porque en Bacapaco comenzaron a desaparecer personas en un tramo de 600 metros, entre la casa de Eusebio y campos agrícolas. Curiosamente cualquiera de los cuatro simpre platicaban que un día antes habían visto a los extraviados en el Centro o terminal de Huatabampo, según se iban al “enganche” o pizcas en Caborca o Sinaloa.


Lo cierto es que cuando la Policía “acorraló”, a los indígenas, éstos con sangre fría aceptaron que tenían enterrados a cuando menos siete personas. En la casa de los rituales encontraron siete cadáveres, mutilados y sepultados en las esquinas de la casa, amplió, el último que fue Lorenzo estaba a la salida, otro cerca de un canal. “Con sangre fría Chevo dijo que había sacado el cadáver de Lorenzo porque no lo dejaba dormir su espíritu, nunca se supo porqué los mataban”. “Una de las cosas que más llamó la atención de las autoridades fueron los cortes de piel tan precisos, como cirujanos, que hacían a sus víctimas, a pesar de que eran analfabetas”.

Ejecutaron la aprehensión el comisario de Policía Lico Mátuz y el teniente coronel del Ejército Mexicano, Carlos Martínez Brunet, precisó. A partir de ahí se desató una sicosis entre los huatabampeses, por el temor de que más miembros de este grupo criminal estuvieran sueltos. “Apenas oscurecía y la gente se encerraba en sus casas, empezaron a aparecer otros cadáveres y la vergüenza fue tanta para los familiares de los detenidos que algunos se mudaron a otras ciudades”, abundó.

Ante el miedo al rechazo hubo quien incluso se quitó el apellido Huipas. Eusebio, Leonardo, Basilio y Adelaido fueron trasladados a la cárcel de Hermosillo con sentencia de treinta años, sólo dos regresaron a Huatabampo y el resto murió en el olvido. Galaviz Rubio recordó que la expectación fue tal que hasta reporteros de Guadalajara, la ciudad de México, Francia y Alemania estuvieron en Bacapaco.

“Esta historia ha sido un ‘parteaguas’ en la vida tranquila de Huatabampo”, apuntó “además de la vergüenza para muchos, el caso de los Huipas es un pasado del que Bacapaco tiene que arrepentirse”.


Sin pasado. En Huatabampo es posible encontrar personas con apellido Huipas en comunidades como Bacapaco, el Riíto Muerto Mazaray y Etchoropo, todas zonas indígenas. En Bacapaco, para Ignacia Huipas Valenzuela su apellido no significa nada fuera de lo común, pues asegura que no conoce detalles de la más polémica historia del pueblo. Con frases parcas en español, Ignacia comentó que hasta donde sabe todos los familiares directos de Eusebio Yocupicio Huipas y Eladio Huipas ya murieron.

“Yo no sé bien cómo está eso”, replicó, “todavía no nacía cuando sucedió la matazón, apenas tengo cuarenta años, mi ‘apá’ nomás los conocía”. Cuando era niña escuchaba fraces aisladas en pláticas de los mayores, agregó, pero en realidad nada concreto, tampoco insultos por su apellido. “Ahí a la entrada del pueblo vive doña Pánfila, ésa sí los conoció bien y se dicen que son parientes, yo no le puedo decir nada más”, expresó cortante.

En el Riíto Mazaray, Francisco Verdugo Ochoa, quien ha vivido ahí por más de cincuenta años, reveló que la historia de los cuatro indígenas homicidas nunca ha sido olvidada. “Sí era un azoramiento de la gente cuando supimos todo eso, no los creíamos capaces dos de ellos eran de los fiesteros tradicionales de la tribú”, manifestó.

Lo que pasó en Bacapaco tuvo mucho que ver con la ignoracia de los indígenas, las ideas “raras” de magia negra, consideró aparte de las tendencias afeminadas de los homicidas. “Los parientes de esos hombres (homicidas) nunca van a dar cuenta de la historia, sienten vergüenza, es como si no lo hubieran existido en el pueblo”, puntualizó.

Recopila la historia. Movido por la inquietud de recopilar en un libro de anécdota de los Huipas, el huatabampense José Luis Laguna Duarte, licenciado en Economía, investiga el tema desde 1993. Laguna Duarte, nativo de Huatabampo, justificó su trabajo en la trascendencia noticiosa que en su época representó lo ocurrido en Bacapaco. El valor o riqueza histórica como una crónica regional es indiscutible, afirmó, lejos del morbo que puede despertar en la actualidad. “En realidad creo que no hay otro caso similar al de los Huipas en Sonora, nunca he sabido o leído algo parecido, fue algo tan real”, aseveró.


Entre los motivos más importantes está rescatar el mundo mitológico y místico de los mayos, dijo, pues evidentemente en lo de los Huipas tuvo fuerte influencia. Subrayó que los mayos constituyen una de las etnias más apegadas a sus creencias, con o sin alteraciones siguen fieles a muchos pensamientos de sus antepasados.

En el caso de los cuatro indígenas asesinos también pudo entrelazarse una degeneración de tipo sexual, consideró, mezclado con la ignorancia, marginación y escasa educación formal. “No es posible determinar con exactitud la influencia que tuvieron los Huipas, dónde obtuvieron los libros de hechicería en un pueblo tan apartado y atrasado como Bacapaco”.

La versión popular de quienes vivieron directa o indirectamente esa tragedia coincide en que los cuatro indígenas aparentaban normalidad, detalló, trabajadores, amables, serviciales, alegres y religiosos. “Corren todavía muchos rumores, hay quienes dicen que los cuatro yoremes hacían sus rituales bebían sangre, pues su idea era convertirse en vampiros”, amplió.

Incluso entre los indígenas más viejos existen una creencia añeja radical de que castrando a los hombres “yoris” o blanco se terminaría el dominio étnico. “Independientemente de todas las verdades o mentiras en torno a este hecho, lo cierto es que fue una realidad que no se puede soslayar, el interés por lo extraño siempre prevalecerá más cuando no se tiene respuesta a tantas preguntas”, reflexionó.



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