sábado, 25 de junio de 2016

Thugs, los Estranguladores de la India



Los Thugs

Los thugs fueron una red de fraternidades secretas de la India, que probablemente operaron desde la Edad Media hasta 1830 y fueron, según algunos especialistas, la primera mafia del mundo.


Los Thugs también se conocen como “Estranguladores”, y al thug usualmente se le denomina “thuggee” o “tuggee”, asociándoselo así al vocablo hindú ‘thag’, que significa “ladrón”, y que en sánscrito tiene como fonéticamente parecida a la palabra ‘sthaga’, cuyo significado es “sinverguenza”. Vemos pues en la etimología, que la palabra inglesa ‘thug’ es semejante a la palabra hindú ‘thag’, cosa que no obedece a la casualidad ya que los viajeros ingleses debieron soportar a esos estranguladores y ladrones, al menos hasta que finalmente el gobierno británico tomó cartas en el asunto para erradicarlos.


La primera mención sobre los thugs se remonta al año 1356, en un pasaje escrito por Ziau-d din Barni dentro de su Historia del Shah Firoz. En cuanto a la opinión de los propios thugs sobre su origen, éstos lo sitúan entre siete tribus musulmanas; no obstante, la adoración que muestran hacia la diosa (de la muerte y la destrucción) hindú, Kali, carece de influencia islámica. Sea como sea, Kali es el centro de la fe de los thugs, el justificativo para sus crímenes y su madre en el plano del relato mitológico.


Concretamente, en el Purana se cuenta que, al inicio de los tiempos, los demonios no permitían que los seres humanos se instalen en la Tierra, ya que mataban a cualquiera que osase poner un pie en ella. Indignada, Kali comienza a combatirlos; pero, cada vez que derramaba la sangre de estos demonios, surgía uno nuevo de cada gota… Ante eso, tomó sus gotas de sudor y las empleó para crear a dos hombres, a los cuales dio pañuelos para que estrangulen a los demonios, pudiendo de esa forma matarlos sin derramar sangre. 


Los dos hijos (los hombres creados a partir de su sudor) de Kali consiguieron cumplir la misión encomendada por su diosa madre, convirtiéndose así en los primeros thugs, de los cuales se creían descendientes los ladrones-estranguladores que luego tomaron el nombre de “thugs”, matando bajo la creencia de que sus asesinatos eran sagrados y evitaban, con cada víctima, un retraso de mil años en la llegada de Kali, quien por ser la Diosa de La Destrucción nos acabaría en caso de volver…


En base a esa fe, los thugs llegaron a considerar que el asesinato premeditado no era solo una forma de beneficiarse (al tomar las pertenencias de las víctimas), sino un importantísimo deber religioso. Aunque parezca insólito, la irracionalidad del hombre es tal que, según ciertas fuentes, a finales del siglo XVIII la secta criminal contaba con aproximadamente un millón de peligrosos adeptos, que se creían practicantes de una “honorable profesión”, se identificaban entre sí con ciertos símbolos y hablaban su propio argot (jerga, lengua grupal), el Ramasi.


Y dentro de la secta la discriminación casi no existía: jóvenes, viejos, enfermos, débiles, fuertes, sanos. Todos podían ocupar su lugar: si por edad o enfermedad no tenías fuerzas para matar, te destinaban al espionaje o a la mera expectación, dependiendo del caso. Eran pues una organización disciplinada, ordenada, clandestina, hábil, cautelosa, metódica y sigilosa… Estuvieron dispersos eficazmente por toda la India, siempre haciéndose pasar por una profesión tributante, siempre salvándose de ser pillados por el gobierno hindú.


Su modus operandi era el siguiente: se infiltraban en caravanas de viajeros, mandando a determinados miembros que se hacían pasar por tales y se ganaban la confianza y la simpatía de los demás; para luego, en momentos de siesta (nocturna o matutina) o esparcimiento, asaltar a los viajantes junto con otros thugs que, sin participar de la caravana, habían estado siguiéndola gracias a pistas de los thugs infiltrados, en virtud de las cuales no solo podían realizar ese seguimiento sino que además eran alertados sobre el momento idóneo para el gran asalto, en el cual ahorcaban sin derramar sangre, pero luego desfiguraban (para que no logren identificar al muerto) los cuerpos de las víctimas y, en honor a la diosa Kali, los habrían en canal y los enterraban con sus “piquetas sagradas”. 


Finalmente, tras sepultar a las víctimas y tomar las pertenencias, venía el terrible ritual Tuponee, en el que todos los thugs se anudaban a la cintura un rumal (un tipo de paño amarillo, representativo de Kal Bhairab, una manifestación violenta del dios Shiva), y luego danzaban sobre las tumbas de los viajantes… Con el procedimiento expuesto, por siglos los thugs mataron y saquearon en la India, movilizándose en grupos que iban desde los 10 hasta los 200 miembros…


Según el Record Guinness, los thugs llegaron a matar aproximadamente dos millones de personas; pero, para el historiador británico Mike Dash, la secta no empezó a operar sino apenas unos 150 años antes de su erradicación en 1830, por lo que no mataron ni siquiera un millón de personas sino unas 50.000, número que igualmente es alarmante. Pero, cualquiera que sea el caso, hay indicios y rumores —según confirma Patel, inspector y jefe de la Policía de Calcuta—de que en la actualidad los thugs han vuelto, solo que acompañados por sectas imitadoras y con una frecuencia mucho menor y un sigilo quizás mayor, cosa que explicaría cómo puede ser cierto el rumor sin que se haya levantado mucho revuelo, sobre todo en un país como la India, en el que se permiten atrocidades que a los occidentales nos harían enardecer.


En cuanto al final de los thugs, este fue posible gracias a que William Sleeman, un oficial británico destinado a la India, recibió a principios del siglo XIX la visita de numerosos nativos que denunciaban desapariciones de amigos y familiares, a lo cual se sumó el hecho de que también muchas caravanas de colonos ingleses estaban desapareciendo sin dejar rastro… Antes del gobierno colonial británico, se adjudicaban esas desapariciones a ataques de tigres, serpientes, cólera, bandidos (pero no thugs), etc… Pero Sleeman sabía que allí había un patrón irregular, y comenzó a dirigir una investigación hasta que finalmente encontró que los culpables eran los thugs.


Thug Behram, el último líder thug

Según la visión más extendida, no existe asesino no-militar más prolífico que Thug Behram, quien supuestamente asesinó a unas 931 personas con su pañuelo. Sin embargo la verdad es que eso es un mito originado en una confusión histórica inflada por el rumor que, al igual que en tantos casos, es motivado y alimentado por la ya conocida morbosidad popular y el amarillismo de las fuentes de información.


En efecto, la fuente original sobre la confesión de Behram es un manuscrito sobre los Thuggee escrito en 1830 por James Paton, un oficial de la Compañía de las Indias Orientales. Específicamente, el texto de Paton establece que Behram simplemente había “estado presente” en 931 casos de asesinato, siendo que, en casi todas esas ocasiones, el crimen se llevó a cabo por un grupo de entre 25 y 50 hombres. Entonces: ¿realmente a cuántos hombres mató Behram con sus propias manos? Más adelante, en el mismo manuscrito de James Paton, Behran declara literalmente: “Pude haber estrangulado con mis propias manos a unos 125 hombres, y pude haber visto el estrangulamiento de más de 150”.


Ahora bien: ¿qué pasó con Behram después de confesar? Según se sabe, pese a haber estado con los thugs entre 1790 y 1830, Behram los traicionó y dio toda la información posible al rey británico con tal de no ser juzgado por ninguno de los asesinatos que confesó; sin embargo, a él también fue traicionado, no ya con confesiones, sino con la áspera cuerda de la horca que acabó con su miserable vida, cuando contaba con 75 años en 1840.


Otros blogs que te pueden interesar.



No hay comentarios:

Publicar un comentario