sábado, 5 de septiembre de 2015

Las extrañas caras de Bélmez



Unos rostros de origen desconocido aparecieron hace casi treinta años en el suelo de la cocina de un pequeño pueblo en Jaén. Durante este tiempo centenares de miles de personas pasaron ante su mirada de piedra. Entre ellos, científicos, militares, filósofos, periodistas, ocultistas y toda una sociedad estremecida que intentó dar una explicación al suceso. Como esta no llegaba por ningún medio, el gobierno y la iglesia diseñaron una operación de acoso y derribo para aniquilar el mayor misterio de la parapsicología mundial.


Bélmez de La Moraleda (Jaén), 23 de Agosto de 1971

María Gómez Cámara apartó la sartén del negro fogón en un acto instintivo. Poco imaginaba esta humilde mujer de 52 años que ahí mismo, en la vieja superficie donde guisaba diariamente, se acababa de gestar el inicio del fenómeno mas complejo y apasionante de la parapsicología mundial.


En aquellos primeros momentos pensó incluso en que algún vecino malintencionado, o incluso sus propios hijos, aprovechando las fiestas patronales, le habían gastado una pesada broma dibujando un rostro tétrico y que miraba de frente en la alargada lasca del suelo de la cocina. En el exterior ya anochecía cuando sintió el miedo irreprimible que le producía aquella mirada siniestra que le observaba fijamente. María entonces salió al exterior de su casa y reunió a voz en grito a un nutrido grupo de personas con el fin de contarle lo ocurrido. Así, pocos minutos después, hombres y mujeres penetraban por el pasillo del numero cinco de la calle Rodríguez Acosta para comprobar, con una mezcla de sorpresa y horror como en el fogón había aparecido una cara.


La Pava aguantó lejías y alcoholes que la dueña y algunas vecinas le restregaron con el fin de borrarlas, pero todo fue inútil. El ayuntamiento decidió picarla y fue Miguel Pereira, hijo de la pareja, quien cansado ante tanta curiosidad la emprendió a golpe de pico contra la forastera. En pocos minutos una nueva lechada de cemento cubrió el pequeño hueco, y como si fuera un mal sueño, los habitantes de la casa y toda la vecindad recuperaron la ansiada tranquilidad, tranquilidad que solo duró siete días hasta que un nuevo rostro, prácticamente idéntico al primero apareció de nuevo en el fogón.


El albañil Sebastián Fuentes fue el encargado de recortar este segundo rostro, para depositarlo en una hornacina cubierta por una lámina de cristal. Los primeros análisis descartaron que la cara hubiese sido pintada, y la teoría de que aquello era una señal humana o demoniaca cobro adeptos en el pueblo. La historia era solamente conocida en el pueblo hasta que el 15 de septiembre un redactor del diario Jaén desplazado para cubrir un conflicto entre cooperativas aceiteras se encontró con la exclusiva de su vida. Tras llegar al domicilio y fotografiar al rostro, realizó una crónica donde se informaba por primera vez del insólito suceso. A partir de ese instante el suceso se convertiría en unos meses en una noticia de primera magnitud en todo el país. Detrás del Diario Jaén llego el Ideal de Granada y luego el Diario Pueblo, el mas vendido de los años setenta, llevando tres enviados especiales al pueblo para realizar sus crónicas.


Casi al tiempo de la llegada de 2 reporteros madrileños, un nuevo rostro de facciones diametralmente opuestas a la Pava hizo acto de presencia en el suelo de la habitación-cocina. Era la imagen de un niño, o incluso de un feto, que miraba fijamente hacia el otro lado de su realidad. Este descubrimiento hizo correr ríos de tinta, al mismo tiempo que encrespó el ´nimo de algunos que, como la Iglesia, que ya despuntaban en contra del fenómeno.


De trazos finos, casi aprovechando las propias marcas del cemento enlucido del suelo, la expresiva mirada de la efigie a la que bautizaron como "la pelona" por su calvicie, se convirtió en el centro de atención de los cada vez más visitantes de la casa. Animados por los artículos de los diferentes periódicos, miles de visitantes llegaron a colapsar la localidad serrana con automóviles y autobuses, produciendo escenas realmente esperpénticas y del todo desconocidas para los vecinos del apacible pueblo.


Los bares y comercios abrían hasta en festivo y siempre agotaban su existencia. Con un censo de 2.323 habitantes en aquel 1972, Bélmez comenzó a recibir cinco mil visitantes diarios, por lo que el ayuntamiento se las vió y se las deseó para controlar los diversos incidentes que se producían en las calles del pueblo, incluso otras localidades vecinas fletaban autobuses para visitar la casa.


Santones, videntes, valientes, temerosos, curas y los primeros científicos se apiñaban en torno a las imágenes misteriosas. Imágenes a las que se habían unido otras 2 muy semejantes a "la pelona" y que eran motivo de sobresalto por parte de los visitantes.


A mediados de Enero, varios miembros de la brigada de la investigación criminal, dependientes de la dirección general de seguridad de Madrid, llegaron a la casa con el fin de investigar de un modo oficial el asunto. Lo que nadie sabia es que casi durante un mes unas cámaras especiales de cine y fotografía habían sido colocadas en el edificio contiguo a la casa para observar todos los movimientos de posibles sospechosos, pero este espionaje no dió ningún resultado.


Fue el Gobernador Civil de Jaén Jo Ruiz de Gordoa quien decidió consultar con su amigo Germán de Argumosa y Valdés, pionero en indagar los misterios de aquella prometedora ciencia llamada Parapsicología. Argumosa confeccionó un dispositivo de magnetófonos para captar parafonias o también conocidas como psicofonías, logrando el 13 de Febrero captar extrañas y siniestras voces, repitiendo la grabación durante varios días y noches bajo la vigilancia de la guardia civil.


La casa de las caras tenía una historia oculta que nadie había querido o sabido desenterrar. El 18 de febrero del 72 el albañil Sebastián Fuentes comenzó las obras de excavación en la zona donde mas caras habían aparecido, hallando diversos restos óseos, que resultaron ser parte del esqueleto de adolescentes de hacia unos 170 años. Se sacaron cientos de huesos, multiplicando la creencia de que los cuatro dígitos aparecidos bajo la figura del "pelao" eran una fecha en la que se produjo un acontecimiento que explicase las apariciones.


Rápidamente los historiadores, para quitar hierro al feo asunto mostró las actas del ayuntamiento en las que se verificaba que en el lugar estuvo emplazada la iglesia de Beles, el cementerio, y retrocediendo años atrás una mezquita funeraria de los árabes, confirmando la presencia de restos óseos como algo normal.


Tras una ardua investigación se ha sabido que en 1858 vivían en la casa los abuelos maternos de Juan Pereira, Ramón Sánchez y su esposa María Antonia Martínez. Fue su hija Ramona de 9 años, la primera que percibió unos terribles quejidos que se escuchaban en el techo. Lamentos que iban acompañados de pisadas cansinas que realizaban siempre un mismo itinerario. 


Lo que en principio parecía una chiquillada fue motivo de preocupación cuando varios vecinos observaron una fantasmal figura que parecía un muerto en la entrada de la casa. Al mismo tiempo los enseres y cacharros de la casa saltaban y bailaban como por arte de magia. El suceso fue conocido por todo el pueblo y dio a la casa fama de encantada durante algunos años, fama que aumento al morir en una reyerta 2 comerciantes en la misma puerta de entrada tras coserse a cuchilladas.


El patriarca de la familia, Ramón Sánchez, falleció en aquella habitación, la mas baja y próxima al exterior diciendo al expirar: "esto tie que ser un alma de otro mundo". Una historia sobre cogedora, si añadimos que en 1978 y por su expreso deseo Juan Pereira fue descendido, momentos antes de fallecer a la habitación cocina que ya tenia mas de una docena de rostros entre los cuales murió el dueño de la casa.

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