domingo, 19 de julio de 2015

Springheel Jack



Si existe el mito policial de Jack el destripador en Inglaterra, el personaje del que vamos a hablar hoy sería su alter ego en el mundo de lo paranormal. Hablábamos hace poco del bueno del Spring Legs de Dundee, Inglaterra de 1859 como el abuelo de los actuales avistamientos de humanoides, y hoy vamos a hablar del “otro abuelo” (no sabemos si por parte de padre o de madre), el misterioso Springheel Jack que sembró el pánico en la Inglaterra del siglo XIX, que nunca fue atrapado y que ha quedado en el inconsciente colectivo prácticamente como una leyenda urbana sin solución. Lo curioso es que los avistamientos de este aparentemente extraordinario ser van desde primavera de 1837 hasta 1904, abarcando casi 70 años. Vamos a conocer su historia:


El primer caso viene expuesto por un conocido hombre negocios londinense que volvía de trabajar tarde, en la fría noche de la capital del Támesis. Iba con frío, pero no le iba a durar mucho esa sensación, porque al pasar cerca de la reja de un cementerio cercano a su vivienda observó como de lo alto de ella descendió un ser bípedo, musculoso, con rasgos diabólicos, grandes orejas, nariz puntiaguda y ojos brillantes y saltones. A aquel buen hombre casi le da un patatús al verlo y salió corriendo como alma que lleva el diablo… ¿o debiéramos decir como alma que lleva el Springheel Jack?


Sea como fuere, en octubre de 1837, una muchacha llamada Mary Stevens viniendo de casa de sus padres y caminando por Clapham Common hacia su puesto de trabajo como sirvienta en un lugar llamado Lavender Hill observó una figura en la penumbra de un callejón oscuro que se abalanzó sobre ella. El ser se enganchó a ella tratando de agredirla sexualmente y la joven al zafarse comprobó con espanto cómo el ser tenía “garras frías y húmedas en lugar de manos”. El asalto no terminó de salirle bien al bueno, mejor dicho, el malo de Springheel Jack que huyó al ponerse la chica a gritar cuando sus garras desgarraban la ropa. La búsqueda del asaltante fue infructuosa por parte de los vecinos pero no encontraron a nadie. ¿Cómo había escapado?


Según cuentan las crónicas de la época, al día siguiente este ser habría sido visto saltando sobre un coche de caballos y provocando que el cochero perdiese el control. Este tipo de asaltos se repitió en numerosas ocasiones causando graves accidentes donde apareciera. Pero lo raro de todo esto es que todos y cada uno de los testimonios hablaban de horribles garras, de una cara diabólica y sobre todo de unos saltos imposibles de tres metros que utilizaba para huir de sus fechorías entre una risa aguda y desagradable. Para haberlo visto. De lejos, claro.


Todo aquello de los accidentes era un problema de orden público muy serio. Si había algún loco con tecnología Steampunk que le encantaba asaltar carros, un extraterrestre, un fantasma o el mismísimo diablo, daba igual, fuera lo que fuera había que atraparlo. El 9 de Enero de 1838, el Lord Mayor de Londres, Sir John Cowan en una sesión pública en la Mansion House dio oficialidad al tema tras un incidente en Peckam, un barrio en la parte sur de Londres. Se habló de que podría haber sido una apuesta de varios aristócratas que ya hacían de las suyas con actividades fuera de la ley protegidas por la masonería, pero nadie conseguía explicar ni los rasgos ni sobre todo los descomunales saltos.


El diario The Times, poco dado a fruslerías publicó el 10 de Enero de aquel año 1838 que Sir Lord Cowan tenía en su poder decenas de cartas firmadas del puño y letra de muchos ciudadanos que habían sido víctimas del terror que aquel ser estaba creando en Londres. Había miedo en las calles y aquel miedo estaba trascendiendo las clases sociales. Se ofreció una cuantiosa recompensa para cogerle. Se le tenía ganas.


Pero aquello no paró. Dos adolescentes llamadas Lucy Scales y Jane Alsop fueron atacadas en 1838 por este ser y pudieron verle perfectamente según comentaron a la prensa. Jane afirmó que el 20 de Febrero de aquel año al abrir la puerta de su casa tras oír unos golpes vio a un hombre que dijo ser oficial de policía asegurando perseguir al ser del que todos hablaban y pidiéndole si podía traerle un fósforo para iluminar la calle. El policía en la penumbra no era visible, pero ella le hizo caso, se dio la vuelta y de repente el policía la atacó siguiendo la misma metodología que el famoso Springheel Jack y trató de rasgarla la ropa. Aquel ser del averno, fuera quien fuera, sabía hablar y no paraba de atacar personas. Salió huyendo dando de nuevo impresionantes saltos por los tejados cercanos.


“Llevaba una especie de casco, y un disfraz blanco ajustado con aspecto de hule. Su cara era espantosa y sus ojos como bolas de fuego. Tenía garras en las manos de algún material metálico, y vomitaba llamas azules y blancas” contó Jane Altop, testigo de un avistamiento del misterioso ser en 1838


A la otra chica, Lucy Scales no le fue mucho mejor. El 28 de febrero volviendo a su casa tras visitar a sus padres en un barrio de clase alta llamado Limehouse, también tuvo un encuentro junto a un rincón de un paraje angosto en las calles de aquella Inglaterra fría y sucia. El ser, al parecer respiró fuego en su cara y huyó dejándola caer al suelo, presa del pánico. Huyó volando hacia un tejado cercano de forma increíble y de un solo salto.


Aquellas chicas venían de familias “bien”, de clase acomodada y aquello fue comentado hasta la saciedad. La histeria colectiva comenzó a extenderse. A Springheel Jack le daba lo mismo cuanto dinero tuvieses, comentaba toda la ciudad. Aquello fue el “acabose” en una sociedad tan cerrada como la de aquel entonces.


The Times informó de nuevo de todo lo ocurrido y se arrestaron a varios delincuentes habituales para tratar de calmar los ánimos. Tuvieron que soltarlos ante la falta de pruebas. Jamás llegarían a cogerle.


El temor se convirtió con el tiempo, casi en fascinación. Sus andanzas eran representadas por teatrillos populares y aquello coincidió con una época en la que sus apariciones se hicieron más escasa. En Northamptonshire, un informe le describió como la mismísima imagen del diablo con cuernos, ojos y llamas y aunque seguía habiendo encuentros con él en alguna carretera perdida, todo pareció parar.


Esto fue así hasta 1872 en donde fue visto de nuevo en Peckam y en Sheffield, con incidentes que duraron hasta 1877. El barrio de Peckam volvía a un estado de conmoción como solo los más viejos conocían. Cuarenta años después, el ser saltarín había vuelto. A finales del siglo XIX, los avistamientos se concentraron en el oeste de Inglaterra, hasta que en 1904 se le vio por última vez sobre el tejado de la iglesia de San Francisco Javier en Everton, cerca del estadio de fútbol del equipo del mismo nombre, en Liverpool.


Humanoides saltarines han sido vistos en varias ocasiones, pero ninguno quizá con la descripción de este ser. Hubo otro incidente aislado el 18 de junio de 1953, en donde una figura parecida a algunas descripciones de Springheel Jack fue avistada en un edificio de apartamentos de Houston, en Texas.

Toda Inglaterra esperaba que no volviera a aparecer jamás este curioso y desconcertante ser

¿Estamos hablando de un loco con una capacidad inaudita de saltar en 1838 y con una gran afición a atacar personas o estamos hablando de una entidad que suscita el miedo por sus características paranormales? Parece interesante observar desde la lejanía este tipo de hechos, casi más cercanos a la mitología de Lovecraft y las entidades malignas de las que hablaba acechando desde la oscuridad. Lovecraft, de hecho estuvo influenciado por varios de estos avistamientos y desarrolló la teoría de que coexistimos con este tipo de seres desde una realidad paralela en donde ellos nos miran. Esperemos que el Springheel Jack, si está ahí, se quede ahí.

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