En 1979 unas misteriosas respiraciones atrajeron a Ávila a los amantes de lo oculto.
¿Se trata de una nidada de aves nocturnas cuya respiración se amplifica enormemente durante la noche o, por el contrario, el fenómeno consiste en que los muros del convento abandonado reproducen el fatigoso respirar -o la agonía- de una persona anciana o muerta hace años, tal vez siglos? Esta es la disyuntiva que nadie acierta a resolver desde que hace días se escucharan potentes exhalaciones de origen misterioso sobre un muro en la derruida abadía de San Pablo, en la localidad abulense de Las Navas del Marqués.
El alcalde de la villa ha ordenado la instalación de andamios para averiguar el origen de los suspiros, mientras la calma de esta localidad serrana se ha visto mermada por la afluencia de centenares de personas que quieren escucharlos al pie del muro, entre la sorna de muchos y la respetuosa atención de muchos otros.Las respiraciones comienzan cuando el sol empieza a ocultarse, pero en ocasiones no se escuchan hasta bien entrada la noche, para durar hasta la madrugada. Son exhalaciones profundas, tensas, con una cadencia rítmica que a veces se quiebra y hace que los períodos se distancien unos cuatro o cinco segundos, para recobrar luego su frecuencia anterior.
Lo que se escucha podría identificarse con la respiración cansina de una persona anciana o moribunda, pues las exhalaciones se oyen acompañadas de un ligero ronquido, muy semejante al de ciertos tipos de agonía. Con todo, el sonido posee a veces un tono relajado, casi beatífico, para pasar a crisparse en otras ocasiones. Se trata de una respiración sensible, levemente cambiante cada día, diríase que humana.
El lugar del que las respiraciones parten es una zona de unos cuatro metros cuadrados de una especie de frontón, coronado por la cruz de los dominicos, en el muro exterior del convento de San Pablo. La abadía, que fue edificada hacia 1546, por el primer marqués de Las Navas, Pedro Dávila, albergó hasta la etapa de la desamortización de Mendizábal una comunidad dominica de unos veinte frailes. Las obras pueden deberse a un discípulo de Juan de Herrera, fray Juan de Villacastín. No se descarta que sobre su planta se alzara anteriormente una edificación templaria. El altar está orientado al Sur.
Toda la fábrica es de piedra granítica, procedente del Risco de Santa Ana, peñasco que con el castillo de Magalia, situado a unos doscientos metros del risco y del convento, delimita el triángulo en que las respiraciones resuenan. El recinto abacial se encuentra en ruinas, con arcadas de inspiración gótica abiertas al cielo raso por hallarse el convento destejado.
Un pasadizo cegado
El templo dominico posee un túnel, hoy cegado, que le unía al poderoso castillo que se yergue sobre un enclave de origen romano y que fue construido por el primer marqués, simultáneamente al convento. En este pasadizo existieron enterramientos y no es difícil encontrar restos de huesos humanos en el solar que la abadía ocupa. Desde dentro, este periodista pudo comprobar en plena noche que no se oyen en absoluto las respiraciones, cuyo eco restalla con fuerza sólo hacia el exterior.
Sobre la fachada se han proyectado haces de luz de linternas y faros de automóviles durante las exhalaciones, mientras algunos muchachos apedreaban contundentemente el muro. Las respiraciones continuaron con sus cadencias normales. Es esto lo que más hace dudar a los que creen que en las tapias anidan las aves causantes de todo.
Para Rogelio González, palentino, de 49 años, párroco de la iglesia de San Juan Bautista, las misteriosas respiraciones proceden de pájaros nocturnos «sin ninguna duda». Si bien hasta ayer nunca había subido al viejo convento por restar importancia a los hechos, considera sin fundamento alguno los rumores según los cuales las tapias podrían cobijar cadáveres de personas ajusticiadas allí hace siglos por el sistema del emparedamiento, y otras especulaciones no probadas. Tras afirmar que el inquisidor general fray Tomás de Torquemada, dominico, pasó algunas etapas de su vida en Las Navas del Marqués, un siglo antes de alzarse el convento, asegura desconocer si el pueblo fue escenario de algún auto de fe o ajusticiamiento por parte del Santo Oficio.
Las preocupaciones del párroco se orientan más hacia la profanación de los sepulcros del interior del convento, los riesgos de accidentes para quienes se adentran en las ruinas y el deterioro artístico que pueda causarse a la abadía, a punto de ser declarada monumento nacional.
También el alcalde, Antonio Quirós, de 46 años, miembro de UCD, está preocupado por los peligros de accidente para los curiosos que penetran al recinto. Ha tratado de reducirlos al máximo, mandando cambiar buena parte de los accesos. «Esta cuestión de los suspiros se va a acabar inmediata mente», dice, «ya que he ordenado la instalación de dos andamios sobre la fachada. Va a quedar claro de u na vez que se trata de pájaros nocturnos anidados en un repliegue abovedado del muro.» Los suspiros, hay que decirlo, se oyen nítidamente en un radio de más de cien metros, distancia que implicaría el anidamiento de un ave de enormes proporciones, o bien condiciones acústicas ultrasensibles en las tapias conventuales. Ni el veterinario, Antonio Peña; ni el médico, Germán González, admiten el supuesto de que se trate de un fenómeno de origen humano. «Son aves nocturnas, probablemente lechuzas, que se cuelan por las ranuras.» Para el médico, que rechaza tajantemente explicaciones no físicas, las exhalaciones se asemejarían grandemente a las de personas en estado agónico o comatoso. «Son muy parecidas a las de la respiración estertórea», agrega.
Los registros magnetofónicos que se han hecho son ya numerosos. Durante las últimas noches, más de un millar largo de personas ha escuchado perfectamente lo que allí suena, pese al griterío de centenares de mozalbetes, que enredan entre los grupos de curiosos. En grandes concentraciones, la gente bromea, pero en los pequeños corros los comentarios se hacen reservados, casi a media voz. Pocos creen que la respiración de una o varias lechuzas se oiga tan poderosamente a tanta distancia. Nadie quiere pensar en vestigios de agonías, ni en difuntos, pero muchos hombres y mujeres tardan horas en conciliar el sueño cuando cae la noche.
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