A eso de la 01:00 horas de la madrugada del 10 de noviembre de 1982 Eusebio Iglesias descargaba materiales para la construcción en compañía de su hijo Florián en una casa a las afueras de Vegas de Coria (Cáceres). En ello estaban cuando escucharon un sonido parecido a un lamento y una “llamarada” de color azul-butano de un metro de alta iluminó la carretera y desapareció en décimas de segundo sin dejar rastro de ningún tipo ni en el asfalto ni en los alrededores, tan solo los perros aullando.
Durante la noche siguiente Nicolás Sánchez Sánchez se dirigía hacia su casa a eso de las 21:45 horas. Su vivienda también estaba a las afueras de Vegas de Coria muy próxima al lugar donde Eusebio Iglesias estuviera descargando materiales de construcción la noche anterior. A punto de abrir la puerta de su casa escucha un sonido de lamento que lo localiza en el centro de la carretera. Al fijar su vista ve algo oscuro de no más de 30 centímetros que atrae su atención. Nicolás se acerca y para horror suyo el pequeño bulto empieza a crecer alcanzando más de 2 metros de altura en medio de un sonido de “rechinar de dientes”. La silueta de un hombre se recortaba en la claridad de la noche. Era un hombre muy fuerte con cabeza redonda que vestía una túnica negra muy amplia que le caía por debajo de las rodillas.
Nicolás retrocedió, pero la gran figura humana aparecida lo siguió. Ante tal amenaza Nicolás Sánchez agarró dos buenas piedras entre sus manos y arremetió contra aquel visitante inesperado que se alejó camino de Arrolobos flotando sobre la carretera. Desapareció en medio de un relámpago.
Dos días después Eusebio Iglesias, otra vez, volvía sobre las 21:30-22:00 horas con su mulo cargado. Uno de los sacos empezó a torcerse y mientras estaba entretenido poniéndolo de nuevo derecho sobre la caballería presintió que alguien se le acercaba, alguien de más de 2 metros de altura y todo negro que saltó por un terraplén de 20 metros de profundidad.
Estos tres vecinos mantuvieron en secreto sus visiones, es un pueblo pequeño y ya se sabe, hasta que el 3 de febrero de 1983 Florián Iglesias, otra vez, volvía montado sobre su bestia y ve venir por la carretera un hombre vestido de azul oscuro que al verlo salta por el terraplén. Florián se apea de su cabalgadura y en compañía de otras tres personas que habían llegado montados en bicicleta lo ven alejarse corriendo a gran velocidad.
Fueron la comidilla del pueblo cuando al día siguiente los tres ciclistas tornan al lugar donde tuvieron la visión el día anterior y se encuentran otra vez con aquel hombre que de nuevo salta por el terraplén.
El miedo se apoderó de los habitantes y acabaron haciendo batidas en busca el extraño transeúnte con intervención de la guardia civil sobre todo cuando el 9 de febrero otro vecino recibió a las puertas de su casa la visita del ser y en varias ocasiones muchos habían sido testigos de luces de color amarillento que volaban en silencio sobre el río mostrando gran luminosidad y cambiando de tamaño.
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