Una madrugada de agosto de 1947, tres vecinos de Vegas de Coria, Julián Sendín, Marcelo Martín y Fausto Sánchez regresaban desde Salamanca hacia Nuñomoral a través de los abruptos montes hurdanos. Aquellos años era época de estraperlo, eran muchas las personas que para subsistir necesitaban recurrir al contrabando, solían transportar todo tipo de mercancías: alimentos, animales, bebidas… aunque lo más común por aquella zona era la harina y el aguardiente.
Los tres hurdanos iban caminando cargados con los sacos donde transportaban la mercancía, hacía ya unas horas que la madrugada se había cerrado sobre sus cabezas y se encontraban a apenas 2 kilómetros de la alquería de Rubiaco.
De repente, un enorme sonido atronador les llamó poderosamente la atención, el sonido era parecido a una algarabía producida por muchos instrumentos musicales tocando todos a la vez sin orden ni concierto, parecían escucharse también voces de personas cantando y bailando.
Los tres compañeros empezaron a inquietarse cuando pudieron comprobar como ese sonido se acercaba hacía ellos, de repente, todos enmudecieron, los sacos se les cayeron al suelo y no fueron de capaces de dar un paso más.
Por el camino, frente a ellos y caminando en su dirección se aproximaba una figura gigantesca de más de dos metros de altura, sin cabeza, que movía los brazos como un militar y vestía camisa blanca con una cinta negra al cuello y piernas oscura. La música parecía provenir de su extraño cuerpo.
Temblando de miedo, hincaron la rodilla en el suelo y se pusieron a rezar pidiendo que aquel extraño ser decapitado pasara de largo y no se percatase de su presencia. Y eso fue lo que sucedió, aquel gigante pasó a escasos cinco metros de los testigos sin prestarles atención y se alejó de ellos dando grandes zancadas.
Una vez que dejaron de escuchar el sonido se incorporaron con el miedo aun en el cuerpo y viendo que aquella criatura había desaparecido cogiendo los sacos con los que venían cargados y agilizaron la marcha regresando rápidamente a Vegas de Coria.
Dicen que desde entonces no volvieron a realizar partidas nocturnas.
Según se cuenta por la comarca, el mejor momento para ver las sierras hurdanas es a plena luz del día, es mejor evitar la noche por estos lares.
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