Después de un golpe seco, el silencio envolvió a la joven. Ya no era consciente de los gritos a su alrededor. Con la mano izquierda agarrando firmemente su collar de perlas, perfectamente maquillada y peinada, Evelyn Francis McHale yacía inerte en el techo de uno de los Cadillacs oficiales de las Naciones Unidas, como envuelta entre mullidos almohadones. Por fin había conseguido el descanso que tanto anhelaba, tras saltar desde el observatorio situado en la planta 86 del Empire State Building.
Abriéndose paso entre la muchedumbre congregada alrededor de Evelyn, un agente de policía logró acercarse al cuerpo de la joven y descubrir que, dentro del bolso que portaba, había una nota manuscrita: “No quiero que nadie de mi familia o amigos me vea así ¿Podrían incinerar mi cuerpo? Les ruego a ustedes y a mi familia que no organicen ningún servicio religioso para recordarme. Mi prometido me había pedido matrimonio en junio, pero creo que yo no sería una buena esposa para nadie. Él estará mucho mejor sin mi. Díganle a mi padre que tengo muchas de las tendencias de mi madre”.
Era 30 de abril de 1947 y Evelyn había acabado con su vida a los 23 años de edad. Nuevamente, el rascacielos más emblemático de la ciudad servía como trampolín suicida, pero esta vez un joven estudiante de fotografía, de nombre Robert C. Wiles, estaba en el lugar oportuno y en el momento preciso para fotografiar el cuerpo sin vida de Evelyn y conseguir una imagen que sería portada de la revista LIFE y pasaría a la historia como sinónimo de belleza trágica.
Evelyn Francis McHale nació el 20 de septiembre de 1923 en Berkeley, California. Hija de Vincent y Helen McHale, era la sexta de siete hermanos. En 1930 su padre aceptó una oferta de trabajo en Washington y toda la familia se mudó a la capital federal. Sin embargo, poco tiempo después, Helen, la madre de Evelyn, abandonó el hogar por motivos desconocidos. El divorcio no tardó en llegar y, caso raro en la época, fue Vincent el que se hizo cargo de los siete hijos; con los que poco después se trasladó a Tuckahoe, Nueva York. Por aquel entonces Evelyn era una adolescente tímida y discreta.
Cuando terminó la secundaria Evelyn tomó la decisión de alistarse en el Women’s Army Corps, una unidad auxiliar del ejército de los Estados Unidos creada para apoyar a las fuerzas armadas en labores logísticas, organizativas y de cualquier otro tipo. Evelyn fue destinada entonces a la base de Jefferson, Missouri. No se sabe nada de su paso por esta unidad, tan sólo tenemos noticias de que Evelyn, una vez finalizado el servicio, decidió quemar su uniforme y volver a Nueva York a vivir con su hermano y su cuñada. Allí encontró trabajo como contable en una imprenta.
Durante esa etapa de su vida, Evelyn conoció a Barry Rhodes, un joven que había servido en el ejército como piloto de aviones y que en aquel momento estudiaba en el Lafayette College de Easton. Parece ser que entre los dos hubo una química instantánea y comenzaron a salir juntos. La relación se consolidó rápidamente y en la primavera de 1946 Evelyn fue una de las damas de honor en la boda del hermano de Barry. Sin embargo, al volver a casa tras la ceremonia, la cara de Evelyn mostraba un semblante sombrío. “No quiero volver a ver esto”, dijo, y de la misma manera que había hecho con su uniforme de Women’s Army Corps, quemó el traje de dama de honor que había lucido en la boda.
A pesar de este incidente, Barry propuso matrimonio a Evelyn y esta aceptó sin pensarlo dos veces. La boda se celebraría en casa del hermano de Barry en junio de 1947. Los días entonces pasaron con normalidad y presumible felicidad para los jóvenes prometidos y el 30 de abril, a menos de dos meses de la gran boda, Evelyn visitó a Barry en Easton para celebrar su 24º cumpleaños. “Cuando la besé para despedirme Evelyn parecía tan feliz y normal como cualquier chica a punto de casarse”, declaró poco después un desconsolado Barry.
Nunca sabremos qué le pasó por la cabeza a Evelyn, pero tras despedirse de su prometido tomó un tren en dirección a Manhattan, en lugar de volver a casa, como era habitual. Una vez allí, reservó una habitación en el hotel Governor Clinton donde escribió una breve nota que guardó en su bolso. Luego compró una entrada para el observatorio de la planta 86 del Empire State Building y una vez arriba, con la ciudad a sus pies, saltó para no despertar jamás.
Evelyn quemó dos vestidos y tras su salto ella misma fue incinerada. Lo que no consiguió fue ser olvidada, como pedía en su nota. Al contrario, la imagen del cuerpo de Evelyn sobre el capó del coche, más dormida que sin vida, es parte la historia de Nueva York y de la fotografía.
Otros blogs que te pueden interesar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario