Muchas manías religiosas parecen instaurarse por la voluntad de personas que creen estar cumpliendo los designios de Dios. Sin embargo, esta historia parece haber comenzado con personas que tenían incertidumbre sobre si Dios estaba de su lado.
En el siglo XV, una monja de un convento de Baviera comenzó a comportarse de forma extraña. La joven religiosa mordía a las otras hermanas. Todo bastante extraño, pero lo peor es que su comportamiento, aparentemente, “contagiaba” a las demás monjas. En determinado momento, todas las monjas que habían sido mordidas estaban mordiendo a otras. La Madre Superiora ordenó que las monjas afectadas por la locura fueran encerradas en sus habitaciones, pero de alguna forma lograron escapar del encierro, levantando la sospecha de que las fuerzas sobrenaturales estaban detrás de todo esto.
Finalmente llamaron a un sacerdote y el padre consideró que aquello solo podía ser obra del demonio. Las monjas fueron debidamente exorcizadas en la plaza pública y durante el aterrador espectáculo tuvieron que llevar puestas abrazaderas de hierro.
Lo peor es que el asunto no termina aquí.
La epidemia continuó esparciéndose más allá de las fronteras llegando a Italia y Holanda, siempre afectando a monjas de conventos aislados. En Cremona, Italia, las monjas no tuvieron la misma suerte que sus colegas alemanas, pues además de pasar por el exorcismo tuvieron que soportar que les arrancaran los dientes con pinzas.
En Khelm, un poblado de Holanda, a las pobres monjas les cosieron la boca con una hebra gruesa para que no pudieran morder a nadie más.
Pocos años después, otra extraña epidemia se instaló en los claustros de Italia. Las monjas de este nuevo brote no podían dejar de maullar.
Puede parecer una estupidez en nuestros días, pero los gatos, aunque eran animales necesarios para controlar la población de ratas, frecuentemente eran asociados con el diablo y con la hechicería. Cuando las monjas no pudieron controlarse y maullaban sin parar, algunos creyeron que se estaban comunicando con los mensajeros de Satanás. Pasando quien sabe qué instrucciones para sus malignos planes.
La primera medida fue cazar y sacrificar a todos los gatos de la región. Pero ni así la locura se detuvo. Oficiales de la Inquisición fueron requeridos para averiguar el peligro y después de interrogar a algunas mujeres, se decidió que debían ser enviadas a otros conventos. Hasta donde se sabe, las monjas dejaron de maullar y las cosas regresaron a la normalidad.
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