Según la Teología Católica, en el siglo VI d. C. tuvo lugar la publicación de “La Jerarquía Celeste”, un libro que comprendía una serie de textos impregnados de misticismo y cuyo autoría fue atribuida, en un primer momento, a un obispo de Atenas llamado Dionisio Aeropagita. Sin embargo, estudios posteriores vendrían a demostrar que este obispo, también discípulo de San Pablo, no había sido el autor de dicha obra, sino un escritor anónimo al que se le daría el nombre de Pseudo Dionisio Aeropagita.
Atendiendo al contenido de “La Jerarquía Celeste”, la Corte Celestial estaría formada, por 9 órdenes o coros angélicos que a su vez, y conforme a sus respectivos grados de relevancia, vendrían a dividirse en las Tríadas Superior, Intermedia e Inferior.
En la Tríada Superior se congregan los seres que de manera mas próxima y directa sirven a Dios. En ella existen 3 órdenes: Serafines, Querubines y Tronos. Los Serafines o “ Saraph” (“seres de fuego”) tienen como cometido rodear el trono de Dios y mantener, mediante el canto, una alabanza continua a la Gloria de Dios.
En un principio, fueron 4 los Serafines: Luzbel (que al rebelarse pasaría a ser Lucifer), Miguel (que tras la traición del anterior pasaría a desempeñar otras funciones que le son encomendadas), Kemuel y Natanael. Son seres alados con la peculiaridad de contar con 3 pares de alas y que se caracterizan por su belleza incomparable; hasta el punto de que sólo Dios puede contemplarlos. Además, se les atribuye la destrucción de Sodoma y Gomorra.
Los Querubines fueron ubicados al Este del Edén con la misión de proteger el camino que conducía al Árbol de la Vida. Fue uno de ellos quien expulsó a Adán y Eva del Paraíso por su desobediencia. Los textos bíblicos hablan de su velocidad idéntica al relámpago e inteligencia extraordinaria. Con alas multicolores y como serpientes de fuego, se reconoce a los Tronos. Son mensajeros de Dios y propician las Revelaciones. No obstante, su tarea principal consiste en sostener el trono de Dios.
En el segundo grupo, el de la Tríada Intermedia, localizamos a las Dominaciones, las Virtudes y las Potestades. Son considerados “espíritus cosmogónicos” porque mantienen la concordancia de los astros. Las primeras (Zadkiel, Yahriel y Muriel) intervienen directamente en el destino de la Humanidad vertiendo la “Misericordia Divina” cuando creen oportuno. Las Virtudes (Bariel y Tarshish) conceden las bendiciones, mientras que las Potestades se encargan de vigilar los Senderos Celestiales e impedir todo avance diabólico.
Con respecto a la Tríada Inferior, decir que en ella se encuentran los ángeles; los únicos que pueden adoptar figura humana y formar parte de la organización de nuestro mundo. Se dividen en “Ángeles de la Guarda”, “Arcángeles” y “Principados”. Un “Ángel de la Guarda” es asignado a cada humano en el momento de su nacimiento y permanece con él hasta su muerte intento guiarle por el buen camino. Si lo consigue ascenderá con él al Reino de los Cielos y se le dará una nueva misión. De no lograrlo, arderá en el Infierno junto con su protegido.
Los “Arcángeles” son Gabriel ( Arcángel Protector contra el Miedo y Mensajero Celestial), Miguel (Arcángel de la Esperanza y Jefe del Ejército Celestial) y Rafael (Arcángel de la Paz y protector de los viajeros, de la Salud y del Noviazgo). Todos ellos están dotados de inmensos dones y poderes.
El último coro angélico de esta Tríada, y último escalón jerárquico, pertenece a los “Principados”, criaturas encargadas de velar por todas y cada una de las naciones. Cabe destacar a la “Hueste Angélica”, creada con el fin de sofocar la rebelión de Lucifer y sus seguidores mediante su descomunal fuerza bruta, y a los “Ángeles Castigadores” (Kasiel, Lahatiel, Shatfiel y Puriel). Se sirven de unos caballos de guerra llamados “Criaturas de Abbadón” que tienen rostro humano, dientes de león, cola de escorpión y corona de oro.
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