Abril de 1.854: el cura párroco de Casares descubre que todos los habitantes del pueblo de Mengollo, en Quirós, habían muerto. Era una veintena de cadáveres. El cura visitaba el pueblo después de meses, pues las nieves lo dejaban aislado durante el duro invierno. Cuando llegó a un alto desde donde se divisaba el pueblo no se dio cuenta de que las chimeneas no humeaban. Según se fue aproximando, le extrañó el silencio. Cuando estaba cercano a las casas encontró un vecino sin vida. Asustado, se encaminó hacia las viviendas, cuando la imagen le sobrecogió. Más cuerpos inertes en el exterior. Entró en las viviendas gritando, para encontrarse a todos sus feligreses muertos. Describió de esta manera lo encontrado:
Las pinas callejas del pueblo estaban pobladas de cadáveres. La puerta de la iglesia permanecía abierta y tres o cuatro vecinos, en estado de putrefacción, yacían dentro, abrazados a los santos. Y los niños de pecho que había en el lugar estaban también muertos, abrazados a sus madres, que estaban tiradas entre la nieve que aún había en Mengoyo». La escena era dantesca y trágica.
Allí inspeccionaron los cadáveres, no había signos de violencia, y después de muchas deliberaciones atribuyeron las muertes al consumo del pan. Algo envenenó el alimento. Un cerdo permanecía muerto con restos de pan en su estómago.
La sabiduría popular acusó a la salamandra de ser la causante de envenenar el agua con que se elaboró la masa. También se dice que pudo haber sido a consecuencia de una planta venenosa que crece entre la escanda, y esta estaba mal cribada, el bollo fue echo con este cereal, En la Semana Santa era de costumbre elaborar pan de dulce y un vecino lo hacía comunalmente para todo el pueblo se sirvió después a todos los vecinos y perecieron envenenados.
Una fosa común albergó aquellos cuerpos en aquel mismo lugar. Los vecinos de Villagondu se llevaron la panera a su pueblo, y todavía permanece allí como testigo de una catástrofe. Las autoridades decidieron quemar el pueblo para eliminar todo peligro de infección por la peste u otra enfermedad. Así desapareció el pueblo de Mengollo. Durante años, los ganados no se enviaban a aquellos pastizales y la maleza se adueñó de aquel lugar, antaño poblado. Las ruinas de tres casas, entre helechos, en Mengollo, junto con varias construcciones auxiliares, son el testigo mudo de un misterio sin resolver.
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