¿Es posible vender el alma al Diablo? ¿Existen realmente los Pactos Satánicos? Tal y como se recoge en los tratados de Alta Magia redactados durante los siglos XV, XVI y XVII, todavía hoy existen personas en algunos países del mundo que celebran complejos rituales de magia negra en busca de los favores de los Demonios.
Los círculos mágicos han sido grabados en el suelo, respetando minuciosamente la centenaria tradición. Signos cabalísticos y extraños nombres de entidades diabólicas rodean el circulo mágico junto con una barrera de sal, que tendrán como objeto protegernos del diablo tras su aparición…
Las velas, los inciensos, las ofrendas y el cuchillo sagrado empuñado enérgicamente por el oficiante, confieren a la escena un halo completamente irreal. La luna llena, que preside un cielo plagado de estrellas, supone el atrezzo ideal para completar tan dantesco contexto.
El mago inicia la invocación, convinando el latín tradicional con el creol, su lengua materna. Y nosotros, parapetados de los supuestos demonios invocados, tras el protector círculo mágico, contenemos la respiración y concentramos nuestra atención al máximo… si todo sale según lo previsto, en unos instantes se materializaría ante nosotros Astarot, uno de los demonios legendarios, que han protagonizado los grandes tratados de Alta Magia de los siglos XIV, XV o XVI.
Pero no nos encontrábamos en un plató de televisión, ni en un escenario teatral. Aquel ritual de magia, una tradicional invocación al demonio para sellar un pacto satánico, se realiza todavía hoy en algunos lugares del mundo, tal y como se realizaba en Francia, Alemania, Italia o España hace 3 o 4 siglos.
La invocación a los demonios
Hoollywood ha conseguido acostumbrarnos, a fuerza de insistir en el tema, a tan insólita situación. Un humano, ambicioso de poder, fama o sexo, consigue invocar al Diablo para venderle su alma a cambio de sus favores terrenales.
Hace algunos años, un codicioso Keannu Reaves y un magistralmente diabólico Al Pacino nos ofrecían en Pactar con el Diablo, la enésima versión cinematográfica de este inquietante mito. ¿Mito? ¿O tras los pactos con Satán se esconde algo más que una leyenda sin fundamente?
La demonología es una especie de “asignatura” teológica que pretende analizar el mundo de Lucifer y su extensa corte infernal, no desde una perspectiva mítica, o antropológica, sino partiendo del supuesto de que tales entidades existen realmente y son capaces de interactuar en nuestro mundo. Al fin y al cabo, el mismísimo apostol y envangelista Juan, se refiere a Lucifer como “El Príncipe de este Mundo”.
Y como Príncipe del Planeta Tierra, Lucifer acaparó la preocupación y ocupación de sacerdotes, monjes y obispos de toda la historia, que inmortalizaron sus reflexiones, conjeturas y supuestos “descubrimientos” sobre las debilidades del Maligno en fascinantes tratados de Alta Magia a lo largo de los siglos… En una época en la que la cual la cultura y la ciencia estaban limitados a la Iglesia, resulta comprensible que algunos intelectuales inquietos, que habían llegado al sacerdocio no por vocación sinó por una imposición familiar (en muchos países era tradición que el segundo hijo varón fuese entregado a la Iglesia) terminasen dedicando su tiempo a la alquímia, la astrología y otras “ciencias”, origen de nuestras actuales química o astronomía, o también la Alta Magia, considerada la Gran Ciencia.
Por esa razón los textos de Teurgia y Goecia, ambas formas de Alta Magia, más importantes de la historia, llamados Grimorios, fueron redactados en muchos casos por monjes, sacerdotes o incluso -según algunas fuentes- por algún Papa, como Honorio III
Los libros prohibidos
Algunos de esos textos prohibidos, los Grimorios, se han conservado hasta nuestros días, escapando milagrosamente a las piras de la inquisición, o a la censura de los sucesivos Papados.
El Gran Grimorio está considerado como uno de los libros más autorizados en lo concerniente a los pactos diabólicos. Resulta difícil, como ocurre con todos los grimorios, datar la fecha de su redacción, al no haberse localizado ningún manuscrito anterior a la fecha de su impresión, que ocurrió en el siglo XVIII. Para algunas fuentes debe ser posterior al Grimorium Verum pero para otros es contemporáneo, o incluso obra del mismo autor, del Lemegeton o “Clave Menor de Salomón”, obra datada con cierta seguridad en el año 1500.
Atribuido “oficialmente” a un tal Antonio del Rabino, un mago veneciano que afirmaba haber redactado la obra basándose en textos autógrafos del mismísimo rey Salomón (Hijo de David y profeta del Antiguo Testamento), en el Gran Grimorio se especifica con detalle como invocar y pactar con Lucifer Rofocal. Consciente de los riesgos que encerraría el pacto con el diablo, Antonio del Rabino, o quien haya sido su autor, el Gran Grimorio incluye toda una serie de cláusulas llenas de dobles sentidos, triquiñuelas y escapatorias, que permitan burlar al diablo cuando éste se presente para reclamar su parte en el pacto. Al fin y al cabo, toda una eternidad de tormentos inenarrables, a cambio de unos pocos años de beneficios materiales, no son un buen negocio para nadie.
Siempre según la formula del Gran Grimorio, tras varios días de astringencia sexual, semi-ayuno y austeridad en el vestir, se iniciará el ritual nocturno con la siguiente invocación:
“Adonai, Elohim, Jehovah, yo te imploro, oh, patrono y señor de todos los espíritus, y te entrego mi alma, mi corazón, mis vísceras, mis manos y mis pies, todo mi ser. Oh, Adonai, dígnate serme propicio en mi labor…”
El Grimorium Verum nos ha llegado, en su forma más antigua, en una traducción francesa, impresa en Roma (cuya traducción del hebreo firma un tal Plangiere, Jesuíta-Dominico), aparentemente en el siglo XVI. O al menos eso se desprende del encabezamiento de este importante tratado de Alta Magia que dice: “Alibeck el Egipcio, en Memfis, año de 1517”. Sin embargo es frecuente que los Grimorios y otros “libros malditos” presenten falsificaciones similares para despistar a los tribunales inquisitoriales que perseguían con saña a los redactores de estas “obras blasfemas y heréticas”.
Según los estudios bibliográficos realizados sobre estas magnas obras de Magia Negra, la necesidad de falsear el nombre del autor, y el lugar y fecha de redacción eran una argucia imprescindible para poder eludir las piras de la Inquisición, lo cual dificulta enormemente la datación exacta de estas obras. Pese a ello, muchos autores consideran el Grimorium Verum como una probable última redacción, notablemente enriquecida por diferentes fuentes, de uno de los legendarios cuarenta y dos libros de Hermes Trimegistro. Cuarenta y dos libros divididos en seis grupos de siete obras, sobre astrología, rituales, medicina, etc.
Uno de los rituales incluido en el Grimorium Verum (como ocurre en el Gran Grimorio) se dedica especialmente a la venta del alma al Diablo. Y como en el citado Grimorio, se especifica que los demonios “no dan nunca nada a cambio de nada”, aludiendo a la necesidad de ofrendas y sacrificios rituales, siempre de animales. El Grimorium Verum inicia su primera parte enumerando los tres principales demonios con los que se puede pactar: “Lo primero que debes saber es que existen tres potencias. Lucifer, Belcebú y Astarot”. Detallando a continuación como han de confeccionarse correctamente todos los elementos y herramientas del ritual: el pergamino virgen, las varas mágicas, el cuchillo sacrifical, la lanceta, etc.
El Grimorium Honorii Magni (o Libro del papa Honorio el Grande) se ha considerado el más “diabólico” entre todos los Libros Negros, probablemente porque, a diferencia de otros Grimorios más limitados a la magia cabalística (judía) en esta obra se muestran importantes influencias cristianas, que a juicio de las autoridades eclesiásticas, agravan aún más el carácter blasfemo de la obra. Publicado por primera vez en latín, en Roma, en los años 1629, es conocido especialmente a partir de una traducción francesa de 1670, y atribuido al papa Honorio III el Grande, sucesor de Inocencio III, que reinó entre el 1216 y el 1227.
El libro se inicia con un alegato del autor: que se identifica como Papa: “Nos , indignamente Pontífice, elevado a este Alto Oficio, por la benevolencia del Señor, y heredero y sucesor de Pedro…”. Seguidamente el presunto Papa explica su deseo de “comunicar el poder que Nos poseemos sobre los espíritus y que hasta hoy había permanecido confinado y reservado a los Siervos de los Siervos de Dios de nuestro mismo rango”.
El argumento esgrimido por el autor, que a ojos del creyente no deja de tener un cierto sentido, es que, según la cita evangélica, Jesús dijo al primer Papa: “Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y la puertas del infierno no prevalecerán contra ella y te daré las llaves del Reino de los Cielos y cualquier cosa que atares en la tierra será atada en el Cielo” (Mateo 16, 18). En esta cita, en la que se sustenta en buena medida la autoridad del Magisterio de la Iglesia Católica, se pretende justificar el supuesto poder del Papa para dominar a los demonios, y para decidir en la tierra cuestiones que afectan también al mas allá.
Por esa razón no debe sorprender al lector que, amén de la invocación a los demonios o ángeles hebraicos, o a la divinidad en todas sus formas judaicas: Adonai, Eloim, Jehová, etc, en el Grimorio de Honorio III se apele al poder de la Virgen , los Santos o Jesucristo para sellar los pactos con los espíritus, o requerir su protección en los tratos con los demonios.
El Libro de las Maravillas del Mundo y otros Grimorios atribuídos a Alberto Magno (como el Pequeño Alberto) han conocido infinidad de ediciones en todas las lenguas europeas importantes. En sus páginas se incluyen explicaciones, y justificaciones que intentan razonar los porqués del funcionamiento de los rituales mágicos, y lo cierto es que algunos de los “trucos” enumerados por el supuesto Alberto Magno, no carecen de un cierto sentido común.
En España, sin duda uno de los libros prohibidos más populares, que todavía hoy circula en algunos ambientes esotéricos, es el Gran Libro de San Cipriano. Este Grimorio, en el que también se especifica con detalle el ritual de invocación a los demonios y los pasos del pacto satánico, generó todo tipo de leyendas. Entre las meigas gallegas, que haberla haylas, se rumoreaba que existía una copia de este libro legendario encadenada en los sótanos de la Catedral de Santiago de Compostela, sin embargo ediciones menores y fragmentos sueltos eran atesorados por algunos esoteristas gallegos, o del resto de España, como un auténtico tesoro mágico. “El Ciprianillo” todavía hoy es consultado por algunos videntes, ocultistas y brujos españoles contemporáneos.
Los amantes del Diablo
Por insólito que pueda parecernos, las fórmulas, invocaciones y rituales de pactos diabólicos que figuran en esos libros, han sido consideradas efectivas por generaciones de brujos y hechiceros, que todavía hoy reproducen algunos de esos textos heréticos, con objeto de difundir las técnicas para vender el alma al Diablo.
María M. es una sacerdotisa de Lucifer, líder de una “Hermandad Satánica” afincada en Cataluña. Desde su más tierna infancia, según nos relata, ha protagonizados extrañas visiones místicas en las que Satán se le aparecía revelándose como su verdadero Dios. Desde hace años, María se dedica a rendir culto al Demonio y ejercer una auténtico “apostolado satánico” por toda España. Una de sus “misiones” ha sido la de traducir del latín al castellano los textos e invocaciones utilizados en las tradicionales misas negras. “Mi intención –confesaba María a quien esto escribe- es que todos los españoles o latinoamericanos puedan acceder a estos textos que antes solo conocía la Iglesia Católica, para poder invocar al Diablo. Es una forma de extender su mensaje por el mundo de habla hispana”.
En este sentido redunda el recientemente fallecido Anton Szandor LaVey, fundador y líder de la Iglesia de Satán (legalizada en San Francisco en 1966). Anton LaVey publicó en 1972 su segundo libro: Rituales Satánicos (editado en España por Editorial Martínez Roca). En este libro el “Papa Negro” incluye diferentes rituales de magia negra para la invocación, culto y pacto con el Diablo, extraídos de diferentes culturas.
Como bien dice LaVey, “el culto a Satán no es una exclusiva católica, y en todos los pueblos del mundo ha existido un Lado Oscuro, y grupos de rebeldes al poder que le han rendido culto”. De esta forma, Anton LaVey incluye en su recopilación de “rituales satánicos” ceremonias, por ejemplo, de los Yezidies islámicos, una secta que adora al Sahitán del Corán, y que realiza sangrientos rituales de sangre en sus tenebrosos cultos; o los Khlysty rusos, vinculados al siniestro Rasputín, y feroces enemigos “satánicos” de la cristiana iglesia ortodoxa.
Anton LaVey detalla en esta obra los pasos a seguir en diferentes ritos satánicos para invocar al Diablo, ritos y ceremonias extraídas de antiquísimos textos de los más célebres Grimorios e Inquiridiones.
Su libro Rituales Satánicos, al igual que antes había ocurrido con La Biblia Satánica, se ha convertido en manual y libro de cabecera de todo tipo de grupos satánicos. En España yo mismo he podido presenciar ritos satánicos oficiados siguiendo textualmente las indicaciones de LaVey. Algunos de estos sacerdotes y sacerdotisas satáncios/as, aseguran que sus pactos con el Diablo han sido completamente efectivos.
Raquel Joana Hernández, sacerdotisa de la Iglesia de Satán, supone un caso excepcional. Tras su pacto de fidelidad con el Diablo, Raquel comenzó a vivir una especie de “trances místicos” sorprendentes. Desde entonces Raquel recibe “mensajes de Satán” a través de la escritura automática o psicografía, de la misma forma que lo hacen los médium espiritistas, o los místicos católicos.
En base a esas “revelaciones” Raquel escribió su libro Confidencias de una Bruja, una colección de relatos cortos de marcado carácter erótico, que llegó a concursar en el premio La Sonrisa Vertical…
Los peligros del Pacto Satánico
Resulta relevante señalar que incluso algunos de los más devotos satanistas, señalan los riesgos que entrañan este tipo de ceremonias. El Pacto Satánico, dicen, no es un juego para curiosos, sino un compromiso para toda la eternidad.
Algunos autores de Grimorios e Inquiridiones de Alta Magia, insistieron repetidamente en este aspecto del trato con los demonios, intentando señalar todo tipo de triquiñuelas que permitiesen burlar al Demonio cuando se presentase para exigir su parte del trato, esto es, el alma del mago.
Uno de esos textos antiguos, el Práctica de Conjurar escrito por Fray Luis de la Concepción, se ha convertido en un clásico. Fray Luis de la Concepción nació en Transtagana (Portugal) en 1599, “tomando el santo hábito el 9 de diciembre de 1616” y convirtiéndose posteriormente en profesor de Sagrada Teología en Salamanca y Alcalá de Henares, y más tarde, en Ministro y Definidor General de la Iglesia.
Antes de fallecer “con fama de santidad”, en Alcalá de Henares, en 1681, pudo ver la primera edición de su obra, publicada, también en Alcalá de Henares, en 1673.
En este extenso libro-manual de magia, se detallan diferentes formas de invocar a las fuerzas de la naturaleza, espíritus y demonios, incluyendo también las precauciones que ha de tomar el mago en cada caso.
Sin embargo, según Fray Luis, y según otros muchos autores, no resulta fácil engañar a Lucifer, al fin y al cabo, se trata del Angel más perfecto de la creación, y ni Satán, ni su extensa corte de demonios y diablos, carece de picardia y todo tipo de argucias, para engañar a su vez al mago que les invoca.
En 1998, más de 300 años después de que Fray Luis de la Concepción escribiese Práctica de Conjurar, brujos, hechiceros y satanistas de medio mundo continúan utilizando las mismas oraciones, grabados cabalísticos y formulas mágicas para invocar a los demonios. Unos, utilizan una aparatosa puesta en escena, inspirada en los Grimorios medievales, para estafar a los más crédulos, con ingeniosos trucos de mágia que pretenden hacer pasar por una aparición sobrenatural, pero otros, absolutamente leales a los principios mágicos tradicionales, consideran los rituales de Alta Magia, como una ciencia milenaria completamente efectiva y real.
Paradójicamente, lo mejor que nos puede pasar, en caso de acudir a uno de esos rituales de pacto satánico, es que nos engañen los falsos brujos, ya que, de producirse una verdadera aparición del Diablo, en lugar de nuestro dinero, perderíamos nuestra alma, condenados a toda una eternidad. Y ese, jamás es un buen trato.
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