Cuando Lauren Kavanaugh tenía tan solo 3 años de edad comenzó su tormento. Su madre, Barbara, y su padrastro, Kenneth Atkinson, la confinaron a un armario de 1.20 por 2.70 metros en su residencia en Dallas en el estado norteamericano de Texas. Por increíble que resulte, la niña pasaría los próximos cinco años de su vida viviendo como una prisionera en este sitio, en medio de sus propias heces y sin ningún tipo de contacto con sus hermanos ni con el mundo exterior. Lauren solo podía salir del armario cuando el par de sádicos tenía deseos de abusarla sexualmente o torturarla.
La alimentaban con las sobras de la comida y recibía cantidades mínimas de agua. “Era una niña muy delgada, muchas veces me ataban y resultaba imposible pelear contra los dos. Fui torturada en múltiples ocasiones – como cuando mi madre me bañaba y empujaba mi cabeza debajo del agua. Cuando tenía seis años, cierto día, ella llegó con un plato de macarrones con queso y lo puso frente a mí y me dijo que podía comerlo. Pero después me hizo escupirlo todo”. Testifica Lauren, hoy con 21 años de edad.
Muchas veces la niña era quemada con un cigarrillo cuando era alimentada o cuando recibía el baño. Lauren recuerda escuchar a otros niños jugando dentro de la casa. Estos sonreían y parecían felices, mientras ella estaba encerrada en un armario oscuro y lleno de heces.
El hallazgo.
La pesadilla de Lauren terminó cuando tenía ocho años. Quien hizo la denuncia a la policía fue un vecino a quien la propia madre le presentó a la pequeña. El par de dementes se refería a la niña como “el secreto”. El testigo quedó aterrorizado con la situación de Lauren: estaba desnutrida, débil y pesaba menos de 11 kilogramos (el peso de un niño de dos años). También eran evidentes las marcas de tortura por todo su cuerpo.
Este vecino denunció a las autoridades que actuaron de inmediato. Cuando la policía consiguió la orden e invadió la residencia de los Atkinson, el escenario era desolador. La niña estaba batida en sus propias heces, el lugar que servía como prisión también estaba lleno de excremento y el hedor era insoportable.
Lauren inmediatamente fue llevada al hospital. Debido a las pequeñas dimensiones del lugar al que había sido confinada, presentaba graves señales de atrofia. Su estado de desnutrición era gravísimo. Debido a la atrofia tuvo que practicársele una colostomia, proceso que consiste en la exteriorización del intestino grueso a través de la pared abdominal, para la eliminación de gases o heces.
Los médicos emplearon en Lauren el mismo método de alimentación usado en las víctimas del Holocausto. Debido al abuso sexual que sufrió, aunado a su corta edad y a su debilitado cuerpo, Lauren sufrió graves daños en los órganos internos, requiriendo una gran cantidad de cirugías reconstructivas.
Tras recibir los cuidados médicos, Lauren fue conducida al sistema de adopciones.
Relatos del sufrimiento de la pequeña.
Blake Strohl, la hija mayor de Barbara y media hermana de Lauren, cuenta que a sus 10 años vio a una niña lastimada en numerosas ocasiones. A veces, sacaban a su hermana del armario en el medio de la noche y le daban un baño. La niña tenía quemaduras de cigarrillos por todo el cuerpo, manchas de sangre y la vagina hinchada.
“Yo sabía que necesitaba ayuda. Ello logró hablar conmigo, pero era como si estuviera hablando con una bebé”. Dijo la joven, actualmente con 23 años.
Al Dallas Morning News, Blake también relató que la vida sexual de su madre y del padrastro era bastante activa.
“Sabía que tenían mucho sexo porque podía escucharlos, pero no sabía lo que estaban haciendo con ella. Siempre tenían la música muy alta. Lauren gritaba, pero siempre creí que le pegaban. Ella gritaba demasiado”.
Lauren recuerda que la primera vez que se le permitió salir del armario, desde que había sido encerrada, fuera para ser violada.
“Pusieron música country a un volumen muy alto para ocultar mis gritos. Después de horas de abuso, me regresaron al armario, confusa y en agonía. A partir de aquel momento, se convirtió en mi nueva casa. No podía hacer nada en la oscuridad. Dormí ahí y tuve que usarlo como baño. El tapete estaba encharcado de orina y yo estaba sobre un cobertor delgado, mojado”.
Castigos para los abusadores.
Barbara y Kenneth Atkinson fueron condenados a cadena perpetua (una fuente norteamericana afirma que podrían apelar la sentencia en 2031).
La vida de Lauren en la actualidad.
Actualmente Lauren vive con su madre adoptiva, Sabrina Kavanaugh, y tres perros. Sabrina y su esposo Bill adoptaron a Lauren cuando tenía apenas 1 año y 8 meses, pero perdieron la custodia de la pequeña cuando Barbaba, la madre biológica, solicitó a la niña de vuelva, afirmando que se había arrepentido de haberse deshecho de su hija. Cuando Lauren fue liberada de su prisión, Sabrina se apuntó nuevamente para obtener la custodia de la niña.
Por primera vez en años, Lauren Kavanaugh dejó los antidepresivos y medicamentes para el trastorno bipolar. Pasó a hacer ejercicio, a conversar más y terminó la educación media. A los 21 años, la joven vive en una casa de campo en la ciudad de Canton, en Texas.
Después de librarse de sus verdugos, la vida de Lauren fue difícil. Tuvo que luchar contra la depresión, los pensamientos suicidas y tuvo muchas dificultades en la escuela. Fue transferida a un centro educativo alternativo después de participar en una pelea. Ella recuerda que ese centro educativo fue el punto de inflexión, pues ahí comenzó su terapia residencial y conoció a otros sobrevivientes del abuso.
La adaptación de la niña después del trauma fue lenta. Ella cuenta que, cuando su madre adoptiva la ayudaba a tomar el baño, ella gritaba “no me ahogues”. Lauren también recuerda que no había pasado por experiencias básicas, como jugar: era una niña que prácticamente no tenía idea de cómo divertirse con un juguete. Después de vivir dentro de un espacio de unos pocos metros, ella cuenta que recuerda la primera vez que pisó el pasto.
“Pensé que el pasto me estaba mordiendo”, dice.
Tenía el comportamiento y la mentalidad de una niña más pequeña y tuvo que someterse a tratamiento psicológico. Ahora Lauren está por terminar el bachillerato y piensa en iniciar una carrera como psicóloga para convertirse en consejera y ayudar a otros niños que sufren de abuso a superar el trauma y la violencia, de la misma forma que ella tuvo que hacerlo.
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