Lavinia Fisher fue la primera asesina serial norteamericana. La forma en que emboscaba y asesinaba a sus víctimas parece sacada de un guion de cine, y justamente es esta historia la que estás a punto de conocer.
Fue una hermosa mujer que vivió en torno a los primeros años del 1800 en Charleston, Carolina del Sur, en los Estados Unidos. Se casó con un hombre llamado John Fisher y antes de esto, nada se sabía sobre su historia. Lavinia no tenía certificado de nacimiento ni referencias familiares, aunque se estima que nació en torno al año 1793, pero es algo no puede corroborarse.
Alrededor del 1815 ella y su marido transformaron su casa en una inmensa posada para viajeros. La idea fue muy buena y los negocios iban razonablemente bien, pero para Lavinia eso no fue suficiente y en aquella época comenzó a asesinar a sus clientes en busca de dinero. El plan que ella misma diseñó consistía en lo siguiente:
Cuando los viajeros solicitaban posada en su negocio, Lavinia empleaba su carisma y belleza para aproximarse a los clientes. Con el pretexto de ser una buena amiga, Lavinia platicaba con los clientes durante horas y en el proceso los interrogaba buscando saber si llevaban consigo algo importante o de gran valor, como dinero, joyas o incluso escrituras de tierras. Cuando constataba que el cliente poseía pertenencias de valor le ofrecía una taza de té con altas dosis de un somnífero. La persona bebía, el sueño llegaba y Lavinia lo dirigía hasta su habitación.
Una vez ahí, con el sueño pesado como respaldo, la mujer accionaba un mecanismo interno oculto entre los colchones de paja para poder asesinar a su víctima. Era un conjunto de lanzas afiladas que permanecían ocultas bajo las camas de la posada y que, al ser accionadas por una especie de palanca que se mantenía en el exterior, se levantaban atravesando los colchones y perforando todo el cuerpo de la víctima. Posteriormente, Lavinia solicitaba a su marido entrar en el cuarto del huésped y, en seguida, arrasaban con todo lo que había de valor para después pasar a limpiar el lugar.
Hubo muchas desapariciones y denuncias constantes, pero el apoyo de la población local hacía Lavinia provocó que la policía ignorara los casos. Hasta que, cierto día, una viajero llamado John Peeples descubrió toda la historia, fue una de las víctimas de Lavinia, y a diferencia de los otros vivió para contarlo. La mujer había empleado el mismo método con él, sin embargo, John aprovechó un descuido de Lavinia para tirar el té.
Los primeros sorbos que dio al líquido le parecieron muy amargos, además, debido a la desconfianza y a la multitud de preguntas hechas por Lavinia, John pasó la noche despierto y haciendo guardia en su habitación. En la madrugada, se llevó un gran susto cuando escuchó un fuerte estruendo bajo su cama, y al mirar vio que unas lanzas salían por debajo del colchón. Sin pensarlo dos veces, John salió corriendo y avisó a las autoridades, y aunque Lavinia fue a prisión, su condena no fue por asesinato sino por intento de robo. Como sea, las cosas no terminaron bien para ella, pues en 1820 fue llevada a la horca por sus crímenes.
Tiempo después, gracias a las investigaciones la policía descubrió que Lavinia era una de las mentoras de una banda de ladrones del estado que operaba desde hacía décadas en la región. Descubrieron también que en otra ciudad había un segundo hotel bajo su mando utilizado con los mismos propósitos, es decir, asesinar y robar a sus clientes.
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