Ciertas casas en Japón ostentan agujeros y grietas que se extienden por todas las habitaciones. Furtivo, siniestro, los habita un espíritu maligno que suele adquirir la figura de una niña.
Ella puede encontrarse entre los muebles, las puertas o los cajones, siempre en pos de algún desdichado con quien jugar. Si el infortunio te es favorable, te encontrará y de inmediato te pedirá que jueguen a las escondidas.
Debes aceptarlo porque las consecuencias de una negativa irreflexiva son dolorosamente inimaginables; si aceptas, cuando sus ojos fríos e inexpresivos te anuncien su presencia por segunda vez, fijos entre los agujeros o grietas, serás arrastrado a otra dimensión, puede que al ardiente infierno. De lo que se está seguro es que nadie ha vuelto para contarlo.
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