Napoleón
En los tiempos napoleónicos, la sola mención del nombre del Emperador Francés bastaba para generar inquietud – incluso ira – en los ciudadanos de las Islas Británicas. Napoleón era odiado, admirado, juzgado, pero sobre todo temido.
Solo una pequeña línea de agua de unos pocos kilómetros – el Canal de la Mancha – separaba al imbatible ejército napoleónico de las costas británicas.
Solo la Imponente Armada Real (imbatible ella en los mares) impedía que el Emperador conquistase Inglaterra y sometiese a su yugo a prácticamente todo el continente europeo.
Napoleón dijo en varias ocasiones que únicamente necesitaba controlar el Paso de Calais (el punto más cercano entre las dos costas) durante 3 horas para conquistar Inglaterra. Los ingleses sabían que tenía razón y que una vez desembarcara sería imposible enfrentarse a su ejército, por ello, el cuidado de la costa era fundamental.
La Leyenda del Mono de Hartlepool
En aquellos años, como es de esperarse, los habitantes de las costas británicas estaban particularmente nerviosos. Ocasionalmente aparecían barcos con la bandera francesa (el Canal no es muy ancho) que de inmediato generaban una respuesta de los pescadores, listos a defenderse y a informar a los comandos de defensa de la isla.
Un día un barco con la bandera francesa apareció. Parecía tener problemas: el clima era particularmente fuerte y no tenía cara de estar preparado para enfrentarlo.
Eventualmente el oleaje hizo que el mástil se rompiera y los tripulantes escaparon en botes más pequeños, dejando a su paso los restos del barco que llegaron a las costas de Hartlepool. Durante todo este tiempo los pescadores del área habían estado vigilando con cuidado, por lo que vieron llegar un pequeño monito disfrazado con el uniforme francés.
En otras circunstancias, el animal habría sido adoptado por los hombres. Pero esto era la guerra y la paranoia británica era considerable, por lo que se consideró que el mono era probablemente un espía… y lo colgaron.
Pero como si la historia no fuera lo suficientemente macabra de por sí, algunos historiadores le apuntan a que oculta una verdad aún más horrible:
El niño de Hartlepool
La teoría surge de que en aquel periodo los encargados del acarreo de la pólvora en los barcos (fundamental para disparar los cañones) eran llamados powder monkey (algo así como mono de la pólvora). Se trataba, en su mayoría, de niños o adolescentes de no más de 16 años, idóneos para la labor por su capacidad de moverse con agilidad en medio del zarandeo de los barcos.
En efecto, aunque es posible que un mono fuese la mascota de una tripulación ello no es muy probable, menos aún si tenemos en cuenta que en Europa prácticamente no hay primates (si exceptuamos a los humanos, claro).
Y además, resulta mucho más razonable que los pescadores consideraran a un niño un posible espía a que lo hicieran con un mono. Un niño sí podría llevar información valiosa de vuelta, resultando un peligro para los ingleses.
En cualquier caso, el hecho resulta macabro de ambas maneras. Sea un niño o un mono el que haya muerto, la historia nos recuerda que los horrores de la guerra no perdonan a nadie, ni siquiera a los más inocentes.
En el pueblo costero de Hartlepool, en el noreste de Inglaterra, perdura una leyenda de hace dos siglos sobre un mono que fue ahorcado por los pescadores del pueblo al considerarlo un espía francés. A comienzos del siglo XIX, en el transcurso de las Guerras Napoleónicas, los pueblos costeros ingleses vigilaban sus aguas ante la posible invasión francesa. Una tormenta desvió de su rumbo un barco de guerra con pabellón francés, haciéndolo llegar hasta la costa de Hartlepool. Los lugareños, expectantes, contemplaban aquella lucha desigual hasta que el buque perdió el mástil y se partió en dos. A la orilla llegaban los restos del naufragio: cajas de suministros, el mástil… y un mono empapado con el uniforme francés sobre una tabla.
En aquello días, ante el acoso de Napoleón, los ingleses vivían en estado de psicosis permanente: se mostraban desconfiados, por todos los sitios veían espías… hasta un simple mono supuso un peligro para los habitantes de Hartlepool. Se acusó al pobre mono, que no era otra cosa que la mascota del barco, de espía y en la misma orilla se le juzgó y sentenció a la horca. Se clavó el mástil del barco en la arena y se ahorcó al mono.
Lo que podría haber quedado en un episodio de maltrato animal y, sobre todo, de estupidez humana podría esconder algo peor… el ahorcamiento de un niño. La leyenda ha llegado hasta nuestros días como el ahorcamiento de un mono (monkey en inglés) pero en la tripulación de los buques de guerra había otro tipo de monkey… los powder monkey: eran niños o adolescentes que se encargaban de llevar la pólvora (powder) de la bodega a los artilleros. Quizás en algún momento, a lo largo de estos dos siglos, alguien interesado en que Hartlepool no fuese protagonista de aquella atrocidad, decidió cambiar al powder monkey por un monkey.
Es mejor quedar como estúpidos (ahorcar un mono por espía) que como inhumanos (ahorcar un niño).
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