El escafismo, también conocido como el método de tortura de la barca, es uno de los métodos de ejecución más horribles jamás ideados. Fue idea del antiguo Imperio Persa y consiste en dejar a una persona desnuda entre dos cajas con cinco aberturas, de forma que la cabeza y extremidades queden expuestas a la intemperie.
Una vez dentro, obligan al condenado a ingerir miel y leche en mal estado, hecho que le provoca diarrea. Mientras tanto, los verdugos untaban miel en las extremidades expuestas de forma que atraiga a una gran cantidad de insectos. Entonces, se deja al condenado flotando en un cuerpo de agua o al sol. Al interior, los gusanos proliferan en los excrementos, junto con las hormigas y moscas atraídas por la miel, devorándolo poco a poco (esencialmente los gusanos ingresan por el ano y dejan huevecillos en el lugar), dejando la carne expuesta y progresivamente gangrenada.
Esta ingesta de leche y miel se repite a diario como una forma de extender la tortura y evitar la muerte por deshidratación o inanición. La muerte, que en determinado punto es una bendición, tiene lugar por una combinación terrible de deshidratación, hambre y shock séptico.
La muerte por escafismo es prolongada, humillante y terriblemente dolorosa. El historiador griego Plutarco describe en su biografía del rey Artajerjes II que Mitridates, sentenciado a muerte por escafismo como consecuencia del asesinato de Ciro el Joven, sobrevivió durante dos semanas y tres días hasta que finalmente se rindió. La foto a continuación pertenece a la ejecución de una mujer en el continente asiático, donde la condenada fue encerrada en una caja en una pequeña variación del método persa.
“Los persas rivalizaron con los demás bárbaros en las horribles crueldades de sus castigos, recurriendo a métodos de tortura particularmente terribles y dolorosos, llamados ‘la tortura de la artesa’ y la costura de las pieles de los hombres. Pero lo que se entiende por ‘artesa’ tengo que explicarlo para los lectores menos informados.
Dos barcas son unidas una sobre otra, con agujeros distribuidos de tal forma que la cabeza, manos y pies de la víctima quedan expuestos. Dentro de estas embarcaciones, los hombres a ser castigados son dejados bocarriba, y entonces las barcas son unidas y fijadas con clavos.
A continuación, arrojan una mezcla de leche y miel en la boca del hombre hasta el punto donde comienza a tener nauseas. Después untan el rostro, pies y brazos con la misma mezcla, y entonces lo dejan expuesto al sol. Esto se repite cada día, de modo que el dulce atrae a las moscas, avispas y abejas, y estas se posan sobre el rostro y las extremidades expuestas, atormentando miserablemente al hombre.
Después, el estómago, inflamado por la leche y la miel, empieza a arrojar excrementos líquidos, mismos que se pudren y albergan a gusanos de todo tipo. De forma que la víctima, presa entre las barcas, va sintiendo cómo se pudre su carne en sus propios excrementos mientras la devoran los gusanos, en una forma de muerte horrible y prolongada”.
Así lo describió el historiador Juan Zonaras en los Anales de Zonaras (un epítome de la Historia de Roma de Dion Casio).
Se dice que los persas tenían una variación del método. En ocasiones sustituían el cajón de madera por el estómago de un caballo, haciendo pasar a la víctima por los terribles efectos de una doble putrefacción.
El infierno es aquí y ahora.
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