El día 27 de abril de 1912, el cadáver de una adolescente de 14 años era descubierto en el sótano de la National Pencil Factory, una fábrica de lápices en la ciudad de Atlanta, Georgia, en los Estados Unidos. El cuerpo pertenecía a Mary Anne Phagan, una empleada de la fábrica. La desafortunada joven fue golpeada, estrangulada y supuestamente violada, aunque nunca se llegó a un consenso entre los especialistas que examinaron el cuerpo respecto a lo último.
El Dr. H. F. Harris, uno de los médicos forenses, anotó en el resumen de su autopsia que:
Al examinar el cráneo no se encontró ruptura, pero sí una hemorragia que se correspondía con el punto donde fue acertado el golpe. Esto demuestra que el golpe fue lo suficientemente contundente como para que la persona cayera inconsciente. Sin embargo, esta herida no fue suficiente para provocarle la muerte.
Creo, sin lugar a dudas, que su muerte fue consecuencia del estrangulamiento, ejecutado con una cuerda alrededor de su cuello.
El hematoma presente alrededor del ojo derecho fue hecho por una herramienta suave. La cutícula externa de la piel no se rompió. Las lesiones presentes en el ojo derecho y en el cuero cabelludo fueron hechas antes de la muerte.
Examiné el contenido estomacal y descubrí 160 cm cúbicos de repollo y pan de trigo. El alimento había sido parcialmente digerido. Me siento con la confianza de afirmar que el golpe en la parte trasera del cráneo se hizo media hora después de su comida.
Realicé un examen a las partes íntimas de Mary Anne Phagan. No encontré espermatozoides. En las paredes vaginales no había evidencia alguna de violencia. Se retiró el epitelio. Los vasos sanguíneos fueron inmediatamente dilatados bajo la superficie y había una gran cantidad de sangrado en los tejidos circundantes. Para mí, la dilatación en los vasos sanguíneos es una señal de que la lesión en su vagina sucedió momentos antes de su muerte. Quizá entre 10 y 15 minutos. No existían indicios de violencia en la zona del himen.
El caso levantó bastante revuelo en aquella época. Inicialmente la policía detuvo a Newt Lee como sospechoso principal del asesinato. Newt Lee era el guardia (de raza negra) de la fábrica y fue él quien localizó el cadáver de Mary. Pero poco tiempo después fue liberado por falta de evidencias en su contra.
Entonces las sospechas recayeron en dos personas.
Jim Conley, el conserje negro de la fábrica y Leo Frank, el judío blanco gerente del lugar.
Leo Frank parecía un hombre por encima de cualquier sospecha, estaba casado y se había titulado como ingeniero en la Universidad de Cornel, además era el gerente de la fábrica. Era un hombre culto y viajado.
Los métodos de investigación en aquella época eran sumamente tendenciosos y distaban mucho de ser los mejores. La coacción de los testigos y la manipulación de la evidencia era algo bastante común. Así que los policías norteamericanos simplemente tuvieron que decidirse por el peor. ¿Un negro sucio o un maldito judío?
La situación del conserje se fue al caño cuando uno de los guardias de la fábrica declaró a un periódico que creía que Conley era el asesino. En este punto Jim Conley empezó a dar varias versiones de lo sucedido. Al principio aseguró haberse encontrado con Leo Frank el día del asesinato, parecía muy nervioso y supuestamente lo corrió de la fábrica. Después relató otra versión: dijo que Leo Frank asesinó a la adolescente y que le pagaría 200 dólares para que le ayudara a ocultar el cadáver. Esta fue la versión que se quedó.
Leo Frank fue detenido por el asesinato de Mary Anne Phagan el día 24 de mayo de 1913. El juicio comenzó dos meses después y fue un espectáculo antisemita. En realidad ya estaba todo listo para condenar a la pena capital a aquel judío. El conserje Conley testificó en la corte y en ningún momento la contradicción de sus testimonios afectó el trabajo del fiscal. El fiscal, el juez, la prensa de la época y todo el mundo condenaba a Leo Frank con coberturas sensacionalistas y descuidadas sobre el caso. Para que nos hagamos una idea, el pretexto para apoyar la historia relatada por Jim Conley era que “un negro no tenía inteligencia suficiente como para inventar una historia así”, afirmaba el fiscal del caso.
Es decir, si Conley relataba todo eso era por qué realmente había sucedido. En la parte exterior del tribunal una multitud gritaba “maten al judío”. La hostilidad que rodeaba al juicio era tanta que el juez determinó que Leo Frank y sus abogados no deberían estar presentes en el tribunal cuando dictaran la sentencia, pues si Frank era declarado inocente, el público armaría un revuelo.
Leo Frank fue condenado a la pena capital el 25 de agosto de 1913. Realizó diversas apelaciones pero todas fueron descartadas. Incluso llegó a pedir clemencia al gobernador del estado, John M. Slaton. El gobernador le dio un vuelco al caso, estudió el proceso y llegó a la siguiente conclusión: Leo Frank realmente era el culpable. Pese al veredicto, le perdonó la vida y lo condenó a cadena perpetua.
Esta historia pudo haber terminado en este punto pero no, en su insignificancia universal el ser humano se cree por encima de Dios y muy superior a cualquier convención establecida para el buen convivio en la sociedad.
El día 17 de agosto de 1915, a menos de un mes de que el gobernador hubiera otorgado clemencia, una organización social que se hacían llamar “Caballeros de Mary Phagan” invadió la prisión, extrajeron a Leo Frank y lo llevaron hasta la ciudad de Marietta, Georgia. Una vez allí Leo Frank fue golpeado de una forma brutal por un grupo de hombres que justificaban su acción como “justicia”. Pero esa justicia no atendía al asesinato de Mary Anne Phagan, su justicia pretendía vengarse de un hombre judío que vino a Norteamérica y prosperó en sus tierras. Era un acto de racismo disfrazado de justicia.
Los Caballeros de Mary Phagan estaban integrados por decenas de hombres, entre ellos el exgobernador de Georgia Joseph Mackey Brown, el juez Newton Morris y el exalcalde de Marietta e hijo de un senador Eugene Herbert Clay, también estaban presentes el famoso abogado John Tucker Dorsey, el sheriff de la ciudad William Frey, así como abogados e incluso médicos.
Leo Frank fue ahorcado en un sitio improvisado por el propio sheriff.
Como un último deseo, Leo Frank solicitó permiso para escribir una carta a su mujer, que su anillo de matrimonio fuera devuelto a ella y que la parte inferior de su cuerpo fuera cubierta, pues solo llevaba una camisa antes de su ejecución.
“Este país no tiene que temer de las comunidades rurales. La ley del linchamiento es una buena señal. Muestra que el sentido de la justicia todavía habita entre los individuos. La voz del pueblo es la voz de Dios”, escribió Tom Watson en aquella época para el Jeffersonian and Watston’s Magazine.
Varios trozos de esa última ropa que vistió Frank fueron cortados por mujeres y niños y guardados como trofeos de caza. Las incontables fotos tomadas en su ejecución eran vendidas a 25 centavos de dólar, así como los trozos de la cuerda que se utilizó para quitarle la vida.
En 1982, 67 años después de aquel episodio, un exempleado de la fábrica, Alonzo Mann, confesó haber visto al conserje Jim Conley cargando solo el cadáver de Mary Phagan hasta el sótano de la fábrica. Amenazado de muerte por Conley, Alonzo, un adolescente en aquel entonces, no dijo nada a nadie. Alonzo se encontraba en el fin de su vida y “quería morir en paz”. Pasó por un detector de mentiras y murió tres años más tarde.
En 1986, después de una detallada revisión del caso, el Estado de Georgia emitió la siguiente declaración:
“Sin pretensiones de abordar el asunto de la culpa o la inocencia, y en reconocimiento al fracaso del estado en proteger a la persona de Leo M. Frank y, de esta forma, preservar su oportunidad de continuar sus recursos legales, y en reconocimiento al fracaso del estado en llevar a los asesinos ante la justicia, y como un esfuerzo por cerras antiguas heridas, el Consejo Estatal de Perdón e Indultos, en conformidad con su autoridad constitucional y legal, concede a Leo M. Frank el perdón”.
74 años después del asesinato de Mary Phagan, Leo Frank era perdonado por un crimen que no cometió. En 2009, la película The People v. Leo Frank dio testimonio de este vergonzoso caso. Hay todo un sitio web dedicado al caso de Leo Frank, puede consultarse en leofrank.org
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