El mundo en que vivimos
Dos siglos de influencia del racionalismo, de la mano con el impresionante avance de las ciencias modernas, han hecho que mucho de lo que podríamos llamar “maravilloso” o incluso “misterioso” desaparezca de la cultura popular y del pensamiento de miles de personas. Mucho de lo que queda intenta ceñirse a los parámetros de aquel conocimiento, y se buscan las pruebas que lo hagan encajar de acuerdo con lo que ya sabemos de cómo – supuestamente – funciona el mundo.
Dentro de estos campos la criptozoología es uno de los que más se esfuerza por encontrar explicaciones racionales. Ya sea un humanoide que llegó a América hace 50 mil años, o el último descendiente de una familia de reptiles extintos, estamos acostumbrados a vernos con animales que “encajan” en nuestra comprensión de la biología aunque supuestamente no existan. Eso hace de la criptozoología, si me preguntan, un campo bastante sólido (en algunos casos, al menos).
Pero hay una bestia en particular que parece sustraerse a todo lo que conocemos y entendemos. Un monstruo (quizás una familia de monstruos) que no se asemejan a nada que alguna vez hayamos visto y nos recuerdan más a los antiguos espíritus de los dioses paganos que sobrevolaban el mundo, observando a su creación y decidiendo los destinos de la tierra. Estas criaturas suelen ser llamadas Bestias Atmosféricas.
Los monstruos que habitan el cielo
No estamos hablando de criaturas como un pterodáctilo o como el ave trueno, que no son más que versiones gigantescas (o extintas) de animales que conocemos hoy día. No, se trata de criaturas verdaderamente aéreas, celestes incluso, que pasarían toda su vida moviéndose a lo largo y ancho de la atmósfera terrestre.
Dichas criaturas podrían volar no gracias a complejos diseños aerodinámicos, sino a una densidad menor a la del aire (usando, por ejemplo, “vejigas de flotación” si la circunstancia lo requiere). Esto les permitiría prescindir, prácticamente, de la superficie terrestre y vivir lejos de nosotros, elevándose perpetuamente a decenas o cientos de kilómetros del suelo.
Pero, ¿qué pruebas tenemos de que criaturas así puedan existir? ¿Hasta dónde podemos considerar válida esta teoría? Pues bien, quienes la han propuesto consideran que los comunes avistamientos de ovnis suelen ser en verdad apariciones de estos monstruos incomprensibles.
¿Objeto volador vivo no identificado?
Es poco lo que sabemos de los ovnis, al menos, en cuanto a su naturaleza se refiere. Suelen ser figuras circulares u ovoides (en ocasiones simples puntos) que aparecen y desaparecen a su antojo. Muchos de estos avistamientos afirman que el objeto parecía casi etéreo y en ocasiones que ni siquiera tenía una forma definida, sino que era una especie de “masa” voladora.
Varias personas consideran que estos objetos no son aeronaves extraterrestres, sino seres vivos terrestres que sencillamente habitan por fuera de los dominios del hombre. Estos seres bajarían de vez en cuando por razones que no conocemos (pero sobre las que hay una interesante teoría de la que hablaré a continuación) y sería solo entonces que podríamos verlos.
Hay que hacer una aclaración importante: se clama que muchos de los avistamientos pueden explicarse con estas criaturas, no todos ellos, pues no cabe duda de que los ovnis varían mucho entre sí y seguramente tengan varias causas diferentes.
Un sistema de posicionamiento afectado por los terremotos
Muchos de los animales que realizan grandes migraciones parecen tener sistemas de localización bastante desarrollados, aunque enteramente biológicos, que les indican incluso en la niebla o entre las nubes el lugar al que deben dirigirse.
Otros animales marinos son capaces de desplazarse con la misma precisión, pese a no poder ver los puntos de referencia que tiene, digamos, un ave.
Esto nos lleva a pensar que las hipotéticas Bestias Atmosféricas necesariamente deben poseer sistemas semejantes para navegar los cielos.
Dichos sistemas seguramente se basen en la detección de ondas electromagnéticas que sigan al campo magnético terrestre (así, se supone, lo hacen también varios animales migratorios que conocemos), y podrían verse afectados por los terremotos.
Resulta que un sismo de gran magnitud puede enviar muchas señales “difusas” a una altura de centenares de kilómetros: conocidas como disrupciones ionosféricas sismogeneradas dichas ondas pueden llegar hasta la ionósfera, alterando todo el sistema en el que – suponemos – se basan estas criaturas.
Esta es, hasta el momento, la explicación más sutil y fascinante que he encontrado sobre la correlación aparente entre ovnis y terremotos. No es que los ovnis generen los terremotos, es que reaccionan a ellos huyendo de las alturas y refugiándose en la baja atmósfera… porque no son naves, son animales.
Las características de una Bestia Atmosférica
De acuerdo con los avistamientos, estas criaturas parecen carecer de una forma determinada y ser capaces de modificar su tamaño, densidad y transparencia. Estas criaturas también adoptan colores que van desde lo metálico hasta lo blancuzco, algo que parecen hacer a voluntad. Aunque algunos dicen que bajan a alimentarse de seres humanos o de animales, por lo general son vistas volando para volver a desaparecer.
Sin embargo, cabe preguntarnos si no sería posible que una criatura puramente energética habitara las partes más altas de la atmósfera. Aquella región está llena de energía proveniente del sol que estas bestias podrían aprovechar, y aunque seamos incapaces de imaginar algo así (aunque lo intentemos, con nuestra consistente noción de “alma”) no cabe duda de que la explicación tiene cierto encanto.
¿No será que los antiguos dioses no eran más que monstruos etéreos que rondan los cielos? ¿Qué bajaban antes de los desastres para evitar sus consecuencias y, de alguna manera, “advertir” a los seres humanos? ¿Qué tan posible es un ser viviente hecho puramente de energía, o con unos requerimientos mínimos de materia, que al morir sencillamente desaparezca, se deshaga en el infinito?
Responder a estas preguntas es algo prácticamente imposible. En cualquier caso, si las bestias atmosféricas existen lo más probable es que en poco tiempo podamos tener registro de ellas… a menos que ellas deseen lo contrario, claro.
Como corolario, varios autores (científicos y aficionados) consideran que estas formas de vida son las únicas que podrían existir en planetas como Júpiter.
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