Esta es una pequeña y deliciosa historia de viajes en el tiempo. Aunque hemos de decir que, para la “Sociedad de investigaciones psíquicas”, lo que nuestras protagonistas, dos profesoras británicas de principios del siglo XX, experimentaron fue en realidad un fenómeno de retrocognición, es decir, una experiencia en la cual una persona del presente es capaz de ver hechos del pasado.
Fuera como fuera, el relato de lo ocurrido perfila un lienzo de lo más original, curioso y entrañable que hemos podido encontrar dentro de las clásicas historias de viajes en el tiempo. Si ocurrió de verdad o no, queda en la opinión de cada uno, pero antes, no te pierdas este relato que aconteció en 1901, cuando dos damas inglesas visitaron los bellos jardines del Petit Trianon, cerca de Versalles.
Nuestras protagonistas eran Anne Moberly y Eleanor Jourdain, directora y subdirectora, respectivamente, del colegio St. Hugh, en Oxford. Aquel año de 1901 habían decidido hacer un pequeño viaje a Francia, y después de haber pasado unos días visitando la capital parisina, decidieron acercarse para conocer Versalles.
Pocos lugares pueden resultar más bellos y sugerentes que su palacio y sus exuberantes castillos. Era verano y el día resultaba de lo más agradable, así que no dudaron en alargar un poco más su paseo y buscar el Petit Trianon. Pero algo ocurrió. A medida que avanzaban por el camino que debía conducirles al pequeño palacio, la temperatura empezó a descender y ambas mujeres experimentaron una misma sensación: desasosiego y ansiedad, mucha ansiedad. ¿De dónde venía esa amenazante sensación? ¿Por qué hacía tanto frío de pronto?
No tardaron en darse cuenta de que se habían perdido. Por completo. Los jardines habían desaparecido para abrirse ante ellas un campo y unas granjas. A un lado vieron un arado abandonado en la carretera y a tres hombres pasando por las cercanías. Vestían con abrigos verdes (recordemos que era verano), y llevaban también sombreros con tres picos. Uno de aquellos hombres se acercó a ellas para preguntarles a dónde se dirigían. Tenía una cara marcada por la viruela y parecía enfermo.
Anne y Eleanor retrocedieron asustadas, pero con su escaso francés lograron responderle que buscaban el Petit Trianon. Fue entonces cuando el hombre, les indicó que iban por mal camino, y que primero, debían cruzar un puente. Lo hicieron, empezaron a andar hasta llegar a una planicie donde se alzaba un pequeño edificio similar al Petit Trianon. No obstante, todo era muy diferente de los folletos que ellas llevaban.
Delante de la casa había una mujer sentada en un taburete y envuelta en unas mantas, parecía triste o enferma. Al poco tiempo, de la mansión, salió un lacayo que se fijó en las damas, en nuestras dos profesoras asombradas por lo que estaban viviendo. Ambas le indicaron que venían a visitar el Petit Trianon, ante lo cual, el lacayo, amablemente las condujo hasta una sala. Al abrir aquella puerta, todo cambió al instante, desapareció el frío, el malestar, la tristeza…. Y se encontraron simplemente, con otro grupo de turistas que, al igual que ellas, visitaban el mítico edificio vestidos con ropa de verano, todo en festiva normalidad.
Ninguna de las dos mujeres sabía muy bien qué había ocurrido. Hasta que volvieron a Inglaterra y empezaron a analizar cada aspecto que habían visto en aquella experiencia, que no habría durado más de 15 minutos. Revisaron libros, documentos y hablaron con otros historiadores. El puente por el que habían cruzado para llegar a Trianon ya no existía, los jardines tampoco eran iguales a los de la actualidad, y los vestidos que llevaban, encajaban más bien con los del siglo XVIII. Y más aún, la dama a la que habían visto ante la casa envuelta en mantas, encajaba con las imágenes que se conocían de Maria Antonieta.
Anne y Eleanor, dedujeron que debía ser el año 1789, un momento de vital importancia para la historia de Francia, unos días en que, Maria Antonieta, preocupada, adivinaba ya tal vez que el rumbo de su vida iba a cambiar, de ahí su angustia. ¿Habían viajado, pues, al pasado? ¿Cómo había podido ocurrir? Las dos profesoras estaban perplejas, pero sabían muy bien lo que habían experimentado. Aunque más que pensar en viajes en el tiempo, dedujeron que podrían ser más bien “puertas invisibles a otros tiempos”. ¿Y qué hicieron entonces? Hablar con la Sociedad de Investigaciones Psíquicas, donde las recibieron con “cierto” escepticismo.
Nunca encontraron un verdadero apoyo en la Sociedad de Investigaciones Psíquicas, quienes resultaron ser algo herméticos y un poco reacios a aceptar ese tipo de fenomenología. Podrían haber aceptado la presencia de fantasmas, de un escenario embrujado, pero no dimensiones paralelas o viajes temporales.
¿Sabes lo que hicieron entonces nuestras protagonistas? Escribir un libro titulado “Una Aventura”, bajo los pseudónimos Morison y Miss Lamont. El cual, fue todo un éxito de ventas. No obstante, cuando se descubrió sus auténticos nombres, las dos profesoras fueron cruelmente criticadas. Nadie las creyó…
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