lunes, 31 de agosto de 2015

La combustión humana espontánea



Se utiliza el término combustión espontánea humana para describir los supuestos casos de incineración de personas vivas sin una fuente externa de ignición aparente. Aunque existen multitud de hipótesis sobre la combustión espontánea, la posición mayoritaria es de escepticismo sobre la propia existencia del fenómeno. Los defensores de la existencia de este fenómeno contabilizan alrededor de 200 casos desde el siglo XVIII. Sin embargo, en la mayoría de los casos apenas hubo una investigación sobre las circunstancias que lo rodearon, y muchos de ellos se basan en testimonios de segunda o tercera mano y se carece de datos tan básicos como el nombre de la víctima o la fecha del incidente.

Los defensores de la existencia del fenómeno han discrepado durante años sobre la posible causa del fenómeno, recientemente algunos han propuesto como razón más probable de su ocurrencia el inicio de un fuego no espontáneo con efecto mecha.


Explicaciones científicas

Uno de los principales argumentos utilizados por los defensores de una causa paranormal de la combustión humana espontánea es que el cuerpo humano está compuesto principalmente por agua, por lo que no arde muy bien. Sin embargo, en muchos casos de combustión espontánea, los cuerpos de las víctimas fueron reducidos a cenizas. Para llegar el cuerpo a tal estado se necesitan temperaturas de más de 1700°C.[cita requerida] Incluso en los modernos crematorios, que trabajan con temperaturas de 870-980 °C, los huesos no se consumen completamente y tienen que ser molidos.


El mayor problema que aparece al estudiar las alegaciones de combustión espontánea es la falta de datos. En la mayoría de los casos no se cuenta con datos forenses o investigaciones detalladas y, en muchos casos se carece de información tan básica como el nombre de la víctima o la fecha del suceso. En los casos en los que se cuenta con descripciones detalladas y fiables aparecen una serie de elementos comunes:

El fuego suele estar localizado en el cuerpo de la víctima. Los muebles y electrodomésticos cercanos a la víctima suelen quedar intactos. Los alrededores de la víctima sufren poco o ningún daño.


La zona alrededor de la víctima y, a veces el resto de la habitación, se encuentra cubierta de un hollín grasiento. El cuerpo de la víctima suele quedar mucho más quemado que en un incendio convencional. Las quemaduras, sin embargo, no se distribuyen uniformemente por todo el cuerpo. El torso suele quedar muy gravemente dañado, a veces reducido a cenizas, pero las extremidades de las víctimas a veces quedan intactas o poco dañadas.

Todos los casos ocurren en el interior de edificios.

Casi siempre las víctimas tienen algún problema de movilidad (invalidez, sobrepeso...) o se encuentran incapacitadas (consumo de alcohol, barbitúricos...).

En todos los escenarios hay alguna posible fuente externa de ignición.

Nunca hay testigos oculares del momento del suceso.

Las víctimas son encontradas un largo tiempo después de ser vistas con vida por última vez (típicamente más de 6 horas).

Las víctimas, en los casos citados, tienden a ser adultos mayores.

Las explicaciones racionales de estos sucesos se engloban en dos categorías básicas: crímenes y efecto mecha.


Crímenes

No es extraño que un criminal intente quemar a su víctima con la intención de encubrir el asesinato. Así, por ejemplo, en el caso de Nicolle Millet, su marido fue detenido y condenado en primera instancia. Al parecer, la policía sospechó inmediatamente de él al saber que mantenía una relación amorosa con una criada. Además, parte del cuerpo se encontró en la cocina, donde parte del suelo también había sido quemado.

El caso de la condesa von Görlitz también se engloba en esta categoría. En 1847, el conde Gorlitz llegó a casa (vivía en la región de Darmstadt) y no pudo encontrar a su esposa. Cuando se forzó la puerta de su habitación privada se halló su cuerpo parcialmente incinerado. La habitación había sufrido daños por el fuego y estaba desordenada, con una puerta y las ventanas rotas. También se halló que el escritorio se había quemado y su espejo se había roto. Las velas de la habitación también se habían fundido. Surgió la cuestión de si esta muerte (en una habitación aparentemente cerrada) había sido provocada por la combustión espontánea.


Tres años después un hombre llamado Stauff, antiguo sirviente de la condesa, fue acusado de su asesinato. Fue arrestado, juzgado y condenado. Stauff confesó que había ido a la habitación de la condesa y que al ver joyas y dinero allí sintió tentaciones. La condesa regresó inesperadamente y le sorprendió con las manos en la masa. En la subsiguiente pelea, Stauff la estranguló. Para encubrir su crimen, amontonó objetos combustibles sobre el escritorio y les prendió fuego. Su intención fue destruir toda la habitación.

El efecto mecha

A pesar del nombre de “espontánea”, lo cierto es que nunca ha habido testigos presenciales del momento de la ignición y en todos los casos con suficiente información transcurrieron varias horas desde que la víctima fue vista por última vez y el descubrimiento del cadáver. El efecto mecha fue propuesto por D. J. Gee en 1965 como explicación de la muerte de una mujer. El efecto mecha (o efecto vela) se produce cuando la ropa de la víctima se prende con alguna fuente de ingnición externa. Si se dan las condiciones adecuadas, este primer fuego quema la piel y empieza a derretir la grasa corporal. Esta grasa es absorbida por la ropa, que actúa como la mecha de una vela, alimentando el fuego de forma constante durante horas. La grasa humana arde a 215°C aunque, si está embebida en una mecha puede arder a una temperatura menor. Aunque esta temperatura es mucho menor que la utilizada en hornos crematorios, en estos la temperatura está optimizada para incinerar un cuerpo en poco tiempo, y temperaturas menores pueden conseguir el mismo efecto si actúan durante bastante tiempo.


J. D. De Haan del Instituto Criminalista de California, un experto forense en incendios y autoridad sobre el efecto mecha, ha estudiado, explicado y reproducido el efecto con éxito y divulgado sus experimentos en documentales para la BBC y National Geographic Channel.

En el experimento de De Haan, un cerdo fue envuelto en una manta y situado en una habitación simulada. Se vertió una pequeña cantidad de gasolina sobre la manta para iniciar el fuego. Tras prender la gasolina, los investigadores dejaron arder la manta por sí misma. La temperatura del fuego fue medida regularmente y era de solo unos 800°C. A medida que el fuego quemaba la piel del cerdo, su grasa subcutánea se derretía, fluyendo hasta la manta. La médula ósea, que contiene gran cantidad de grasa, también contribuyó al fuego. El mobiliario de alrededor no sufrió daños, aunque se fundió la carcasa de plástico de un televisor situado sobre un aparador. El fuego hubo de ser apagado manualmente después de siete horas, cuando la mayor parte del cuerpo del cerdo había sido reducida a cenizas.


Con este experimento, los investigadores de la BBC explicaron las siguientes características de la combustión espontánea: El fuego está altamente localizado: las llamas tenían menos de 50 cm de alto, por lo que el fuego normalmente no se propaga a los muebles cercanos.

El cuerpo resulta severamente quemado: el fuego, relativamente no muy caliente, puede arder durante un largo periodo de tiempo, como ocurrió, al ser alimentado por la propia grasa corporal de la víctima, lo que explica por qué el cuerpo puede arder durante tanto tiempo.

Los electrodomésticos situados sobre aparadores o similares no se incendian: el fuego calentó continuamente el aire y produjo una corriente de convección, pero los objetos circundantes no se quemaron, fueron solamente afectados como en los escenarios conocidos: derretimientos de plásticos, etc.


Explicaciones paranormales

Existen multitud de explicaciones de diversa índole que son rechazadas por la ciencia, bien por recurrir a elementos mágicos o por estar en contradicción con los conocimientos actuales. Estas engloban desde la intervención divina, ampliamente difundida en los siglos XVIII y XIX, el aumento de combustibilidad por consumo de alcohol, partículas exóticas, energías místicas, intervenciones de espíritus, etcétera.

Fuego por descarga estática

Esta teoría afirma que bajo ciertas circunstancias la electricidad estática sube hasta niveles tan peligrosos en el cuerpo humano que una descarga en forma de chispa puede prender las ropas.


El límite inferior para que una descarga eléctrica pueda ser percibida por un ser humano es de 3000 V. Los fenómenos de descarga de electricidad estática son a veces la causa de averías en componentes electrónicos, cuando estos son manipulados por un operario con carga electrostática. Caminar por una alfombra puede crear una diferencia de potencial de 1500 a 35 000 V.

Las descargas de electricidad estática pueden prender los gases de hidrocarburos en las gasolineras, y son una de las posibles causas de explosiones en las mismas que popular pero erróneamente se creen causadas por las radiaciones de los teléfonos móviles. El 70% de estos sucesos ocurren en un clima frío y seco, que favorece la carga de electricidad estática.


El fenómeno de enormes cargas estáticas en cuerpos humanos fue advertido por primera vez por el profesor Robin Beach del Instituto Politécnico de Brooklyn. El profesor Beach creía que alguna persona podía llegar a acumular la suficiente carga estática como para prender materiales inflamables al contacto con su cuerpo. Aunque propuso esto como una posible causa para los casos de combustión espontánea, Beach no creía que hubiera una relación con la presunta combustión espontánea genuina, puesto que ninguna forma conocida de descarga electrostática podría hacer que los tejidos de cuerpo humano ardiesen. Sí creía que una descarga estática lo suficientemente fuerte podía provocar la ignición de polvo o pelusa en la ropa.

John E. Heymer da en su libro The Entrancing Flame dos ejemplos de supervivientes de descargas estáticas potencialmente fatales, ambos con testimonios oculares. Los testimonios aparecen como declaraciones escritas y firmadas, omitiendo algunos detalles para preservar la intimidad de los testigos. Dichos casos son:


Debbie Clark, quien en septiembre de 1985 observó que ráfagas de luz azul emanaban ocasionalmente de su cuerpo.

Susan Motteshead, quien en el invierno de 1980 sufrió un incendio espontáneo de sus ropas, según el testimonio de su hija.

John E. Heymer y su libro The Entrancing Flame

Descrito por Joe Nickell como un «minero inglés convertido en guardia», John E. Heymer escribió en 1996 un libro titulado The Entrancing Flame (en inglés «La llama fascinante» o «La llama encantadora», que en realidad es un juego de palabras). El libro se titula así por la conclusión deductiva a la que el autor ha llegado tras examinar varios casos: que las víctimas de combustión espontánea son personas solitarias que caen en trance inmediatamente antes de la incineración



Heymer sugiere que en estas personas con desequilibrios emocionales, un proceso psicosomático puede disparar una reacción en cadena liberando hidrógeno y oxígeno dentro del cuerpo, detonando una reacción en cadena de explosiones mitocondriales. Las teorías de Heymer han encontrado muy poco apoyo. A su vez, han llevado a confusión: Ian Simmons, en una crítica del libro The Entrancing Flame, criticó a Heymer de la siguiente manera: «Parece estar bajo la ilusión de que el hidrógeno y el oxígeno existen como gases en la mitocondria celular y por lo tanto vulnerables a la ignición, que de hecho, no es el caso.»

Larry Arnold y el pyroton

Larry Arnold es un investigador privado, que ha dedicado una gran parte de su tiempo a la controversia de la combustión espontánea. Es el director de una organización llamada Parascience International.


En su libro de 1995 sobre la combustión espontánea titulado Ablaze! (¡En llamas!) especula con la existencia de una partícula subatómica aún desconocida a la que se refiere como pyroton, que sería emitida en los rayos cósmicos. Normalmente esta partícula pasaría a través del cuerpo sin interactuar con él, como un neutrino, pero ocasionalmente, al colisionar con un núcleo celular podría desatar una reacción en cadena que destruye el cuerpo por completo.

Las reacciones frente a su teoría son casi unánimemente negativas.

En 1996, en un artículo de Fortean Times, Ian Simmons dijo: «No hay, sin embargo, ninguna evidencia para tal partícula e inventarla simplemente para explicar la combustión espontánea no es buen candidato para explicar el fenómeno.»

Historia

Existen alrededor de 200 muertes que se han atribuido en algún momento, o se siguen atribuyendo al fenómeno de combustión humana espontánea. La mayoría, sin embargo, están escasamente documentados. Algunos de los más relevantes se describen a continuación.


Nicolle Millet

Aunque existen historias anteriores, el primer caso de muerte atribuida a la combustión humana espontánea con fecha conocida ocurrió en 1725. El caso fue recogido por el francés Jonas Dupont en el libro De Incendiis Corporis Humani Spontaneis (Sobre el fuego espontáneo en el cuerpo humano). Dupont se inspiró en el caso de un hombre que fue juzgado por el asesinato de su mujer. La víctima, Nicolle Millet, había sido hallada quemada en una silla que permaneció indemne. Durante el juicio, un joven cirujano llamado Nicholas le Cat convenció al jurado de que la muerte de la mujer era un caso de combustión humana espontánea. El acusado fue declarado inocente y el jurado dictaminó que la mujer había muerto «por la visitación de Dios».15 En Secrets of the Supernatural Joe Nickell afirma que los restos de la señora Millet no fueron encontrados en una silla sin quemar, sino que su cabeza, parte de la columna vertebral y de las extremidades inferiores fueron encontrados quemados en la cocina, donde el suelo se encontraba también quemado. Nickell afima que el marido fue realmente condenado pero que la condena fue revocada posteriormente. Nickell se basa en tres fuentes para su reconstrucción del caso: Elements of Medical Jurisprudence (1835) de G. H. Lewes; Spontanteous Combustion de la Blackwood's Edinburgh Magazine, n.º 89; y Principals and Practice of Medical Jurisprudence (1883) de T. Stevenson.


Cornelia Zangari di Bandi, Condesa de Cesena

Este caso es famoso por haberlo citado el novelista Charles Dickens en el prefacio de su novela Bleak House. La condesa, de 62 años de edad, murió en algún momento anterior a 1731. La condesa había estado bien todo el día, pero durante la cena se encontraba «embotada y con pesadez». La doncella la acompañó a su habitación y, al día siguiente, al no levantarse a la hora habitual, fue a despertarla y encontró los restos de la condesa. Según el relato, la habitación se encontraba llena de hollín. El cuerpo de la condesa había sido reducido a un montón de cenizas que se encontraba a poco más de un metro de la cama, aunque sus piernas y parte de su cabeza se encontraban relativamente intactas. La cama y el resto del mobiliario no habían sido afectados por el fuego, pero estaban cubiertas por una capa grasienta y maloliente. En el suelo se encontró una lámpara de aceite cubierta de cenizas, pero sin aceite. La forma en la que se encontraron las sábanas parecía indicar que la condesa se había levantado en algún momento de la noche.


Mary Reeser

Este caso reavivó el interés popular por la combustión espontánea, que había decaído a lo largo del siglo XIX y primera mitad del XX. Mary Reeser era una viuda de 67 años con problemas de sobrepeso, residente en St. Petersburg, Florida. La última vez que se la vio con vida fue el 1 de julio de 1951, cuando su hijo y su casera, Pansy Carpenter, estuvieron con ella por la tarde. Ese día, a las 5 de la madrugada, la señora Carpenter se despertó por un olor a quemado pero, pensando que se trataba de una bomba de agua que se había recalentado, la apagó y volvió a la cama. Por la mañana, recibió un telegrama dirigido a la señora Reeser. Cuando fue a entregárselo, notó que el picaporte estaba caliente, por lo que, alarmada, fue a pedir ayuda. Junto con dos pintores que estaban trabajando cerca, consiguió entrar. El rincón donde se encontraba la silla donde habían dejado la tarde anterior a Mary Reeser se encontraba seriamente quemado. Los más de 75 kg de peso de la señora Reeser se habían reducido a cenizas, y sólo su pie izquierdo era identificable. También se encontraron su hígado, algunas vértebras y su cráneo, reducido al tamaño de una pelota de béisbol. Todo el apartamento mostraba daños por calor por encima de los 1,2m de altura. Las paredes estaban cubiertas con un hollín grasiento, un espejo se había roto y varios objetos de plástico se habían fundido. Por debajo de esa altura, la única evidencia de fuego era una pequeña zona circular quemada donde había estado Mary Reeser. Un reloj de pared también fue afectado por el calor y se paró a las 4:20 h de la madrugada. El hijo de la señora Reeser declaró que, cuando dejó a su madre, se encontraba fumando un cigarrillo y se había tomado dos cápsulas de Seconal (un barbitúrico). El informe de la policía concluyó que Mary Reeser se había quedado dormida con un cigarro encendido, que éste prendió su bata y el cuerpo se consumió por la combustión de sus tejido grasos.


John Irving Bentley

El Dr. John Bentley era un cirujano retirado de 92 años. El 4 de diciembre de 1966 unos amigos estuvieron de visita en su casa y se fueron alrededor de las 9 de la noche. A la mañana siguiente, Gosnell, un empleado de la compañía eléctrica fue a revisar el contador del Dr. Bentley. Dado que Bentely tenía problemas de movilidad y sólo podía andar con su andador, Gosnell tenía permiso de éste para entrar en el sótano siempre que fuera necesario. Cuando bajó al sótano, Gosnell notó un extraño olor y un hollín azulado, por lo que subió al piso a investigar. El dormitorio estaba lleno de humo, y en el cuarto de baño encontró los restos de John Bentley. Lo único que quedaba de él era un montón de cenizas y su pie derecho. Cerca de los restos estaba su andador, con los mangos de plástico todavía intactos. Al parecer, el Dr. Bentley era un fumador empedernido y bastante descuidado de pipa. En su armario se encontró ropa con quemaduras de tabaco.


El bebé Rahul

En agosto de 2013, Rahul, un bebé de dos meses y medio de Tamil Nadu, India, fue ingresado por cuarta vez por graves quemaduras. Tratado en la Facultad de Medicina y el Hospital Kilpauk en Chennai, su madre alega que Rahul empezó a arder de forma espontánea. Sin embargo, los resultados de las pruebas iniciales (que mostraron normal funcionamiento de su hígado y los riñones) y la distribución de las quemaduras hacen sospechar a los médicos que se trata de un caso de maltrato infantil.

Uso en la ficción


La combustión espontánea humana se usa ocasionalmente en las obras de ficción. Charles Dickens la usó como un recurso argumental en su novela La casa desierta (1853), lo que atrajo la atención sobre el fenómeno. La serie de televisión Picket Fences incluyó un episodio en el que un personaje habitual moría de esta forma. El experimento del efecto mecha fue reconstruido en el episodio Face Lift de la serie de televisión CSI: Las Vegas. La película This Is Spinal Tap incluye varias referencias a la combustión espontánea humana, pues dos de los baterías de la banda ficticia «explotaron sobre el escenario», en palabras de la propia banda. La película Combustión espontánea (1990) protagonizada por Brad Dourif hace referencia a muchos hechos que han sido advertidos en casos de combustión espontánea. Por razones relevantes para la trama, la causa del fenómeno se atribuye en la película a envenenamiento por radiación.

En el 2º episodio de la 3ª temporada de South Park, titulado Combustión espontánea, algunos de los vecinos de la ciudad mueren por combustión espontánea al prolongar en exceso sus flatulencias.

En la novela de Madison Smart Bell Esperando el fin del mundo el protagonista muere por combustión espontánea.


En el episodio Confianza y paranoia de la telecomedia de la BBC Enano Rojo se informa al protagonista, Dave Lister, que un comandante anterior de Varsovia ardió espontáneamente. Dave se contagia entonces de un virus que materializa sus pensamientos inconscientes, lo que provoca que el comandante de Varsovia aparezca en la nave y luego explote.

También en la serie de televisión Expediente X la combustión espontánea es una de las especulaciones propuestas en diversos casos que investigan, sin acertar en ninguno de ellos.

En el 10º capítulo de la 3ª temporada de Padre de Familia Peter Griffin es víctima de una combustión espontánea en la imaginación de Stewie.

La letra de la canción Pardon Me de la banda Incubus hace referencia a la combustión espontánea. La canción Fire of Unknown Origin de Blue Öyster Cult también se refiere a este fenómeno.

En la serie de televisión Fringe, capítulo 19 de la primera temporada una chica arde. Inicialmente se considera la combustión espontánea, pero otra opción es la piroquinesis.

En la tercera entrega del videojuego Los Sims, los personajes pueden sufrir una combustión espontánea y morir. En el falso documental This Is Spinal Tap mencionan que el anterior baterista de la banda, "Peter James Bond", murió por una combustión espontánea durante un concierto.

El episodio tres de la secuela del anime Kuroshitsuji, Kuroshitsuji II trata sobre casos de combustión espontánea.

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