Corría el año 1907 cuando en la pequeña alquería hurdana de Ladrillar un extraño visitante agitó la calma del municipio, todo comenzó el 26 de febrero cuando los ribereños comenzaron a vivir un tremendo calvario. Las extrañas apariciones al atardecer de unas luminarias junto a un pequeño ser crearon un clima de tensión en el municipio.
La descripción precisa de los testigos nos habla de un diminuto ser de tez oscura que flotaba acompañado de dos luminarias, parecía ir vestido de negro con un traje muy ceñido, tenía una cabeza desproporcionadamente grande y unas extremidades muy cortas. Se paseó durante tres días por las calles de pueblo, lo hizo con total impunidad emitiendo unos gritos guturales (sonidos graves similares a gruñidos) que resonaban por todos los rincones del pueblo, además tras su particular recorrido, todas las noches se detenían en las inmediaciones del cementerio.
El pequeño humanoide acompañado de las dos luminarias solía aparecer de forma inesperada, y la gente presa del pánico corría para meterse en sus casas, cerrando puertas y ventanas sin atreverse a salir. El párroco Isaac Gutiérrez tomó cartas en el asunto informando de los extraños sucesos al Obispado de Coria pero éste jamás intervino.
La vecina Serafina Bejarano Rubio, era por aquellos entonces una niña de nueve años y recuerda perfectamente las andanzas de este siniestro personaje:
“Yo tendría nueve años. Y todo lo recuerdo perfectamente como si hubiera pasado hoy. Fueron tres días los que se apareció aquel “tío”. Era como un pájaro grande, negro, que se posaba en los árboles y estaba allí, junto al cementerio. Venía volando, a no mucha altura y perseguido de dos luminarias redonditas. Casi nunca hacía ruido, pero a veces gritaba… No paraba de hacer un grito muy fuerte, como ¡guuuua, guuuuua! Estuvo un tiempo y luego se fue.
La gente se arrejuntaba en aquella placilla de abajo y veíamos cómo aquel demonio flotaba hasta esa arboleda de ahí enfrente. Uno de los días llegó a aposarse muy cerca del cementerio. Daba como un “rivoloteó en el aire” y volvía otra vez para una casa de allí. Estábamos muy asustados… todos le teníamos miedo. Luego hubo un día que no volvió más y por eso se quedó lo del duende. Dicen que el cura lo expulsó, que llegó a pelearse con él. Pero eso ya no lo sé. Iba vestido de negro y era chiquito, chiquito… parecido igual a un mono. Yo tenía nueve años… pero nunca podré olvidarlo”.
En otro momento, según cuentan las actas, este misterioso personaje apareció de forma repentina en la plaza situada frente a la iglesia, en el lugar un grupo de niños, entre los que se encontraba Serafina Bejarano, se encontraban jugando, una de las luminarias que acompañaban al llamado duende sobrevoló al grupo de chiquillos. Isaac, El párroco siguió la escena desde el pórtico de la iglesia y observó, al igual que multitud de asustados vecinos, como Sobrevolaba a poca altura sobre ellos y la pequeña María Encarnación Martín de tan solo cinco años cayó al suelo como fulminada por una de las luminarias. Días después, el 2 de marzo, fallecía María Encarnación, sin conocerse la causa exacta de su muerte.
El 28 de febrero de 1907 fue el último día que se manifestó este diminuto ser, desapareció igual que se presentó, de forma inesperada.
A partir de ese momento el misterioso personaje comenzó a conocerse como “el duende de Ladrillar”, aunque para muchos esto no sea más que una leyenda, estos sucesos fueron reales y así constan en las actas oficiales de la época. Estos hechos se mencionan en el Congreso de Hurdanófilos de 1907 en el que se dice lo siguiente: “En Ladrillar hubo una temporada en que este malévolo duende tenía asustados y encerrados a los vecinos en sus casas desde el oscurecer hasta el amanecer, hasta que un señor cura les convenció de que el duende había muerto a sus manos. Hay quién asegura haber visto al duende en forma humana”.
¿Qué ocurrió realmente durante aquellos tres lejanos días de 1907? Los más escépticos opinarán que todo esto no son más que cuentos de viejas, otros dirán que algo sucedió pero que se ha sacado de contexto. En este aspecto se puede leer en algunos sitios que el supuesto duende no fue más que un pájaro negro, un cuervo posiblemente quizás de un tamaño más grande de lo normal y que merodeó por aquel pueblo durante los mencionados días, a la aparición de este pájaro se le atribuiría la mala suerte que corría el pueblo y la elevada mortandad que sufrían sus gentes. Con el tiempo, la historia habría degenerado en lo relatado más arriba. Es posible, quien sabe… lo único cierto es que algo sucedió en el Ladrillar y aquí os he contado lo que por tradición oral o escrita ha quedado de todo ello. A partir de aquí, cada uno puede sacar sus propias conclusiones.
Estaría bien situarnos un poco en el espacio y en el tiempo en los que sucedieron estos y muchos otros acontecimientos misteriosos en éste inhóspito rincón de la España profunda. Hoy en día, los 600 kilómetros cuadrados que conformaron el “país hurdano”, territorio situado a caballo la provincia de Cáceres y Salamanca, han dado un giro radical en todos los aspectos y para mí personalmente, es una de las zonas más bellas de España. Pero durante muchísimos años, esta zona fue considerada por muchos, (algunos que jamás llegaron a pisarla), como la representación más fiel del infierno en la tierra.
La primera referencia histórica de las Hurdes puede encontrarse siglo XVII en la obra “Curiosa Philosophiae” (”Curiosa filosofía”) del filósofo jesuita Juan Eusebio Nieremeberg, más conocido como el Padre Nieremberg. Éste describió Las Hurdes en los términos desoladores: “Existe en este reino un áspero valle infestado de demonios, un lugar que los pastores creen habitados por salvajes; gente ni vista ni oída, de lengua y usos distintos a los nuestros. Son hombres y mujeres que andan desnudos pensando ser solos en la tierra.
En 1907, el antropólogo francés Maurice Legendre se instaló entre los hurdanos para escribir su célebre obra “Etude de geographichumaine” (”Estudio de la geografía humana”), un trabajo de investigación que llevó la miseria y la desolación de los hurdanos a los ojos del público mundial en 1909. Desde entonces, decenas de investigadores acudieron a la desconocida región para estudiar aquellos tristes seres desnutridos y abandonados en las agrestes tierras extremeñas.
Así contaba por ejemplo Georges Borrow, en su “La Biblia en España” del año 1921: “No hay tierra como ésta. Tiene sus secretos y sus misterios. Muchos se han perdido en ella y no han vuelto a saberse su paradero. Cuentan que en ciertas lagunas existen horribles monstruos y que en los ásperos valles sólo alumbra el sol a mediodía, reinando las tinieblas el resto de la jornada”.
Vicente Barrantes, explorador extremeño que recorrió las cuarenta alquerías que conformaban las Hurdes, dijo a su vuelta: “En los lugares de acceso a las alquerías cortan el camino los hurdanos. Desnutridos y harapientos, con mirada fija en el suelo, acaban huyendo de modo espantoso, brincando entre los riscos con la agilidad propia de las cabras por mucha que sea su edad. Otros, los más, se retiran asustados a sus inmundos cobertizos, guardando silencio ante la llegada del forastero. Nadie sabe qué edad tiene, ni muchos cuál es su familia. Si así se presentan en los albores del siglo XX ¿Cómo lo harían en 1600?.
En 1922, el rey Alfonso XIII viajó a Las Hurdes para vivir en su propia piel la desgracia humana. Su visita trajo consigo la puesta en marcha del Patronato de Las Hurdes, destinado a llevar la modernidad a aquel recóndito lugar en ruinas.
En 1933 llegaría el polémico documental de Buñuel “Las Hurdes, tierra sin pan”, censurado en España y cuyas estremecedoras imágenes conmovieron al mundo e indignaron a cientos de hurdanos. Y es que parece ser que el director de cine aragonés no se contentó con reflejar la triste realidad de la comarca, sino que se valió de cuestionables estrategias para incrementar el impacto visual y humano de su trabajo. Una de las escenas más conocidas refleja un asno despeñándose por un escarpado precipicio. Lo que ante ojos de muchos espectadores pudo parecer un accidente, en realidad fue un hábil montaje del director cuya víctima fue el indefenso burro: lo abatieron de un disparo cuando se encontraba al borde del acantilado.
Por suerte, esta estampa que es cosa del pasado y tan solo lo más viejos recuerdan las penurias que pasaron en esta tierra de pizarrales, convertida hoy viñedos y tierras de buen ganado. Pero lo que sí que perdura de aquellos tiempos son las decenas de leyendas sobre luces misteriosas y aparecidos, sobre maldiciones y encuentros con personajes siniestros y terroríficos y que os iré desvelando en sucesivos posts. No en vano, este territorio ha estado ocupado desde hace más de 5000 años por diferentes pueblos y culturas, y buena muestra de ello son los numerosos restos arqueológicos en los que antiguas culturas dejaron su huella inscrita en piedra, enigmáticas runas e inquietantes figuras de aspecto humanoide que todavía encierran muchos secretos por desvelar.
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