INTRODUCCIÓN
Desde siempre los hombres han atribuido los sucesos del mundo y sus vidas a la intervención divina. Los griegos también tuvieron la necesidad de conocer la voluntad y designio de los dioses que ellos imaginaron, de ahí la gran importancia de los cultos a los oráculos.
Los oráculos, en general, implican dos tipos de predicción del futuro: la adivinación por las señales o interpretación de determinados signos (el chillido y el vuelo de los pájaros, el rumor del follaje, los movimientos del agua, la consulta echando las habas) y, por otra, la adivinación inspirada por un dios.
Los santuarios se establecían en lugares sagrados donde, generalmente, había un árbol sagrado. El templo estaba custodiado por sacerdotes de la divinidad que cuidaban del recinto y de los sacrificios, además de sus tareas religiosas.
Además de las distintas ocasiones en que un griego consultaba un oráculo para conocer el porvenir, justificar acciones pasadas o pedir consejo para tomar decisiones, existía un tipo de cultos secretos, en los que se pretendía encontrar respuestas a cuestiones como la muerte o el más allá. El aspirante, hombre o mujer de cualquier clase social, debía cubrir una serie de etapas antes de ser admitido y recibir la revelación del misterio. Los dioses a los que se adoraba en estos ritos eran: Deméter, Perséfone, Dioniso, y Orfeo.
Las religiones mistéricas prometían una inmortalidad dichosa, al margen de todo concepto de conducta meritoria o pecaminosa; su finalidad era la salvación individual de los hombres. La palabra μυστήριον implica la idea de iniciación a unos rituales reservado a cierto número de privilegiados
Hablaremos aquí de dos cultos importantes en Grecia: los misterios de Eleusis y el oráculo de Apolo en Delfos.
LOS MISTERIOS DE ELEUSIS
Los Misterios de Eleusis o misterios eleusinos, reconocidos y protegidos por Atenas, fueron los más extendidos y los de mayor prestigio. Consistían en una serie de doctrinas y prácticas en torno a la figura de las diosas Deméter y su hija Perséfone, como diosa del mundo subterráneo. Según el mito:
Perséfone, la hija de Deméter -diosa primitiva de la naturaleza y la fecundidad- estaba cogiendo flores en compañía de otras diosas y ninfas, cuando se fijó en una flor muy especial, un narciso, y al pretender arrancarlo, la tierra, confabulada con Hades -dios de los infiernos- se abrió y surgió Polidegmon. el hijo de Cronos, galopando sobre sus caballos inmortales, se abalanzó sobre ella y la llevó a los infiernos junto a Hades.
Nadie escuchó sus gritos, excepto Hécate, el rostro oculto de la Luna y Helios, el sol, hasta que llegó a oídos de su madre un llando lejano interminable. Deméter sintió una aguda angustia y comenzó a buscar a su hija, pero ninguno de los dioses quiso revelar la verdad.
Nueve días caminó llena de tristeza y con una antorcha vagando en la búsqueda incesante de Perséfone, no descansó, no durmió, no se bañó...
Al décimo día Hécate conmovida, la informó de lo que había oído y acudieron junto a Helios, quien les dijo que Zeus había entregado a Perséfone a su hermano Hades para casarse con ella. Deméter llena de furia y dolor huyó del mundo de los hombres y llegó al palacio de Eleusis. Allí la acogieron y en el lugar más oculto del templo se estableció oculta, y no consintió que la tierra germinara.
Los campos se tornaron yermos y Zeus se vió obligado a intervenir. Envió a la mensajera Iris a Eleusis, para que rogara a Deméter que volviera hacer renacer los campos, pero ella hizo caso omiso. Después de la negativa Zeus ordena a Hermes que hable con Hades para que devuelva a la joven. Éste le permite regresar pero antes la hace comer desprevenida un grano de granada, fruto de la fecundidad. A continuación, la sube en su carro y la lleva al exterior.
Por fin madre e hija se rencuentran, pero se dan cuenta del engaño. Perséfone después de haber probado el alimento del reino de los infiernos deberá regresar, porque así lo dictan las leyes. Estará dos partes del tiempo en la superficie y una tercera en las profundidades de la tierra, como compañera de Hades. Cada primavera Perséfone sube al mundo, su madre contenta hace florecer y renacer la naturaleza, y cada año también cuando vuelve al mundo de las sombras, regresa la triste estación de invierno.
Después de esto la diosa desveló sus misterios a los hombres. Desde ese momento celebran cada año en Eleusis en honor de la diosas sus enseñanzas, primero reservadas a la familia real eleusina y después a todos aquellos que cumplan unos requisitos. Aquellos que cumplían los requisitos eran llamados “mystes”, los “elegidos” que gracias a su iniciación gozarían de una suerte diferente en ésta y en la otra vida. Sus ritos se hacían a la luz pública, con procesiones de la ciudad hasta su santuario en Eleusis, cerca de Atenas, y el secreto se reservaba para el interior del templo. Se sabe que allí los iniciados se sometían a una serie de pruebas por las que sufrían una conmoción emocional que los transformaba interiormente, algo así como una iluminación mística. Las ceremonias que tenían lugar en el gran salón Telesterio de Eleusis, reflejaban la transformación del grano en espiga, la del hombre que sabe que volverá a la tierra y busca la salvación.
Las celebraciones duraban 9 días en memoria de la diosa que camina errante y cada día tenía un nombre y una ceremonia especial. En la iniciación de estos misterios era revelado a los iniciados la profunda significación de este mito, este ciclo constante aplicado a la existencia humana, que planteaba una vida tras la muerte, que podía ser feliz e inagotable si se había actuado según unos determinados preceptos morales.
ORÁCULO DE DELFOS.
Fue frecuente en Grecia la práctica del arte adivinatoria. El mantis (adivino) gozaba de mayor consideración que el sacerdote y este oficio se transmitía de padres a hijos. Interpretaba la voluntad de los dioses a partir de signos o señales como los truenos, los relámpagos, los eclipses, los terremotos… y acontecimientos casuales como el vuelo de los pájaros, encuentros en la calle, palabras oídas por casualidad, los sueños, un estornudo que se oía a la izquierda o a la derecha, el análisis de las vísceras de los animales sacrificados, etc.
Pero mayor importancia tenían otras formas de profecía organizadas y que se llamaban Oráculos, lugares y medios de manifestación de varias divinidades; acudían a ellos particulares y gobernantes. Se llamaba Oráculo tanto al santuario donde se acudía a consultar, como a la respuesta que era dada por la divinidad a través de la sacerdotisa o pitonisa que actuaba de “médium” y de los sacerdotes que interpretaban la respuesta divina. Las consultas podían realizarla personas particulares o representantes o magistrados de las polis, tanto griegos como extranjeros.
Antes de entrar en el Oráculo se debía sacrificar una cabra en honor al Dios Apolo.
En el Oráculo, una pitonisa se sentaba en un trípode, después de escuchar una pregunta de un consultante, entraba en éxtasis inspirado por el Dios Apolo, el cual emitía su respuesta profética a través de ella. Esta respuesta era interpretada por los sacerdotes. Las respuestas, eran ambigüas, y dado a esta ambigüedad raras veces se equivocaban. Las respuestas más famosas del Oráculo de Delfos fueron innumerables a lo largo de los más de mil años de existencia: han llegado hasta nosotros muchos oráculos. He aquí algunas:
• A Creso, rey de Lidia, que preguntaba si debía atacar Persia, le contestó: “Creso, tras cruzar el Halis, destruirá un gran imperio”. Creso lo cruzó, atacó a los Persas y destruyó un gran imperio, el suyo.
• A Pirro, rey del Epiro, en su lucha contra los romanos le dijo “Aio te, Aecida, romanos vincere posse”; texto latino que se puede traducir de dos maneras: “Te digo, descendiente de Eaco, que tú puedes vencer a los romanos” o “Digo, descendiente de Eaco, que los romanos pueden vencerte”.
• A Filipo de Macedonia le aconsejó “lucha con lanzas de plata y conquistarás todo”, consejo que siguió, utilizando el soborno para vencer a sus enemigos.
• A Timesias de Clazomene que conquistó parte de Tracia con la ayuda de las tribus locales y después fue expulsado por las mismas le profetizó: “el enjambre de abejas pronto resultará ser un enjambre de avispas para ti”.
A cambio de las respuestas se ofrecían regalos y donativos a Apolo, con lo que Delfos se convirtió en uno de los lugares más bellos y ricos de la época. La fama del santuario sobrepasó las fronteras del mundo griego y ya en la antigüedad, reyes extranjeros preguntaron a su oráculo y fueron obsequiados con muchas ofrendas.
Cada ciudad griega tenía en Delfos su tesoro, edificios artísticos dónde depositaban los objetos públicos o particulares enviados allí para ofrendarlos a Apolo o para ponerlos bajo su protección.
Poco a poco, este Oráculo de gran fama fue decayendo, y en época cristiana fue clausurado directamente.
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