viernes, 17 de junio de 2016

Zombis y muertos vivientes



Cuando Cristo prometió la resurrección de los muertos,
pensé que tenía algo diferente en mente.
The Walking Dead

Nadie habría imaginado que los zombis tendrían un nuevo momento de gloria como criaturas de terror, pero la vida da muchas vueltas. Y la muerte parece que también.

El éxito rotundo de la serie The Walking Dead ha desenterrado una serie de creencias que creíamos perdidas. Quizá la más sorprendente sea la del Apocalipsis Zombi.

Esto, unido a los universos distópicos que están tan de moda en literatura y cine, ha dado lugar a una mezcla explosiva que ha tenido un eco mediático «de muerte».


En occidente siempre fueron famosos los vampiros y los no-muertos. De Egipto rescatamos las momias como seres sobrenaturales, de América del Norte, al Wendigo, espectro que se alimentaba de carne humana…pero los zombis tienen un origen más antiguo y siniestro. La creencia en los zombis (que a veces supera con creces simples creencias, llegando a convertirse en hechos comprobados) es típica del Vudú. Una religión de África Occidental que también fue trasladada a las Américas. El Vudú haitiano sufrió un sincretismo con otras religiones, entre ellas, aquellas de tipo local, y tomó algunos elementos de la religión cristiana y la mitología yoruba.


Puesto que durante bastante tiempo fue una religión perseguida, no contaron con órganos colegiados ni rangos oficiales. Hay muchas variantes del Vudú, pero las bases son muy similares a casi todas las religiones en las que se adora al Sol, Lisá, y a la Luna, Mawu, o a un dios último, llamado Bondye como líderes principales del panteón. Como intermediarios entre estos dioses y los hombres se encuentran los loas: El Barón Samedi, Mamam Brigitte, Damballa etc. Y el sacerdote o houngan (si es una mujer recibe el nombre de mambo) mediante distintos rituales, permite que estas deidades intermedias contacten con los hombres a través de ellos, como una especie de médiums.


Como se puede observar el sistema no difiere mucho de los empleados por las antiguas Sibilas, o los chamanes de cualquier tribu. Hasta ahí no hay nada nuevo. Sin embargo, cuando un sacerdote se pasa «al lado oscuro» se convierte en un bokor o brujo, y se le atribuyen poderes malignos y sobrenaturales. Más o menos como a los oficiantes de las sectas satánicas dentro de la religión cristiana. Entre sus habilidades está la de convertir a las personas en zombis y utilizarlos en su propio beneficio. A veces también se los entrega a otra persona, previo pago.


También es interesante el uso de los muñecos vudú. En España y en otros lugares, en el siglo XVI y posteriores, era común encontrar a gente acusada de haber realizado «levantamientos de figuras». El procedimiento era relativamente sencillo. Se fabrica una representación física de una persona y se utiliza para canalizar la energía negativa, con el fin de herir o matar al individuo real.


Dicho esto, pasaré a comentar qué es en realidad un zombi y cómo un bokor puede convertir a una persona en un esclavo sin voluntad. La etimología de la palabra es complicada, y hace referencia a un sinfín de términos relacionados: espíritu, demonio, cuerpo sin alma, retornado, etc. En realidad, los zombis no están muertos. Se los considera cadáveres sin alma, porque debido la ingesta de drogas o pócimas, la mente de la persona queda paralizada o dañada. 


En la mayoría de los casos de forma irreversible. El uso de la toxina del pez globo, o tetrodotoxina, por ejemplo, puede dejar paralizada a una persona hasta el punto de hacer creer a todo el mundo que ha fallecido. Esto ocurre debido a un bloqueo neuronal selectivo. Este veneno tiene su antídoto, pero el conocimiento de las dosis o distintas mezclas permite controlar el estado de letargo del zombi, impidiendo que despierte del todo.


A veces el envenenamiento es accidental. Los japoneses, por ejemplo, cocinan a este pez en un plato llamado Fugu, y si no es bien preparado el comensal puede acabar muerto. Esta toxina puede penetrar en el organismo de formas muy diversas, por ingesta, por inhalación, a través de una herida o por inyección.


La muerte puede tardar en llegar varias horas, tiempo suficiente para que un Bokor pueda despertar parcialmente a la persona y reducirla a la servidumbre. Esto solo es posible si se ha producido un daño cerebral severo, pero no incapacitante.


Aunque la jugada no les haya salido bien en muchas ocasiones, ha debido fructificar más de una vez, ya que el crimen aparece recogido incluso en el Código Penal de Haití, y está considerado como asesinato.


No obstante, y contra todo pronóstico, a veces el individuo despierta. De la misma forma, existen personas que han logrado sobrevivir sin efectos secundarios a una embolia (solo el 2 % de la población puede recuperarse sin secuelas) o a congelamientos completos, como le sucedió a Jean Hilliard. Incluso ha habido algún individuo que ha sobrevivido a dosis de radiación que podrían haber matado a cinco personas en el acto. Es extremadamente raro, pero puede ocurrir. La capacidad de regeneración del cuerpo humano aún sigue sorprendiendo a médicos, científicos y a la propia Iglesia.


Es por tanto famoso el caso de Felicia Felix-Mentor, una joven que presuntamente falleció en 1907, pero que en 1936 apareció con vida, vagabundeando y con un aspecto lamentable, en la finca de su padre. Su hermano y su marido la reconocieron, y aunque fue llevada al hospital, le diagnosticaron graves daños musculares y cerebrales. Reaccionaba de forma extraña a impulsos externos, y al principio ni si quiera podía hablar o comer. Muy pocos eran capaces de soportar la visión de la mujer, que era terrorífica. Su piel estaba muy maltratada, como si la hubieran quemado.


Este tipo de sucesos no han sido estudiados por la ciencia como es debido, pero no es un secreto para nadie que cosas que se creían imposibles hace unos años, están comenzando a convertirse en posibilidades cada vez más cercanas.


Es probable que esta fascinación por los zombis se deba a nuestro propio deseo de vencer a la muerte a cualquier precio, o a nuestro interés por doblegar a otras personas a nuestra voluntad. Por otro lado, la dualidad cuerpo-alma también es un tema muy debatido y siguen manifestándose dudas sobre qué es lo que ata el alma al cuerpo, si el alma existe o no, o si puede ser disociada y atrapada en otro contenedor (ya sea otro cuerpo o una simple caja especial). En muchas culturas se piensa que poseer el alma de otra persona otorga un poder inmenso, típico de un dios.


En cuanto a leyendas sobre muertos vivientes, hay tantas que son inabarcables. Aparecen en textos sagrados, en leyendas clásicas y urbanas, y hasta en documentos oficiales.


Y como no me gusta despedirme sin dar pie a una pequeña reflexión, pregunto ¿qué pasaría si la imagen del zombi que tanto ha calado en la cultura popular, no fuera más que un reflejo de nosotros mismos y de nuestra sociedad? ¿Nos sentimos vivos realmente? ¿Somos libres para decidir? ¿Vivimos conforme a nuestros verdaderos intereses, o nos levantamos todos los días para cumplir con normas sociales que masacran nuestros verdaderos deseos y ambiciones? Quizá por eso en The Walking Dead los caminantes van en manadas. Siguen comportándose como seres sociales, a pesar de su incapacidad para pensar. Y solo piensan en consumir carne, como nosotros pensamos en consumir otros muchos productos.



¿Tendría razón Rick Grimes cuando dijo que «Nosotros somos los verdaderos muertos vivientes.»?

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